Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Exilio, Derechos Humanos

Las luces y las sombras con la Flotilla de la democracia

Algunas fotografías de baja resolución, y ningún vídeo, no demuestran que La Habana se haya “iluminado” con las acciones de la Flotilla

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Lamentablemente, los cubanos a ambos lados del estrecho de La Florida parecemos estar condenados a un eterno Macondo y tener prohibido de por vida el derecho a la realpolitik y a la sensatez.

Pensar que fuegos artificiales lanzados a más de doce millas de las costas habaneras (unos veinte kilómetros) podrían ser vistos desde Pinar del Río hasta Matanzas era, en el mejor de los casos, ingenuidad, y en el más realista, aberración. Como el alegato del régimen de que tales fuegos artificiales podrían poner en peligro la navegación aérea, o pensar que era imprescindible llenar el Malecón de “revolucionarios” la noche del viernes.

Cocoa Beach, una playa en la costa este de La Florida, está a menos de cinco millas (ocho kilómetros) de Cape Kennedy (Cabo Cañaveral), lugar donde la NASA lanza transbordadores aéreos y satélites artificiales desde poderosos cohetes propulsores. Naturalmente, desde Cocoa Beach se observa cuando son lanzados tales ingenios, y desde mucho más lejos también: es lógico que puedan ser observados, porque son cohetes que pesan decenas o cientos de toneladas, miden decenas de metros, y se elevan más allá de la atmósfera para quedar en la órbita de la Tierra.

Es decir, equipamiento mucho más complejo que fuegos artificiales de ocho pulgadas de diámetro (veinte centímetros), como los lanzados desde la Flotilla la noche del viernes, que son el equivalente moderno y estadounidense del famoso “volador de a peso” que conocían en Cuba nuestro padres y abuelos, pero nada más.

No cuestiono ni por un instante, ni tengo razones ni derecho para hacerlo, el coraje, la disposición y las buenas intenciones solidarias por parte de los organizadores, promotores e integrantes de la Flotilla Luces de Libertad hacia los cubanos que sufren bajo la dictadura totalitaria en la Isla, pero eso no obliga a aceptar tranquilamente que la prensa diga después que “el exilio se anota victoria con espectáculo de Luces de Democracia”, porque para una “victoria” de una parte tiene que haber una “derrota” de la otra.

Tampoco hay que aceptar, como señalaba la agencia Euronews, que “la flotilla ilumina el cielo de La Habana”, porque, además de ser un titular cursi, en realidad a esa distancia de sus costas no era mucho lo que se podría iluminar de “La Habana”, y olvídense de Pinar del Río y Matanzas. La prueba de que no era demasiado lo que se veía no está en los mensajes de Twitter desde la capital cubana, cargados de intenciones de presentarlo todo en positivo, sino en las dos o tres raquíticas fotografías tomadas desde La Habana —y ningún vídeo— de los fuegos artificiales cuando se producían (las tomadas a bordo de la flotilla son mejores como imagen, pero no son lo que se veía desde Cuba).

Naturalmente, desde la altura de edificios habaneros cercanos a la costa, como Somellán, FOCSA, Habana Libre, L y 21, 3ra y F, Hospital Hermanos Ameijeiras, el de “los ataúdes” de Malecón, Hotel Nacional, Habana Riviera o Capri, los fuegos artificiales tienen que haber sido más visibles. Pero a la altura del muro de Malecón lo que podría verse era mucho menos, y desde las calles Reina, San Rafael, 23, 31, 41, 51, Obispo o Monte, o desde el resto de La Habana, nada. Nada “iluminado”, ninguna “victoria”.

Al otro día de la Flotilla y los fuegos artificiales, en el Día de los Derechos Humanos, en toda Cuba el régimen desató intimidación, represión, golpizas y detenciones contra las Damas de Blanco, disidentes, opositores, periodistas independientes, blogueros, y en general contra todos los cubanos. Había comenzado desde días antes, pero no puede decirse que haya sido producto de las embarcaciones, porque muchos cubanos dentro de la Isla estaban preparándose desde antes para reclamar sus derechos, independientemente de lo que estuviera planeándose en Key West o Miami, a pesar de las cantaletas de “provocación” manejadas por el régimen.

Y hay algo que todos, en Cuba y en el exilio, deberíamos aprender de este último 10 de diciembre: el régimen ha pasado a la ofensiva en la celebración del Día de los Derechos Humanos. Antiguamente pretendía pasar el día por alto, y se limitaba a reprimir a quienes protestaban. En la actualidad reprime con antelación, detiene a muchos, y para ese día organiza celebraciones oficiales, que den al mundo una imagen de lo que no es.

Ferias, verbenas, juegos, competencias, espectáculos deportivos y culturales, fueron organizados para esa fecha en plazas y parques en todo el país, bajo la burda pretensión de que los cubanos, felices con vivir bajo la dictadura más prolongada de América, festejan todos los derechos humanos que disfrutan. Aunque el Dr. Darsi Ferrer hubiera podido organizar este año otra vez un desfile disidente para el Parque Villalón en El Vedado, se lo hubiera encontrado repleto de jóvenes cubanos, “felices” de vivir bajo el socialismo tropical y abrumados por disfrutar de tantos derechos humanos.

Tantas buenas intenciones y disposición a la solidaridad de tantos cubanos en el exilio, y tanta decisión y coraje de tantos cubanos en la Isla, merecen ser organizados mucho más efectivamente, para lograr algo más que algunas esferas lumínicas alejadas de la costa y algunas protestas aisladas o limitados cacelorazos dentro de Cuba.

¿Por qué esperar al 10 de diciembre para celebrar el Día de los Derechos Humanos dentro de Cuba, si sabemos que el régimen detendrá “preventivamente” a los disidentes para que no puedan manifestarse? ¿No podría celebrarse la semana anterior, o la posterior, y no manifestar el mismo día 10, para tratar de sorprender a los aparatos represivos? ¿No podría celebrarse en varios días diferentes, de acuerdo a las localidades de cada agrupación, sin que todos deban hacerlo el mismo día?

¿Sería menos efectivo? Volvamos a la realpolitik: varias celebraciones en días diferentes en diferentes provincias podrían representar más y llamar más la atención que intentarlo todo el mismo día con todos los factores en contra. Y tal vez podría ser mucho más efectivo y visible que “iluminar” los cielos de La Habana con fuegos artificiales desde tanta distancia.


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