Actualizado: 15/04/2024 23:17
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| Opinión

Fallecimiento, Fidel Castro, Cuba

Para recordar en tiempo de rumores

En el caso cubano, estamos ante la presencia de un rumor que se alimenta de otro rumor, que lo precede en décadas

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Un recurso frecuente, cada que vez que ha brotado el rumor de la muerte de Fidel Castro, ha sido el intentar comparar la situación actual con lo ocurrido a otro déspota célebre.

Entonces se escucha repetir una y otra vez que “los comunistas ocultaron por semanas o incluso meses la muerte de Stalin, porque esa es su forma de comportarse”.

No es cierto. Si bien la muerte de Stalin aún deja la posibilidad de más de una conjetura —¿fue dejado sin atender a propósito o por miedo?—, la cronología de los hechos ha sido establecida de forma precisa.

Por supuesto, esto no aclara en nada la pregunta de si Castro está vivo, agonizando, en condiciones que hacen imposible su presentación pública, pero que no necesariamente implican una muerte inminente —conjetura a la que me inclino— o simplemente se trata de repetir la puesta en marcha de una táctica de guerra psicológica empleada con anterioridad por el régimen (no parece ser este el caso).

Por lo pronto, vale la prensa recordar brevemente lo que ocurrió entonces en la desaparecida Unión Soviética:

El 17 de febrero de 1953 Stalin recibió en su oficina del Kremlin al embajador de la India, Kumar Menon. Fue el último día que pasó en su oficina y el embajador indio el último extranjero que lo vio con vida.

En la noche del 28 de febrero al 1 de marzo Stalin sufre una hemorragia cerebral, de la que no se recuperará, en una dacha de las afueras de Moscú.

Los escoltas se deciden finalmente entrar a sus habitaciones en la tarde del domingo 1 de marzo y lo encuentran inconsciente en un charco de orina. No es hasta la noche que llegan los médicos.

El 3 de marzo el célebre cirujano A. L. Myasnikov diagnostica que la muerte es inevitable.

El 4 de marzo se anuncia a la población que Stalin está gravemente enfermo, pero no se dice una palabra sobre su posible sucesor o la formación de un nuevo gobierno.

El 5 de marzo Stalin muere a las 9:50 P.M. (21:50). Esa noche se celebra una reunión conjunta del Comité Central del Partido, el Consejo de Ministros y el Soviet Supremo, donde se anuncia que Stalin no podrá seguir gobernando y se aprueba la distribución de cargos que el círculo íntimo del dictador soviético había preparado apresuradamente en los dos últimos días. La mayoría de los participantes en la reunión no saben que a esa hora Stalin ya está muerto.

Luego de la reunión, se informa al diario Pravda de la muerte de Stalin. Se anuncia el inicio de las honras fúnebres y el entierro para el 9 de marzo.

Durante años existieron leyendas y rumores de que Stalin había muerto meses antes, e incluso circulo la versión de que el embajador indio no había visto al dictador sino a un doble. Desaparecida la Unión Soviética y desclasificados miles de documentos, las fechas permanecen.

En el caso cubano, estamos ante la presencia de un rumor que se alimenta de otro rumor, que lo precede en décadas.

¿Qué se puede deducir de todo ello?

La muerte de Stalin fue sorpresiva. Gozaba de relativa buena salud —problemas de presión alta y otros, pero no en franco deterioro físico y mental— y estaba en pleno ejercicio del mando.

Fidel Castro está retirado de la atención de los asuntos inmediatos del poder desde hace años. Incluso todo indica que durante el último año —quizá algo más— prácticamente ha estado retirado por completo y el país en manos de Raúl por completo.

La negociación entre Washington y La Habana, que se extendió por 18 meses, ha sido obra de Raúl, no de Fidel.

No hay por lo tanto que trazar apresuradamente línea de sucesión, como en la URSS. Todo ello ya está hecho. No hay sorpresas a la vista.

El gobierno cubano no va a ocultar su muerte ni a demorar la noticia más allá de lo indispensable para la puesta en marcha del mecanismo de seguridad y alerta militar previo al anuncio, así como llevar a cabo las pautas de comunicación indispensables en estos casos, al igual que ocurre en cualquier otro Estado. Este mecanismo de seguridad ya está establecido y ensayado, y requiere de pocas horas para entrar en funcionamiento.

El anuncio se hará oficialmente por todos los canales de comunicación, y lo hará el presidente del país, Raúl Castro.

Cuba no va a anunciar la agonía de Fidel Castro, sino su muerte.

El régimen cubano ha estado dando señales inequívocas de un deterioro en la salud de Castro. No ha estado mintiendo al respecto. No ha falsificado mensajes, cartas ni “Reflexiones”. En este sentido, puede decirse que viene llevando a cabo una preparación para la noticia.

Que Fidel Castro “no puede aparecer en público” es algo sabido en la Isla.

Estados Unidos y Cuba llevarán a cabo una ronda de conversaciones en La Habana entre el 21 y 22 de enero. Esta se la única noticia firme hasta el día de hoy, más allá de cualquier rumor.

Aunque las conversaciones girarán sobre migración —un tema recurrente entre ambos países— también serán un primer paso en la normalización de relaciones.

La delegación estadounidense estará presidida por Roberta Jacobson, la diplomática de más alto rango para Latinoamérica de Estados Unidos.

Puede considerarse que no son conversaciones a los más altos niveles, pero sí a un alto nivel. No van a llevarse a cabo en medio de un funeral o a los dos o tres días de un funeral.

El funeral de Fidel Castro ocupará posiblemente toda una semana.

Esto pone una fecha límite al anuncio de una supuesta muerte de Castro: mañana o el resto de la semana. A más tardar tres días.

Que Fidel Castro no esté en condiciones de aparecer en público no altera en nada la marcha de las conversaciones, ni los estadounidenses tienen por qué preguntar por las condiciones de Fidel Castro ni es asunto a tratar oficialmente, porque él no ejerce cargo público alguno. Lo demás son las posibles conjeturas.

Cuba podría haber prorrogado la fecha de las conversaciones. No hacerlo inclina a pensar que la muerte de Castro no se espera en las próximas semanas. Tendría que ser en cuestión de horas.

Si Cuba hubiera aplazado el inicio de las conversaciones, habrían razones para sospechar de esa agonía.

La supuesta preparación de una bóveda en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, es material para alimentar un rumor, pero no un dato confiable para fundamentar un fin inminente..

Hasta ahora estamos solo ante la presencia de un rumor, que gira fundamentalmente alrededor de una cifra “mágica”: hoy se cumplió un año de la última aparición pública del exgobernante. Pero ello no indica de por sí un pronto final. Si se enfatiza otra fecha, agosto del pasado año, cuando recibió en su casa a un niño que colecciona sus fotos y a su familia, el tiempo se reduce a varios meses.

El otro dato significativo es la ausencia de fotos con “Los Cinco” o de un mensaje al respecto, pero ello apunta más bien a la tesis de incapacidad, no de desaparición física.

Estaríamos entonces ante una jugada perfecta de Raúl Castro: la reafirmación de que solo él es quien cuenta actualmente en la Isla, tanto para recibir a “los héroes” como para “discutir con los americanos”. Ah, y por supuesto, Fidel Castro no puede hacer nada para impedirlo.

Así que si Fidel Castro está vivo, si muere mañana, dentro de uno o dos meses, pasa a un lugar secundario para el destino presente de Cuba. Nada va a cambiar de inmediato. Lo demás es pompa y circunstancia.


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