Actualizado: 18/04/2024 23:36
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

LASA, Mariela Castro

LASA: de los cinco a los once

Si para los gobiernos de la región LASA es solo un referente, para el cubano es objeto de atención política

Comentarios Enviar Imprimir

Los congresos de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) son acontecimientos académicos. En sus ajetreados días de muchas sesiones, centenares de intelectuales del hemisferio tienen la oportunidad de discutir tópicos relevantes de la realidad latinoamericana, encontrarse, intercambiar ideas y hacer amistades que pueden fructificar en acuerdos más sostenidos de trabajo, ayudando a tender puentes entre las dos Américas. Por todo esto LASA es muy importante y es conveniente que continúe su desarrollo como espacio plural del pensamiento social.

También lo es para la academia cubana, muchos de cuyos miembros han transitado por estos congresos. Y es conveniente que lo siga siendo. Solo que para LASA, Cuba no es solamente un país cuyos académicos concurren a la cita, sino una suerte de test case político. En la misma medida en que el gobierno de Estados Unidos ha colocado restricciones a estos intercambios con Cuba, los directivos de LASA –regularmente provenientes de círculos políticos liberales— se esfuerzan por lograr la participación cubana, incluso al precio de sacar los congresos de territorio americano, como sucedió durante el Gobierno de George W. Bush.

Aunque existen financiamientos para todos los participantes, los cubanos gozan de apoyos particulares de diferentes agencias, privilegio al que el resto de los latinoamericanos no acceden, todo lo cual genera sobre-representación de insulares en los cónclaves. En este último congreso, por ejemplo, había cerca de 60 cubanos, pero un solo dominicano residente en la media isla, que era yo. Es decir, un medio dominicano.

Y como el Gobierno cubano conoce esto, explota esta suerte de manto penitente que se han echado encima los liberales para convertir a LASA en un campo de confrontación política, arrogándose el derecho a escoger quién va (o mejor dicho, quién no va), promover proclamas y hacer propaganda y amenazar con el boicot cuando sus demandas no son satisfechas. Y para ello organiza sesiones de entrenamiento de los participantes seleccionados (o no objetados), incluye funcionarios encargados del control y se acuerdan acciones allí donde se percibe alguna sensibilidad política especial. De manera que si para los gobiernos de la región LASA es solo un referente, para el cubano es objeto de atención política. Y es por eso que la gente de todos los países van individualmente, pero los cubanos van como delegación oficial, con jefe y todo.

Pero a esto ya todo el mundo se ha acostumbrado: los cubanos que tienen que funcionar de esta manera tan engorrosa en un evento académico, los cubanólogos expuestos a las embestidas de los condotieros ideológicos y finalmente la mayoría de los concurrentes que tienen sus intereses en otros lugares, y para los cuales Cuba es realmente lo que es: una isla en el Caribe, con una economía crujiente, un presidente de ochenta años y una música excelente.

En este congreso, sin embargo, han ocurrido dos novedades íntimamente conectadas.

Una fue la integración a la delegación cubana de Mariela Castro. Es usual que el Gobierno cubano inserte en sus delegaciones a altas figuras del sistema. Ricardo Alarcón, por ejemplo, se ha ganado varios viajes en esta modalidad. Y ahora Mariela Castro, quien no tuvo una participación particularmente destacada en el evento. Solo fue parte de una sesión con poca asistencia, casi todos cubanos.

Pero sí fuera del evento, donde en diversas actividades coordinadas por el Gobierno cubano y grupos afines, fue moviéndose con la torpeza de un elefante. En un lugar declaró públicamente sus simpatías políticas por Obama, lo que ciertamente sonó a música celestial en los cuarteles republicanos. Como si la hubieran instruido para hacerle campaña a Romney. En otro se negó hoscamente a hablar con la prensa. Y en otra se descompuso emocionalmente cuando alguien le mencionó a Yoani Sánchez.

Pero realmente, repito, fue un paseo poco relevante, casi invisible. Su importancia para LASA fue, más que la visita en sí, lo que se derivó de ella: la negativa de visa para 11 académicos cubanos.

Once intelectuales cubanos no recibieron visas para asistir a LASA. Y cualesquiera que sean las diferencias políticas que se puedan mantener con ellos, nadie puede dudar que son intelectuales. Algunos tan seriamente intelectuales que son figuras tops en sus campos, como sucede con Oscar Zanetti, posiblemente el mejor exponente de la historiografía contemporánea en la Isla. Por tanto, la única explicación a este resultado es que el Gobierno de Obama cometió el error de balancear el otorgamiento de una visa a una funcionaria ilustrada con la negativa a una decena de académicos.

La reacción en LASA no se hizo esperar, y la diligente sección Cuba no tardó en preparar y publicar una protesta en busca de firmas contra la decisión del Gobierno norteamericano, aduciendo la necesidad de respetar la libertad académica y la viabilidad de los intercambios de la misma naturaleza. Y francamente creo que los académicos norteamericanos tienen el derecho, y el deber, de exigir a su gobierno un mayor respeto a los intercambios académicos y al debate teórico. Y al hacerlo están defendiendo las libertades civiles y políticas en su país.

Solo que me parece que, en cuanto organización, LASA debería adoptar una posición más activa en defensa de los derechos de los intelectuales cubanos a participar, sobre todo cuando ella implica la defensa de la calidad del espacio de debate pluralista y equitativo a que aspira y que en buena medida ha logrado forjar. Pues en la historia reciente de LASA existe una cadena de arbitrariedades del Gobierno de la Habana, bloqueando la participación de sus ciudadanos. Ello ha sido patente, en casos como los de Espinosa Chepe y Yoani Sánchez, entre otros. Y aunque es cierto que la directiva de LASA debe ser cuidadosa cuando se trata de interferir en las decisiones de un gobierno, una sugerencia pública sería conveniente, sencillamente para que la academia latinoamericanista tenga la oportunidad de conocer que opina Chepe de la “actualización” raulista. O Yoani de las redes sociales.

La situación de mis compatriotas insulares es aún más delicada. Creo que es un dislate ético-político que los miembros cubanos de LASA sean invitados a firmar —y finalmente firmen— una carta al Gobierno norteamericano pidiendo justicia para los 11 (en alusión al número de visas denegadas). Y lo es porque esta acción negativa del Gobierno norteamericano es apenas una gota de agua en el océano de las violaciones de todo género que en este campo comete el Gobierno cubano, el que efectivamente es su gobierno. Y que no comete contra extranjeros sino contra sus ciudadanos como Espinosa Chepe y Yoani Sánchez.

Debo confesar que la sección Cuba de LASA —con sus casi tres centenares de miembros— está funcionando en este sentido como una caja de resonancia del departamento ideológico del PCC, y ha venido acumulando un récord poco honorable. Por ejemplo, hace unos dos años la sección Cuba de LASA circuló un documento convocando al Gobierno norteamericano a permitir los viajes de sus ciudadanos a Cuba, sin que en ningún lugar se invitara al Gobierno cubano a reconsiderar su arcaica y represiva normativa migratoria. Un caso de hemiplejía moral descomunal, si observamos las diferencias que subyacen entre ambos casos en beneficio de la parte americana. En ese mismo año el jefe de la sección, un cubano-americano, asistió en nombre de LASA a la llamada conferencia de la nación con la emigración, legitimando así un acto discriminatorio y excluyente en nombre del “dialogo flexible”, el “apoyo crítico”, la “transición ordenada” y otras muchas zarandajas ideológicas que justifican estas acciones unilaterales altamente rentables para el Gobierno cubano sin inducir cambio alguno.

Ahora la sección cubana de LASA vuelve a sus indelicadezas, y lo hace obligando a los académicos cubanos a firmar una resolución ultrajante, incapacitados como están ya no para solicitar algo similar a su Gobierno, sino incluso para negarse a firmar, si acaso quisieran conservar sus trabajos y las oportunidades profesionales que LASA les ofrece.

Yo, aunque soy miembro de LASA, renuncié a la sesión Cuba hace algunos años en protesta por los mencionados devaneos progubernamentales de su directiva de entonces, y harto de los performances consentidos de algunos intelectuales cubanos en esos corrillos.

No estuve en la reunión que celebraron en San Francisco. Pero me cuentan algunos presentes que tras aprobar una resolución pidiendo la libertad de los cinco héroes/espías, pasaron a discutir el caso de los once. Muy pocas personas objetaron de alguna manera esta triste iniciativa, y como decía Carlos Lage acerca de los niños pobres, ninguno era cubano. Me hablaron de un agudo profesor norteamericano, Ted Henken, que habló suavemente y con mucho tacto, acerca de la parcialidad de LASA en estos temas, pero solo logró ganarse las ripostas agresivas de algunos duros. Uno de ellos —Miguel Barnet— simplemente remarcó que nadie puede clamar por el derecho de Yoani Sánchez a viajar a LASA porque los mercenarios, dijo, no tienen derecho a atender LASA. Es decir que Barnet se asume con derecho a decidir quien va a LASA. Y de paso, quién es o no mercenario, tema este último en que habría que reconocerle un notable expertise derivado de sus múltiples experiencias profesionales, pero no autoridad para clasificar a terceros.

Creo que LASA debe comenzar a evaluar su relación con Cuba. No se trata de producir una ruptura, ni de sumarse al carro desvencijado de bloqueos y embargos. Pero LASA debe recordar que Cuba no es su Gobierno, sino su sociedad. No es solamente la Isla, sino una totalidad transnacional que incluye a su migración. Y LASA, no lo olvidemos, ha proclamado como misión fomentar el debate intelectual, “e incentivar el compromiso cívico a través de la construcción de redes y del debate público”. Y esto no se hace solo con una parte de la compleja realidad cubana. No se puede hacer, ni es sostenible éticamente, apuntalando los mecanismos de exclusión que impone el Gobierno cubano.

No creo que los viejos enfoques condescendientes estén ayudando ni a LASA ni a la sociedad y la intelectualidad cubanas. Es como la historia del camino empedrado de excelentes intenciones. Luce bien, pero nos lleva directo a la caldera.


Los comentarios son responsabilidad de quienes los envían. Con el fin de garantizar la calidad de los debates, Cubaencuentro se reserva el derecho a rechazar o eliminar la publicación de comentarios:

  • Que contengan llamados a la violencia.
  • Difamatorios, irrespetuosos, insultantes u obscenos.
  • Referentes a la vida privada de las personas.
  • Discriminatorios hacia cualquier creencia religiosa, raza u orientación sexual.
  • Excesivamente largos.
  • Ajenos al tema de discusión.
  • Que impliquen un intento de suplantación de identidad.
  • Que contengan material escrito por terceros sin el consentimiento de éstos.
  • Que contengan publicidad.

Cubaencuentro no puede mantener correspondencia sobre comentarios rechazados o eliminados debido a lo limitado de su personal.

Los comentarios de usuarios que validen su cuenta de Disqus o que usen una cuenta de Facebook, Twitter o Google para autenticarse, no serán pre-moderados.

Aquí (https://help.disqus.com/customer/portal/articles/960202-verifying-your-disqus-account) puede ver instrucciones para validar su cuenta de Disqus y aquí (https://disqus.com/forgot/) puede recuperar su cuenta de un registro anterior.