Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Lecciones de Hanoi

¿Por qué el diferendo con La Habana sigue en pie, si Washington pudo entenderse con Vietnam tras un saldo de 54.000 norteamericanos muertos?

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Se admite también que la única posibilidad de avance democrático en Cuba es a largo plazo, y que depende fundamentalmente de las características y condiciones imperantes en la Isla. Visto en este sentido, el problema fundamental radica en Estados Unidos y su gobierno, y la única táctica posible es contribuir al cambio electoral.

Si volvemos por un instante al caso de Vietnam, vemos cómo las circunstancias que entonces posibilitaron el restablecimiento de vínculos entre dos naciones enemigas no se dan hoy día respecto a Cuba.

La mayor oposición al restablecimiento de nexos diplomáticos, tras lograrse el fin del embargo y las relaciones comerciales, eran la Legión Americana, grupos de familiares de los desaparecidos en la guerra, y políticos republicanos como Bob Dole, quien tenía aspiraciones presidenciales.

A favor no sólo estaba un presidente que había evadido el participar en una guerra a la que estaba opuesto y "despreciaba", sino también una buena parte del Congreso. Una resolución para el levantamiento del embargo había sido aprobada por el Senado en 1994, por una votación de 62 votos contra 38. Legisladores de ambos partidos que habían participado en la contienda apoyaban el superar las diferencias. Además del caso citado de McCain, estaba el senador demócrata Bob Kerrey, quien había perdido una pierna en el conflicto y fue condecorado con la Medalla de Honor.

Pero tras la pantalla política se movía una fuerte maquinaria empresarial, deseosa de obtener dividendos económicos con la superación del conflicto.

En resumidas cuentas, un diferendo entre dos naciones, que en una de ellas se veía desde dos puntos de vista políticos diferentes, pero con un solo objetivo económico. El factor que aparentemente tenía un mayor peso, los 54.000 soldados norteamericanos muertos y los 2.202 militares desaparecidos en el sudeste de Asia, resultó a la larga secundario.

Protagonistas y aliados

Respecto a Cuba, la razón principal que impide una solución de las diferencias es que hasta el momento el factor político ha sido más determinante que el económico. O lo que resulta más importante: la política se ha impuesto sobre la economía. No resulta fácil que ello ocurra en Estados Unidos, pero ha sucedido.

Hay que otorgarle el crédito al sector más conservador del exilio, que al mismo tiempo es el más poderoso, de lograr mantener inmovilizada la política de Estados Unidos hacia Cuba, sobre todo en estos últimos años. Pero para esta victoria han contado con un aliado poderoso: la falta de interés, por parte de Washington, de que se produzca un cambio político en la Isla.

Lo que en buena medida ha impedido la solución del conflicto Cuba-Estados Unidos es que, en la medida en que éste ha ido perdiendo importancia internacional, ha ganado preponderancia en el terreno nacional. Los triunfos políticos y económicos de este poderoso exilio han contribuido, en última instancia, a que no se exploren otras alternativas frente al gobierno de La Habana.

A través de Washington, la llamada "línea dura" de Miami ha contribuido a la ineficacia de buena parte de la disidencia, y la ha comprometido financieramente con un gobierno extranjero. También a la división de la Unión Europea, empantanada igualmente en un callejón sin salida, así como a la creación de un buen número de obstáculos que han dificultado la obtención de mayores ingresos económicos, los cuales hubieran servido para estimular al sector empresarial norteamericano, y llevado a éste a presionar en favor de un cambio de la política hacia la Isla.

Pero si bien el exilio de "línea dura" ha contado con el apoyo incondicional de Washington para su victoria, también se ha beneficiado de la "ayuda" indirecta que le proporciona La Habana, incapaz hasta el momento de intentar explorar nuevas vías que le faciliten el acercamiento con el sector moderado del exilio, que, si mantiene las diferencias ideológicas y políticas con el gobierno de la Isla, favorece una política de diálogo y rechaza la confrontación.

Frente a la intransigencia de Miami, la Plaza de la Revolución ha respondido con igual empecinamiento, en un tira y encoge de no sólo quién tiró la primera piedra, sino también la última.

Habana inmóvil

La recién finalizada reunión de emigrantes cubanos de diferentes países con el gobierno de La Habana no ha hecho más que ratificar que en ésta se prefiere la incondicionalidad al intercambio.

Precisamente en este sentido es que cabe preguntarse si no resulta más apropiado que el gobierno cubano comience a adoptar una actitud similar a la de Hanoi, país que sufrió una agresión injusta, que dejó huellas profundas en sus ciudadanos e incluso en la naturaleza.

Cuando Vietnam dejó de negarse a brindar información sobre los soldados norteamericanos desaparecidos, con independencia de las limitaciones de la misma y los pasos paulatinos que se necesitó transitar, abrió la puerta que llevó a que Estados Unidos levantara el embargo comercial.

En cierto sentido, se limitó a contribuir con un argumento a un debate político, en otro facilitó un pretexto para un fin económico. Pero en ambos fue un cambio positivo. Cuba, por el contrario, desde hace tiempo abre ventanas económicas. Ha vuelto a cerrar algunas y ahora parece dispuesta a abrirlas de nuevo. Pero las puertas políticas siguen selladas.

Más allá de la declaración de una disposición a conversar, que la actual administración norteamericana seguirá ignorando en los meses que le quedan de vida, mucho más útil sería que La Habana, por cuenta propia y sin responder a presiones, soltara a los disidentes encarcelados, permitiera el acceso a internet y avanzara mucho más en permitir la libertad de expresión.

La lucha por lograr un cambio en el exilio debe darse en Miami, pero La Habana no puede seguir cruzada de brazos.


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