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Periodismo de Barrio, Cuba, Prensa

Los peligros de “Periodismo de Barrio”

Los jóvenes de Periodismo de Barrio han dado a la nación una lección de civismo muy valiosa

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Confieso que he leído Periodismo de Barrio PB) solo ocasionalmente, a pesar de los regaños de mi hija por no hacerlo con más frecuencia. Pero lo que he leído me permite afirmar que es uno de los proyectos intelectuales y comunicacionales más interesante que se ha realizado en Cuba. Lo es por la profesionalidad de sus jóvenes activistas, por la elegancia de su prosa, pero sobre todo porque constituye el mejor intento de dar una voz a quienes no la tienen, justo a quienes una inteligente periodista de PB llama simplemente “los agraviados”. Es un periodismo investigativo que recorre lugares y situaciones que muchas personas no se imaginan puedan existir en la Isla, incluyendo a muchos cubanos. Es —y ese es su pecado— un desafío a un discurso oficial incontestado y arrogante que niega una realidad de pobreza y exclusión que cada vez gana más espacio sobre los escombros del sistema totalitario.

cPero PB no es una organización oposicionista. No aspira a cambiar al Gobierno cubano, sino a propiciar el cambio social acompañando críticamente las controvertidas reformas de Raúl Castro. En ese sentido ocupa una parcela en el campo político que he denominado como crítico/sistémico junto con Cuba Posible, Temas y otros grupos que aspiran al “perfeccionamiento” del socialismo cubano.

Por eso, la reciente detención de un grupo de estos nóveles periodistas cuando reportaba desde la devastada Baracoa no puede verse de otra manera que como otro paso en la escala represiva del Gobierno cubano. La represión siempre había existido, pero no se había ejercido directamente contra grupos como este que no solo no es propiamente oposicionista, sino que no ejerce presión directa por el control del espacio público más empírico: la calle.

PB ha replicado a la represión —que ha incluido una feroz campaña de descrédito en la prensa— con un documento valiente en que califica la represión ejercida en su contra como ilegal e ilegítima. Denuncia sus “arrestos arbitrarios”, pero también la situación alegal existente, donde incluye la propia pretensión monopolista del Estado. Cito un párrafo:

“Entendemos que el carácter público de la prensa en Cuba no queda garantizado solo por la titularidad gubernamental de los medios de comunicación. No es posible contar la verdad de Cuba desde una sola versión, o desde versiones unánimes, que equivaldrían a una sola. No cuando existen tantas versiones que divergen. Para que la verdad de Cuba sea la verdad de Cuba, la confluencia de las verdades de todos, tendría que ser una construcción colectiva donde participaran voces diversas con iguales derechos y deberes”.

Finalmente, PB reclama su derecho a la existencia independiente, y a recurrir a fuentes propias de financiamiento fuera de Cuba, para lo cual ha ofrecido un informe detallado de ingresos y gastos cuya rigurosidad debiera inspirar al poco transparente Estado cubano.

La situación generada en torno a PB ha generado muchas reacciones. Y por supuesto que cada cual es libre de vivir con la suya. Desde mi punto de vista los jóvenes de Periodismo de Barrio han dado a la nación una lección de civismo muy valiosa en momentos en que nuestra sociedad comienza a superar la fragmentación e inopia totalitarias que ha permitido su subordinación por décadas. Y por eso merecen respeto y solidaridad.

Pero al igual que la merecen CUBALEX, el Grupo Convivencia, los activistas de la MUD y de UNPACU, y cualquier otro grupo o persona que crea, como PB, que pensar libremente y obrar en consecuencia no es motivo de culpabilidad.

Esta es otra lección. Creer que guardar distancia de la oposición organizada salva los espacios de la represión, es no entender cómo funcionan los regímenes totalitarios. Estos regímenes no permiten las disidencias y van tras los rebeles, uno tras otro. O nos salvamos juntos o morimos unos detrás de otros. Y el último, como Niemoller, se dará cuenta de que no protestar oportunamente fue un costoso error político.


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