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Cuba, Miami, Exilio

Otaola frente al Papa, un excelente espectáculo

Es muy arriesgado decir en Miami que algo malo de Cuba no es verdad, porque todo lo malo de Cuba se queda corto, aunque no sea cierto

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El exilio cubano está dolido. Una vez más. Se duele con los presidentes, con los artistas, con la prensa, con las películas y hasta con las noticias cuando no son de su agrado.

El origen de todo ese dolor es el sentimiento patriótico. Y ese sentimiento patriótico, expresado inequívocamente, siempre con razón y oportunamente, ha sido insultado nada más y nada menos que por el Papa. ¡El papa Francisco, el argentino, ese que es medio rosadito ha despreciado al exilio cubano! ¡A denunciarlo!, grita el exilio. O no todo el exilio, es una generalización infundada. El exilio al que no le gusta que le digan, nunca, que está equivocado.

Los sucesos del pasado 24 de octubre a la entrada de la Plaza de San Pedro, se iniciaron aproximadamente un mes antes en Miami. Ese día, el 19 de septiembre, el exitoso influencer Alex Otaola convocaba a una protesta en la Ciudad del Vaticano. Con su innegable talento, animaba a una protesta política, “Exigiendo el fin del Genocidio [así en mayúscula como si fuera un nombre propio] en Cuba”.

Yo creo que Otaola se emociona sinceramente por su país, que es también el mío, lo que pasa es que, en su frenesí comunicacional, escuchando sus propias palabras, se confunde. No es su culpa solamente, es la culpa de la audiencia que lo lleva poco a poco a ser impreciso hasta el absurdo.

Con todo respeto, ¿cuál es el genocidio en Cuba? “Genocidio”, según la Academia de la Lengua quiere decir “exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. Genocidios hubo en Armenia, por los turcos; en Srebrenica, contra los musulmanes, el de Ruanda contra los tutsis, las deportaciones de pueblos en la Unión Soviética fue un genocidio y claro, lo fue el Holocausto contra los judíos. Hay una lista extensa que puede consultarse. Pero hasta hoy, el genocidio cubano no existe.

Es muy arriesgado decir en Miami que algo malo de Cuba no es verdad, porque todo lo malo de Cuba se queda corto, aunque no sea cierto. Aunque es también posible que la conspiración del silencio contra los “cubanos de verdad”, sea un hecho. Y todos los países se hayan puesto de acuerdo para ocultar dicho genocidio, incluido el papa Francisco.

Pero siendo precisos, desde que los servicios de la policía italiana, a cargo de la protección del Vaticano, viera de que se trataba una protesta contra el Genocidio cubano y escuchó a Alex Otaola en su encendida convocatoria de la misma, le pusieron atención.

El papa Francisco dedicaba ese día a la Oración del Ángelus. Dura unos 20 minutos. Y la protesta no iba a ser permitida, se los comunicó el Estado Vaticano. Con pocos días de antelación al viaje, algo poco cortés, pero se lo dijeron. Y esta fue la razón escueta: “Las protestas políticas no se permiten en la Plaza de San Pedro, no importa su naturaleza o característica ideológica. Aunque el Vaticano está en contra de cualquier forma de represión o falta de libertad, no permite el uso de la Plaza de San Pedro para fines políticos”, según un artículo en Exaudi, una agencia de noticias internacional católica.

Pero el escándalo le viene mejor a la publicidad. Al prohibir la entrada en la plaza a los manifestantes, se convirtieron en noticia internacional, y Alexander Otaola se posicionaba directamente frente al Papa. Él y el Papa. Le felicito por su éxito mediático, pero lamento mucho las omisiones y subterfugios que utilizó para lograrlo. Porque lo sabía. Se lo habían dicho claramente desde El Vaticano. Los reproches —con esteroides— al papa Francisco se han multiplicado en los medios sociales, y en la prensa local en general. El hecho ha resonado en la prensa internacional. Quienes critican normalmente a la Iglesia católica por su diferente religión o credo, se han extremado ahora, utilizando un tema político como excusa, para insultar al Papa. Mientras los católicos defienden a Francisco con amor. Otaola calificó la prohibición de entrar a la Plaza de San Pedro como una vergüenza y prometió luchar incansablemente por una carta de disculpa de “la cúpula” del papado. Le deseo mucha paciencia en esa lucha.

Toda protesta cívica por la solución del problema cubano es intrínsecamente sana y bienvenida. Pero hay que tener sentido de oportunidad y de decencia. Haber llegado allí sin revelarles a los participantes, llenos de emoción, que no podrían entrar a la plaza, es un insulto; sentirse avergonzado de improviso allí, una simulación, y sacarle partido mediático una infamia. Y con lo inteligente que es.


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