Actualizado: 23/04/2024 20:43
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| Opinión

Obama, Raúl Castro, Sudáfrica, Mandela

Nada más que un apretón de manos

Ni Obama ni Raúl Castro tenían tiempo para parpadear

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Un apretón de manos entre dos personas puede ser un gesto puramente cortés, el símbolo del logro de un acuerdo, o como dice Humprey Bogart al final de “Casablanca”, el comienzo de una bella amistad.

Entre esos significados caben infinidad de variantes posibles. Sin embargo, tratándose de juicios entre cubanos, es más probable aferrarse a extremos que buscar eventuales tonos grises para describir la escena que en veinticuatro horas dio la vuelta al mundo y que posiblemente dentro de veinticuatro más no trascienda mucho más allá del Teatro de Operaciones Militares de la Calle Ocho o de las barricadas anticastristas de Hialeah.

Raúl Castro rápidamente quitó temperatura al saludo, respondiendo a un periodista extranjero que fue algo “Normal, somos gente civilizada”. Sin embargo, de inmediato los apologistas de La Habana hablaron de la necesidad de normalizar las relaciones entre ambos países, recomendando como primer paso el canje del contratista norteamericano Alan P Gross por los espías de la Red Avispa, soslayando la verdadera obligación del régimen de normalizar sus relaciones con el pueblo cubano.

Una publicación tan respetada como “The Economist”, de Inglaterra, recordó otro apretón de manos entre Bill Clinton y Fidel Castro, donde no sucedió más nada, y destacó que “el rápido pero muy público” saludo de Obama y Raúl Castro “parecía una señal de acercamiento entre Estados Unidos y Cuba”, pero sin perder la perspectiva señaló que sería mucho más útil y esclarecedor buscar signos en las acciones de ambos gobiernos que en un saludo protocolar, destacando que: “Habría sido francamente grosero” hacia Raúl Castro “evitar el saludo, sobre todo en una ocasión en que Obama pronunció unas emocionadas palabras sobre el espíritu de reconciliación de Mandela”.

Interesante que, al menos durante las primeras horas, no apareciera ningún especialista en lectura de labios que nos permitiera conocer qué fue lo que se dijeron ambos mandatarios en siete segundos (traducción incluida), o que expertos en lenguaje corporal no dieran sus criterios, ya que ambas cosas habrían ayudado a llegar a conclusiones sobre un brevísimo encuentro que muy a la ligera ya algunos califican como “histórico”, y que no fue casual, lo que no existe en política, ni tampoco provocado por alguna de las dos partes o por las dos a la vez.

Sin embargo, más que esos matices, es importante destacar lo que no se puede pasar por alto en el homenaje a Mandela en Sudáfrica, y son las palabras del presidente Obama al dirigirse a los presentes:

“Hay demasiados líderes que aseguran ser solidarios con la lucha por la libertad de Madiba [Mandela], pero no toleran la disidencia en su propio pueblo”.

Palabras que, pronunciadas ante tiranuelos como Raúl Castro y Robert Mugabe, aún sin mencionarlos, tienen mucha más trascendencia, y expresan mucho mejor que un apretón de manos la opinión del presidente de Estados Unidos sobre líderes de quincalla que posan como demócratas, o hasta de propulsores de “cambios”, por permitir en su país algunos oficios medievales por cuenta propia y relajar —nunca eliminar— determinadas coyundas sobre la población, mientras cercenan libertades políticas y derechos humanos y reprimen violentamente a los opositores.

Por eso a los cubanos les sonaron tan huecas las palabras de Raúl Castro en la ceremonia de Johannesburgo, quien citando al Demagogo en Jefe recordó que su hermano había dicho en un momento: «Nelson Mandela no pasará a la historia por los 27 años consecutivos que vivió allí encarcelado sin ceder jamás en sus ideas; pasará porque fue capaz de arrancar de su alma todo el veneno que pudo crear tan injusto castigo; por la generosidad y la sabiduría con que en la hora de la victoria ya incontenible supo dirigir tan brillantemente a su abnegado y heroico pueblo, conociendo que la nueva Sudáfrica no podría jamás construirse sobre cimientos de odio y de venganza».

Generosidad y sabiduría de Mandela que ni Fidel Castro ni su hermano han mostrado durante más de medio siglo de dictadura, incapaces de arrancar de sus almas el veneno que las corroe, y donde los “cimientos de odio y de venganza” han sido la base y fundamento de su política y su hostilidad hacia los cubanos que piensan diferente: desde mítines de repudio o insultos y calumnias sin posibilidad de defensa, pasando por juicios amañados o negar el derecho a exiliados a regresar a su país, cesantear a opositores y familiares para después acusarlos de mercenarios o vagos, hasta imponerles larguísimas condenas de cárcel en condiciones infrahumanas o llevarlos al paredón de fusilamiento.

Quienes quieran dar toda la trascendencia que deseen al apretón de manos en Sudáfrica entre Obama y Raúl Castro están en todo su derecho. Quienes deseen especular a partir de este hecho, o incluso desarrollar teorías de la conspiración, también. Respeto todas esas posiciones.

Sin embargo, yo me quedo con algo que me parece mucho más concreto y real: que el Presidente de Estados Unidos expresó, ante ellos mismos, que en el mundo hay dirigentes que se expresan solidarios con las luchas de Mandela, “pero que no toleran la disidencia de su propio pueblo”.

Raúl Castro podría demostrar que no desea seguir perteneciendo a ese bochornoso grupo. Aunque dudo que sea capaz de hacerlo.

Barack Obama será visto como un presidente que le dio un apretón de manos a Raúl Castro, y éste como un líder de pacotilla, de esos que “no toleran la disidencia de su propio pueblo”.


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