Actualizado: 28/03/2024 20:04
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Cambios, Reformas, Raúl Castro

Los cambios de Raúl Castro en Cuba

¿Son cosméticos o son algo más serio?

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Sin duda, los cubanos tenemos una legendaria incapacidad para entendernos, y mientras más tratamos de debatir más se nos enredan los asuntos.

Más que intentar escuchar a la otra parte para entenderla cuando presenta sus puntos de vista, estamos pensando cómo y qué responderle cuando llegue nuestro turno de exposición —si es que no decidimos interrumpir— por lo que muchas veces en vez de intercambio de opiniones tenemos un verdadero diálogo de sordos.

Lo más importante no es buscar eventuales aspectos positivos en las ideas de las personas con las que deberíamos intercambiar criterios, sino lograr nuestra “victoria”, ya sea con una exposición avasallante —aunque no tenga nada que ver con el tema en cuestión— o con la descalificación del contendiente, que dejamos de ver como antagonista para convertirlo en enemigo, simplemente porque no comparte nuestros puntos de vista.

Uno de los temas donde es más fácil comprobarlo es cuando se trata de enmarcar en algún criterio de clasificación ese proceso actual que en la Cuba oficialista llaman “actualización” y fuera de Cuba “reformas”.

Coincido con Marlene Azor cuando señala que “la implementación de cada medida económica [trae] muchos más problemas de los que resuelve porque nacen mal diseñadas y sin las condiciones de contexto positivas que les permitan florecer”. Pero eso no significa, ni ella lo dice, que puedan ser únicamente superficiales o cosméticas.

Ceo que una de las causas de las deficiencias en la implementación, más que en mala intención, debe buscarse en la inopia. No todos los dirigentes a cargo de la “actualización” son ignorantes (aunque los hay), pero transitan caminos desconocidos sin respuestas preestablecidas, y eso les hace, más que precavidos, timoratos.

Es inevitable preguntar si lo que está sucediendo en Cuba implica cambios reales o simplemente cosméticos. Pero para que esa pregunta tenga sentido habría que cuestionarse primero el alcance que se pretende con tal actualización o reformas.

Lo que está sucediendo en Cuba no pretende aperturas políticas ni conducir al país a la democracia y el Estado de derecho, cosa que el régimen nunca ha prometido, y ni siquiera insinuado. Sin embargo, eso no implica que los cambios en la esfera económica tengan que ser limitados o escenográficos. Podrían perfectamente ser estructurales o funcionales para la economía, aunque la maquinaria política siga inalterable. ¿O no?

Pongamos el ejemplo del cierre de las salas de cine en 3D: nunca estuvieron autorizadas. Cerrarlas no es un paso atrás en las medidas económicas, pues nunca hubo paso adelante. El régimen no entregará jamás a nadie la facultad del partido comunista de decidir lo que pueda verse en salas de cine, sean en tercera dimensión, digitales, analógicas, o incluso títeres y guiñol. No se trata de medidas económicas, sino políticas. Así de sencillo.

Entonces, si no enmarcamos claramente el tema de análisis, terminamos en la clásica olla de grillos, cada uno hablando por su lado, cuando quiera, y sobre el tema que le parezca más importante. Y después nos quejarnos si no nos entendemos.

Vuelvo a la pregunta anterior: ¿los cambios actuales en Cuba son cosméticos o de fondo? La pregunta no es, insisto, si conducen a la democracia o no: ya sabemos que no. La pregunta es si son superficiales o profundos.

Los lectores pueden opinar claramente sobre las siguientes medidas tomadas bajo el gobierno de Raúl Castro y decidir si las consideran cosméticas o importantes:

  • Autorizar el trabajo privado a más de 440.000 cuentapropistas, aunque algunos rellenan fosforeras o pasean perros, y miles han devuelto sus licencias
  • Entregar tierras estatales en usufructo a trabajadores privados
  • Autorizar a los privados a contratar empleados
  • Permitir y fomentar el establecimiento de cooperativas no agropecuarias
  • Desactivar las falsas Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC)
  • Reconocer la propiedad de autos y viviendas, y permitir su compraventa
  • Separar al Estado de la administración de servicios personales (barberías, peluquerías, zapaterías, reparación de electrodomésticos, taxis)
  • Ofrecer créditos a la población para construcción y reparación de viviendas
  • Establecer niveles de pago diferenciado a los deportistas, acabando el mito del “deporte aficionado”
  • Establecer el fin del igualitarismo social
  • Proclamar que cada cual reciba de acuerdo a lo que se gane con su trabajo
  • Eliminar las escuelas en el campo
  • Eliminar las microbrigadas
  • Eliminar la “revolución energética”
  • Eliminar los “trabajadores sociales”
  • Silenciar “la batalla de ideas”
  • Reducir drásticamente el “trabajo voluntario” y los “domingos rojos”
  • Eliminar prohibiciones de acceso a hoteles y centros turísticos
  • Permitir a los cubanos poseer computadoras y teléfonos celulares
  • Dar acceso (limitado, de mala calidad) a Internet (a precios abusivos)
  • Anunciar Raúl Castro que el actual sería su último ejercicio en el poder
  • Establecer que ningún dirigente pueda estar más de diez años en el cargo
  • Nombrar a un civil “no histórico” segundo al mando en el Estado y el gobierno
  • Autorizar a la casi totalidad de los cubanos, incluidos opositores, a salir al extranjero y regresar posteriormente a su país
  • Autorizar a (cantidades limitadas de) emigrados a regresar a vivir a Cuba
  • Realizar mensualmente reuniones periódicas del gobierno e informar sobre ellas y sus acuerdos (con información incompleta y confusa)
  • Pedir a los dirigentes que no se sientan capaces de cumplir sus obligaciones que renuncien, sin que se considere como algo vergonzoso.

Este conjunto de decisiones anteriormente mencionadas ¿conducen a la democracia y el Estado de Derecho? Ya sabemos que no, y se reitera una vez más.

Sin embargo, la pregunta sigue siendo: esas medidas, ¿son solamente cambios cosméticos o suponen algo mucho más serio?


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