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Mensaje a Menéndez

Cualquier diáspora tiene tanto el legítimo deseo de participar en la política, la cultura y la economía de la nación de origen, como la responsabilidad de comprender el país del que viene y exigir respeto por su historia y cultura

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En abril de 2009, el diplomático norteamericano Christopher Hill compareció en audiencias del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, para su designación como embajador norteamericano en Irak. La práctica de que todo embajador nominado responda preguntas de los senadores es una de las mejores tradiciones republicanas. En las repúblicas, los parlamentos juegan un papel relevante de consejo, supervisión y veto a las decisiones presidenciales como parte del balance y la división de poderes.

En Cuba, la práctica de nominar a los embajadores requiriendo su aprobación por el parlamento fue común a todos nuestros gobiernos no dictatoriales desde la Constitución de Guáimaro de 1869. Cuba, que necesita no sólo una reforma económica sino también reforzar su condición de república, debe contemplar el retorno a esa práctica, no como algo formal, sino como apertura a la participación de las diferentes instituciones y la sociedad cubana al diseño de su política exterior.

¿Cuál es el punto de enlace entre Cuba y la designación del embajador Christopher Hill como embajador norteamericano en Irak?, preguntará el lector. Un detalle, un pequeño detalle.

Explicando su disposición a encontrar soluciones ágiles, y en presencia del senador demócrata cubanoamericano Robert Menéndez, el embajador Hill dijo que había leído un libro titulado Mensaje a García. Según el embajador Hill, el libro trataba sobre un mensaje a un tal García, “un bandido en el otro lado de Cuba” durante la guerra “hispano-americana” de 1898.

El pequeño detalle es que ese supuesto “bandido” fue el Mayor General Calixto García Iñiguez, prócer benemérito de las guerras cubanas de independencia. Es entendible que un embajador norteamericano, con experiencias disímiles en Yugoeslavia, Corea y el Medio Oriente, cometa un error sobre la historia de Cuba del siglo XIX. Tal hecho no pone en duda su excelente carrera diplomática, pues Cuba no ha sido tema relevante a los efectos de su trabajo anterior ni al puesto que el Congreso le aprobó. Lo que es injustificable es que el senador Menéndez, quien farolea su cubanía siempre que defiende el nefasto embargo contra Cuba, permita que Calixto García Iñiguez, patriota reverenciado tanto en la Isla como en el exilio, sea calificado de “bandido”.

El león de Holguín

La frase “mensaje a García” es usada en el argot ejecutivo norteamericano como modelo del actuar resuelto y expedito en la solución de una misión. El uso se deriva de un texto de Elbert Hubbard a principios del siglo XX, que exalta esas cualidades de Andrew Rowan, encargado de llevar una carta del presidente McKinley al general cubano Calixto García, en vísperas de la guerra Hispano-cubano-norteamericana (No se permita más dejar fuera a los heroicos mambises).

No es de extrañar que el entonces teniente Rowan, al ser instruido por el Coronel Arthur Wagner sobre la necesidad de entregar un mensaje del presidente William McKinley a Calixto García, para coordinar el desembarco de las tropas norteamericanas en Cuba, preguntase lacónico: “¿Cuándo debo partir?” Rowan estaba en contacto con el Ejército Libertador cubano por años. La misión de llevar el mensaje al general García no fue su primer viaje a Cuba y estuvo facilitada por sus contactos con la Junta Patriótica Cubana en Jamaica.

El Senador Menéndez debe estudiar la historia del país que quiere “liberar”, o si la conoce, tener el valor de demandar respeto por la misma. Calixto García, el supuesto “bandido” referido por el embajador Hill, fue uno de los patriotas cubanos de más prestigio, educación y respeto en el Ejército Libertador. Era el hijo de Lucia Iñiguez, la que se negó a creer que Calixto estaba prisionero de los españoles hasta que supo que tenía un tiro en la barbilla pues intentó el suicidio antes de ser capturado. “Ese sí es mi hijo”, contestó.

General de las tres guerras por la independencia de Cuba, Calixto García se enroló en la lucha por la libertad de Cuba cuando tenía apenas dieciocho años. Bajo su mando, el ejército mambí tomó plazas importantísimas de Oriente como Guisa, Tunas, Holguín y Bayamo. Fue el jefe supremo de la Guerra Chiquita en 1880. En sus tropas peleó el hijo del apóstol de Cuba, José Martí Zayas- Bazán. Su jefe de Estado Mayor fue el graduado de la Universidad de Cornell, luego presidente de Cuba, general Mario García Menocal. En la historia militar cubana, García es considerado uno de los jefes más eficaces, particularmente por el uso de la artillería.

El escritor mexicano Carlos Fuentes ha dicho que el problema de Estados Unidos es que no recuerda la historia y el de América Latina es que no olvida nada. Toda la arrogancia de reducir al ejercito mambí a partidas de bandidos o guías de las tropas norteamericanas fue mera propaganda para justificar ante el pueblo norteamericano el escarnio del tratado de París y la imposición de la enmienda Platt a una nación que no debía a nadie su independencia. Como parte de esa subestimación a la nación cubana, y en una de las mayores humillaciones al nacionalismo cubano, el generalato norteamericano impidió a las tropas cubanas bajo el mando de Calixto García la entrada en Santiago de Cuba. El pueblo cubano no lo olvidó, lo que explica el apoteósico aplauso popular a la frase de Fidel Castro en 1959, “esta vez los mambises sí entraran en Santiago”.

Un mínimo de civilidad en el debate público exige que no cuestionemos el patriotismo cubano o norteamericano de nadie. No estamos en el corazón del Senador por Nueva Jersey para juzgar cuán cubano es. A diferencia de otros políticos cubanoamericanos que como Marco Rubio, hacen payasadas siniestras al llamado Tea Party, calladito ante el racismo anti-latino de muchos de sus partidarios, Menéndez ha rechazado la ley idiota de Arizona.

Reconocer esa conducta meritoria no implica sin embargo comulgar con la falta de juicio de Menéndez al aceptar insultos contra Cuba, sin usar el podio de su senaduría para refutarlos. Tanto en la historia de Cuba como en todos los documentos oficiales norteamericanos sobre la guerra de 1895-98, a Calixto García se le llama siempre General y se le trata como un hombre de honor. ¿Bajo qué premisas “Bobby” Menéndez, quien por oponerse se opuso a la eliminación de las restricciones a los viajes familiares, aceptó el insulto a Cuba que implica el llamar a Calixto García un bandido?

Derechos y responsabilidades:

En Irlanda, Japón, y Corea del Sur y muchos otros países, los emigrantes aportan capital financiero, humano y social que ayuda a la conexión de su país de origen en un mundo globalizado.

En términos culturales y políticos, la diáspora cubana ha aportado mucho a nuestra patria. Hablar de “nación y emigración” —como se hace en Cuba para calificar con tal nombre las reuniones con algunos representantes de su diáspora— es una falacia. La diáspora es parte de la nación, no importa si sus tendencias ideológicas o culturales son diferentes de las dominantes en la Isla. La declaración universal de derechos humanos le reconoce el derecho de entrar y salir a su país de origen sin limitaciones.

Pensar el nacionalismo cubano y latinoamericano del siglo XXI desde posiciones decimonónicas, en las que las fronteras culturales coincidían con las geográficas, es traicionar el espíritu creativo de sus fundadores. Excluir a las diásporas, cuando casi el veinte por ciento de los cubanos y sus descendientes viven fuera de la Isla, y Estados Unidos es el segundo país en número de habitantes hispano-hablantes, es empequeñecer el alcance de la integración nacional y regional. América Latina como conjunto de estados nacionales termina en el Río Grande y al sur del estrecho de la Florida. Como realidad cultural y política, incluye a las comunidades latinas de EE UU y Canadá.

Vivimos en un mundo globalizado con identidades múltiples que se superponen. Un cubano radicado en Estados Unidos o Suiza puede querer a Cuba como el que más, y como un buen ciudadano, contribuir a su patria de adopción. Son concebibles algunas situaciones en las que una identidad contradiga a otra, pero las potencialidades complementarias son mayores. Los cubanoamericanos podemos ser mediadores culturales, ayudando a construir puentes entre nuestras distintas identidades, ayudando a corregir versiones racistas y arrogantes de la historia, con las cuales no tenemos ningún compromiso.

En lugar de aguantar callado el insulto a Calixto García, el senador Menéndez debió defender el carácter honorable de los libertadores cubanos. Era lo más justo y beneficioso tanto desde la perspectiva cubana como norteamericana. Historiadores de múltiples tendencias, y nacionalidades como Emilio Roig de Leuschering, Herminio Portell Vila, Phillip Foner, Ramiro Guerra, Manuel Márquez Sterling y Louis Pérez, entre otros, se han referido al ejército mambí como la fuerza insurgente que era, tan respetable como el ejército independentista norteamericano de George Washington, cuando recibió el apoyo de la corona francesa en la campaña de Yorktown.

No hubo riesgo de que las tropas cubanas se dedicaran al saqueo, la venganza o el pillaje en Santiago de Cuba. El General Calixto García no era ningún bandido.

El deseo de las diásporas de participar en la política, la cultura y la economía del país de origen es legítimo y debe alentarse. Pero conjuntamente con los derechos, las diásporas tienen la responsabilidad de comprender el país del que vienen y exigir respeto por su historia y cultura. El senador Menéndez no ha pasado esa prueba. Si tiene miedo de identificarse como cubano, que se compre un perro. Si no conoce la historia de Cuba, que pregunte. Muchos cubanos pueden explicarle.



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