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Otero Alcántara, Cuba, San Isidro

Otero Alcántara no se muere en Cuba… ¿y ahora qué?

El dilema constitucional sobre libertades artísticas e individuales no es el principal problema del gobierno cubano en este momento. Lo es su ineficiente economía

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Luis Manuel Otero Alcántara, artista opositor cubano, ha dejado su huelga de hambre y sed en La Habana. Fue ingresado en la madrugada del domingo en el hospital Calixto García mediante acción policial, y se acaba de publicar una “fe de vida” solicitada por familiares y amigos. En dicho video, Otero Alcántara habla muy bien de la atención médica que recibe, diferenciándola de “otras actividades” de las fuerzas del gobierno, como las de la seguridad del Estado.

Con un jovial temperamento, hasta le arregla el cuello de la camisa al doctor Ifrán Martínez, que comparte su aparición desde el hospital. Esto tal vez no les guste a quienes “lo dirigen” desde afuera, como Karla Velázquez Figueroa, jefa del programa Cuba del Instituto Nacional Demócrata, dice públicamente en una conversación, aunque a mí, por el contrario, me da confianza en la autenticidad y franqueza de su conducta, tanto opositora como personal.

El precio, proclamado para dejar su huelga, era que el gobierno le devolviera sus obras, confiscadas a mediados de abril, y que, como indemnización por las dañadas, le entregaran 500.000. Pero no va a ser así. Se acabó la huelga que lo iba a hacer morir para convertirlo en héroe.

Yo pensaba diferente. Pensé que al gobierno cubano le saldría más a cuenta dejar que siguiera la huelga hasta que la dejara —como las más de 20 huelgas de hambre del ya no tan notable opositor cubano Guillermo Cocó Fariñas de las que siempre salió vivito y coleando— o que muriera, como Bobby Sands y otros nueve nacionalistas irlandeses en 1981, por voluntad propia, o Holger Meins en la República Federal de Alemania en 1974 o el opositor cubano Orlando Zapata, fallecido tras una huelga de hambre de 82 días en el año 2010.

Pero el gobierno cubano fue más inteligente que yo, y obviamente más informado sobre las consecuencias que le traería dejar morir a Otero Alcántara, sobre todo con una administración Biden que marcha —sin ninguna prisa y muchísima pausa— en sus promesas preelectorales de volver a la política de Obama con Cuba.

Pero la huelga de hambre, el traslado de Otero Alcántara al hospital, y su amable fe de vida, —que ya trae especulaciones y reinterpretaciones políticamente correctas en esta especie de zoológico psiquiátrico que es a veces el Miami cubano— son solamente la parte pintoresca del verdadero asunto.

Porque el verdadero asunto sería que cómo es posible que un movimiento cívico de protesta, o un “golpe suave” orquestado en el extranjero —como lo llama el gobierno cubano— se haya podido mantener vigente y crecer desde 2018 cuando surge la protesta de Otero Alcántara por la firma del Decreto 349, que limita la libertad artística en Cuba. Dicho decreto exige la aprobación institucional para que los artistas puedan presentar su trabajo al público. Además, habilita a inspectores que podrán terminar una exposición o un concierto si entienden que estos no están acordes con la política cultural de la Revolución.

Es decir, el Decreto 349 establece al Estado cubano como juez de quién puede ser artista y quién no, y lo peor: contradice el artículo 54 de la Constitución cubana, promulgada un año después, en 2019. El artículo 54 garantiza la libertad de expresión al ciudadano cubano. ¿Es una manifestación artística parte de la libertad de expresión, o no? ¿Existe la expresión artística y cultural fuera de las instituciones gubernamentales? Obviamente sí, en la Cuba actual no.

Ese dilema constitucional sobre libertades artísticas e individuales no es el principal problema del gobierno cubano en este momento. Lo es su ineficiente economía —el empobrecimiento real del ciudadano de a pie— la tensa lucha diaria por la vida, y la pandemia cobrando vidas, a la espera de la vacuna nacional Soberana. Pero ya en las calles se ven protestas populares en las que los ciudadanos, con todo derecho, apelan a la libertad de expresión que les confiere el artículo 54 de la Constitución. Y se ven manifestaciones populares de solidaridad con Otero Alcántara, no enormes, pero tampoco pequeñas, de cubanos muy jóvenes y muy libres existencialmente, que reclaman su espacio de libertad en la tierra que los vio nacer. ¿Dónde más lo iban a reclamar?

El “problema San Isidro” ha sido muy mal manejado por el Estado cubano desde el inicio. Otero Alcántara empezó hace tres años su protesta simplemente por un decreto, el 349, pero ya pide democracia y libertad. El gobierno cubano dice que es dirigido desde el extranjero por el National Democratic Institute de Madeleine Albright. Es muy posible. Pero tal vez no sea importante quien lo dirige, sino el espacio creado por el Estado cubano para que la protesta de Otero Alcántara progrese. ¿Cuándo le dan el alta?


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