Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Mejores oportunidades

Cuando Cuba y el nuevo populismo pierdan su mito, ni Raúl ni Chávez podrán 'defender' el fortín como lo ha hecho Fidel Castro.

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Una época se acaba. Con el deceso inevitable de Fidel Castro, ni América Latina ni Cuba volverán a ser las mismas. El comandante siempre ha valorado las ideas —esto es, las suyas— por encima de las ideas prosaicas —esto es, las de la gente común. Como Cuba nunca satisfizo totalmente su ego monumental, buscó en todas partes y, en especial, en Latinoamérica.

En los años sesenta, Castro trató de exportar la revolución al crear o apoyar los movimientos guerrilleros. La estrategia, basada en su propia experiencia de la Sierra Maestra, en la cual un puñado de personas supuestamente derribó el régimen de Batista, fracasó con estrépito.

El guión fidelista ni siquiera hace justicia al triunfo de la revolución cubana. La compleja dinámica histórica había hecho vulnerable a la sociedad cubana y, con mayor inmediatez, el "llano" —la resistencia urbana— causó mucho más daño a la dictadura que el infligido por las guerrillas rurales.

Venezuela, entonces una democracia incipiente, y Bolivia, una sociedad con mucha movilidad desde la década de los años treinta, por ejemplo, rechazaron los esfuerzos inspirados por La Habana. Venezuela llevó a cabo una contrainsurgencia sin restricciones y la guerrilla de Ernesto Guevara nunca prendió en Bolivia. En 1988 estuve en Machu Picchu, Perú, y comprendí totalmente la insensatez del llamado del comandante a convertir Los Andes en la Sierra Maestra de América Latina. Para empezar, la geografía convertía la consigna en algo inútil.

En 1979, las guerrillas triunfaron en Nicaragua, pero sólo porque la estrategia sandinista se ajustaba a las circunstancias. Además, su revolución nunca alcanzó los altos grados de exclusión y represión que tiene Cuba. Aunque reacios a marcharse, los sandinistas respetaron los resultados electorales que pusieron fin a su gobierno en 1990. En Cuba, seguimos esperando…

Mares tormentosos

Castro, sin embargo, ha vivido lo suficiente para ver que América Latina ha dado un giro favorable a sus planes. En los años noventa, la democracia y los mercados eran dominantes. Ahora resurge un populismo que está destruyendo la democracia y reinstalando al Estado como centro de la economía. Hugo Chávez, el heredero a todas luces, compra aliados o los silencia, ya sea a través de los subsidios con petróleo barato o con la compra de bonos.

Sin embargo, casi nadie respeta a Chávez, mientras que, por el contrario, simpatizantes o adversarios sí respetan a Castro. Es posible que Rafael Correa, de Ecuador, no se incline mucho a seguir el liderazgo de Chávez. En Bolivia, la oposición y los aliados radicales del gobierno le están haciendo la vida difícil a Evo Morales. Aunque ahora estén en pleno auge, las políticas favorables al dominio estatal crearán, en su momento, un nuevo caos económico. Si se realizan con éxito, las reformas constitucionales propuestas por Chávez quizás requieran de una represión generalizada para imponerse.

Es decir, hay mares tormentosos en el horizonte. Pero, atiendan, demócratas: cualquiera que sea el destino de Chávez y de los otros, la ira ciudadana que ellos han explotado a su favor debe ser aún aplacada con justicia. Aunque se necesita mucho más aún, eso es exactamente lo que están haciendo Brasil y México al reducir la pobreza y expandir la clase media.

El gobierno interino de Raúl Castro no ha producido alivio económico alguno —ya no se diga político— al pueblo cubano. Se presentan, sin embargo, algunos indicios de cambio. No puede vislumbrarse otro comienzo que no sea la apertura de la economía, que será la que conduzca un día a las libertades políticas.

Una dictadura no da inicio a las reformas otorgando libertades. Tampoco hay garantías de que una economía más independiente provocará libertades políticas. Pero, aferrarse al statu quo, es el camino más seguro para el quebranto del régimen. Debido a esto último, puede ser que Raúl decrete reformas económicas, una vez que Fidel fallezca.

Escenarios y significados

Lo que suceda después es pura especulación. Dos de los escenarios posibles, una reestructuración económica radical bajo el dictado comunista o una transición democrática, significarían retos diferentes para América Latina.

-Aunque constituida como dictadura, una Cuba relativamente próspera, con menos desigualdades agudas que en otros países, podría mejorar la actuación económica de las democracias latinoamericanas.

-Una Cuba democrática, donde la libertad afirme la reconciliación nacional, puede revelar verdades incómodas sobre los costos humanos de la revolución que muchos latinoamericanos, especialmente de la izquierda, aún no han reconocido.

Una vez que suceda lo inevitable, Cuba y el nuevo populismo perderán su mito más imponente. Ni Raúl Castro ni Hugo Chávez pueden defender el fortín como lo ha hecho el comandante. ¿Quién aplacará a Chávez en momentos de crisis? Raúl tiene una idea mejor de sus propias limitaciones, lo que, dadas las circunstancias, podría ser una buena noticia.

Sí que se acaba una época. Ni Raúl ni Hugo son almas gemelas. Seguro que en Cuba surgirán oportunidades inesperadas. ¿Tendremos el valor de aprovecharlas?


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