Por qué me agrada el komsomol Carromero
Ángel Carromero contará en un libro su versión de lo que le ocurrió en Cuba
Ángel Carromero, cuadro juvenil del Partido Popular español, continúa plantado en España frente a la dictadura castrista con la misma entereza que durante su enjuiciamiento en Cuba. La editorial Anaya acaba de anunciar que pronto saldrán 15 mil ejemplares de un libro que escribió Carromero y lleva, como título provisional, Muerte bajo sospecha.
Sin miedo y sin tacha, Carromero se empina para dar a imprenta “toda la verdad” sobre su caso, porque así golpea más duro al castrismo que planteándolo ante los tribunales como violación de rango constitucional. Así podría corregir el desatino de la familia Payá, que se lanzó a una querella absurda por delito de lesa humanidad. Carromero solo tiene que demostrar que las autoridades cubanas obtuvieron su confesión por coacción y eso es tan inconstitucional en España como en la propia Cuba.
Carromero le contó al periódico El Mundo que “me mantuve firme hasta el final. Nunca impliqué a nadie de mi partido, ni a nadie del gobierno, ni les di la información que me pedían.” Esa firmeza pasó la prueba crucial de rajarse y dar a Castro “una coartada perfecta para ocultar la muerte del único opositor que podía liderar la transición democrática en Cuba.”
Carromero se aterrorizó con la crueldad de los agentes de Castro: “Uno de ellos empieza a darme bofetones. Luego un hombre, que se identifica como un perito, me dice: «Eres muy joven para quedarte aquí. No te va a pasar nada si dices que te caíste (sic) por un terraplén.” Y entonces se le olvidó que nada más por insinuar lo que estaba pasando a los cónsules que lo visitaron en las prisiones de Bayamo y La Habana, el escándalo diplomático hubiera sido de vigueta.
Carromero entero
El joven político español declaró haber estado “seguro de que me iban a matar”, pero no se rebajó a textearlo, sino que “por eso mandé un SMS de socorro en el que alerto de que estamos rodeados de militares.” Carromero arrostró solito el peligro de muerte: “Solo pude ver al cónsul general [Tomás Rodríguez] meses antes del juicio y nunca a solas. Siempre había un teniente coronel delante”. Y por eso olvidó también que el cónsul Álvaro Kirpatrick lo visitó dos veces en Bayamo y Rodríguez, enseguida que lo trasladaron a La Habana. Para no enfadar a los coroneles cubanos, no dio una sola queja ni a Kirpatrick ni a Rodríguez.
Sin perder la entereza, tampoco se quejó al hablar “con mi madre y con mi mejor amigo por teléfono una vez al mes.” Y declaró que “a mi abogado lo vi una vez el día antes del juicio y pude hablar con él a solas 60 segundos por el descuido de un coronel. En ese momento le dije: Pepe, en España saben que no ha sido un accidente, ¿verdad? Él me contestó que sí, pero que me mantuviera en la versión oficial.”
José María “Pepe” Viñals, del bufete madrileño Lupicinio Abogados, coordinó la defensa de Carromero con Dorisbel Rojas y Alejandro Millares. Sobre estos dijo a Diario Jurídico (España): “Han defendido con muchísima valentía, siendo ellos cubanos, y de forma muy independiente y muy profesional.” En el programa radial “Herrera en la Onda” (Ondacero, España), Viñals puntualizó: “Yo estuve en el juicio el día 5 de octubre, como representante de la familia y pude verle el día anterior.” También declaró al periódico español ABC: “Las veces que tuve la oportunidad de ver a Ángel se encontraba bien físicamente y no se quejó del trato. Los abogados pudimos estar a solas con Ángel mientras duró el procedimiento y preparar con él la defensa.”
Carromero el Único
Lejos de la entereza de Carromero, Viñals añadió: “Organizamos un equipo en España y en Cuba y presentamos unas alegaciones preliminares a las conclusiones de la fiscalía. Entonces nos presentamos en el juicio, que duró más de 11 horas (…) Había tres cámaras que lo estaban grabando absolutamente todo y por circuito cerrado las imágenes se retransmitían a casi 50 periodistas acreditados.”
Carromero dejó bien claro que el juicio fue una farsa: “La defensa no tuvo acceso ni al coche ni a ningún testigo. Fue una pantomima, los testigos llevaban las declaraciones escritas en la palma de la mano.” Al salir del juicio el cónsul general Rodríguez dijo a EFE, por pura diplomacia, que había sido “correcto, limpio y procesalmente impecable”.
Antes que solicitar la prueba clave de su inocencia —el dictamen pericial de que otro auto embistió al suyo por detrás— para convertirse de acusado en acusador y hacer historia, el komsomol del PP se sacrificó para hacer novela, por entregas que principiaron en The Washington Post a los dos meses de regresar a España y pasarían por diversas apariciones mediáticas hasta desembocar en el libro que sepultará las mentiras de la dictadura.
Carromero no alegó en juicio tal embestida ni pidió el peritaje de cajón para demostrarlo. Quizás la impresión de hallarse a solas con Pepe y los abogados cubanos, sin coronel delante, impidió a todos percatarse que la ley procesal cubana dispone “el dictamen pericial (…) para conocer o apreciar algún hecho de importancia” (Artículo 200). Y “si la prueba ha de practicarse a instancia de parte, ésta expresará con toda precisión, al proponerla, los particulares que habrán de ser objeto de dictamen” (Artículo 209). Carromero y sus abogados solo tenían que proponer que comprobaran el impacto en la defensa posterior de otro carro, sin tener que abundar en que era “de la comunista” y venía persiguiéndolos por el tramo despoblado de Las Tunas a Bayamo.
Incluso “rendido el dictamen, si la autoridad actuante, por sí o a instancia de parte, considera necesario obtener alguna aclaración o ampliación, puede exigirla de los peritos, así como hacerles las observaciones que se estimen convenientes, de todo lo cual se dejará constancia en el acta” (Artículo 209). Esto lo pudo hacer la defensa nada más que recibió las conclusiones provisionales de la parte acusadora, pero…
Carromero en juicio
Viñals y los dos abogados cubanos se empeñaron en otras cosas: “Revisamos el informe pericial coordinado por la fiscalía y realizado por la policía y empezamos a ver que había ciertas contradicciones (…) Entonces planteamos nuestra defensa.”
- Según la fiscalía, Carromero iba a unos 100 km/h y el accidente tuvo lugar en un terraplén, donde el límite máximo son 60 km/h. La defensa replicó que “era un tramo de vía sin asfaltar,” donde se permiten hasta 90 km/h. Viñals precisa que “nuestros análisis, llevados a cabo por peritos cubanos y expertos en accidentes de tránsito, [dieron que] Carromero iría entre 64 km/h y 83 km/h.”
- Según la defensa, “la señalización de la vía era deficiente. Sólo había una señal [de aviso] a 60 cm de altura, [que] las normas internacionales [prescriben como] mínimo, a 1,50 m. Además, no está claro a qué distancia de las obras estaba esa señal, porque era móvil.”
Viñals se reviró tímidamente como acusador: “Localizamos posteriormente la señal, le hicimos fotografías y a nuestro parecer, era ilegible. [N]o era tanto que Ángel pudiera ir a una velocidad más allá de la indicada, sino que había un tramo que estaba en reparación y no se había señalado [bien].” Sin coronel delante, Carromero no le pidió a Viñals alegar también que un coche azul embistió por detrás. Sacrificó esta alegación de inocencia para exponer al mundo que la dictadura castrista está ya en la fase terminal: sus servicios secretos cometen asesinatos políticos y dejan vivos a testigos para que hagan el cuento.
Carromero no podía resignarse a ir contra Castro por el flanco que indicaba Viñals: “Si este mismo juicio [en Bayamo], con las pruebas y periciales presentadas y tal y como fue la defensa en el juicio, hubiese tenido lugar en España, no hubiera habido motivación suficiente como para condenar a Ángel Carromero [y] por eso nosotros pedimos la absolución.”
El tribunal lo encontró culpable y lo condenó a cuatro años. La sentencia podía recurrirse, para dejar bien sentado que Carromero se consideraba inocente y culpaba del accidente al gobierno de Castro por mala señalización de la vía, pero esto implicaba unos meses más preso en Cuba. Viñals aclara: “Ángel y la familia tomaron la última decisión de no iniciar el recurso.”
Por la causa del anticastrismo, Ángel Carromero, komsomol del PP español, quedó entonces convicto y confeso de matar accidentalmente a un padre de familia, pero se sacrificó así para entrar después en alianza mediática con esa misma familia. Este sacrificio le permitió regresar lo antes posible a España y preparar bien la acusación contra Castro por doble asesinato político para dar ejemplo de internacionalismo anticastrista. Iría dando los detalles poco a poco y llegaría hasta declarar que a Payá lo “llevaron al hospital [con] una jeringuilla clavada en la ingle.” Ahora llegó la hora de contarlo todo en un libro.
Coda
El 24 de octubre de 2012, a los tres meses de la tragedia, la familia Payá vino a divulgar el SMS que había pasado el otro sobreviviente, Aron Modig, el cual rezaba: “Ángel dice que un auto nos golpeó y nos sacó de la carretera.” La fuerza probatoria de este mensaje frente a la versión oficial es devastadora: Carromero sigue siendo el único testigo de que otro auto estuvo involucrado.
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