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Elián, Exilio

Remember Elián

Los actores políticos prefirieron dar tángana en un caso perdido de antemano por imperativo del Derecho de Familia

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El 22 de abril de 2000, un comando de la Unidad Táctica de Patrulla Fronteriza (BORTAC) irrumpió de madrugada en casa [2319 NW 2da Ave, Miami] de los parientes de Elián González Brotóns y cuatro horas después, el niño abrazaba a su padre, Juan Miguel González, en la base aérea Andrews. Una foto de la reunificación salió al día siguiente y los parientes de La Pequeña Habana no vacilaron en tacharla de falsa, porque Elián sonreía (The Miami Herald, 24 de abril de 2000, página 7A).

A distancia crítica del problema cubano, el columnista Richard Cohen (Washington Post) resumió así el diferendo: “Elián se ha comportado como un niño de seis años; Juan Miguel, como un padre. Y la mayoría de los políticos, como idiotas”.

Luego de dos días entre tiburones y delfines, sin quemaduras ni llagas propias de un balserito bajo el sol tropical, el niño próximo a cumplir seis años fue rescatado en pleno Thanksgiving, el 25 de noviembre de 1999. Según Guillermo Cabrera Infante, los santeros declararon que era un Eleguá y Fidel Castro se caería si Eliancito se quedaba en el exilio. El 5 de diciembre Castro principió su “batalla de ideas”, que agudizó la politiquería en que acostumbran a incurrir los bandos encontrados del problema cubano por cualquier motivo.

La madre

Luego de que las superabuelas de Eliancito dieran el parte —en la Mesa Redonda de la TV cubana— sobre el viaje a EEUU y el encuentro con su nieto, al amparo de la monja Jeanne O'Laughlin, rectora de la Universidad Barry (Miami), Granma fue autorizado a informar que la finada madre del niño, Elizabeth Brotóns, había sido forzada por su cónyuge, Lázaro Munero, a enrolarse en la trágica aventura balsera. La televisión remacharía con dos episodios de singular patetismo.

Los intelectuales Cintio Vitier, Roberto Fernández Retamar y Raúl Suárez abundaron en la excusa de que Brotóns había actuado bajo coacción de Munero y entonaron un canto de honor a la mujer cubana, con intención de lavar el tanto de culpa de Brotóns en la tragedia.

Una amiga allegada fue entrevistada en vivo y a la pregunta de por qué Brotóns había preferido al “escoria” Munero por encima del revolucionario Juan Miguel, respondió: “Bueno, usted sabe bien cómo son esas cosas: escobita nueva barre bien”.

Los olvidados

Tras zozobrar la embarcación en que venía Eliancito con su madre, ahogarse ella y otros diez, así como salvarse él, Arianne Horta y Nivaldo Fernandez-Ferra, las celdas del Combinado Sur (Matanzas) acogieron a Leonel Gregorio y Víctor Pupo Rodríguez, por haber fabricado el bote de aluminio y venderlo en cinco mil pesos; Pedro Hernández Santos y Julio Regalado García, por esconderlo en casa y trasladarlo hasta la costa, respectivamente; Jorge Luis Chau Muñiz, por haber llevado en su carro a Munero hasta el lugar de partida y Francisco Gutiérrez Pérez, por arreglar el motor del bote —que a la postre se rompió en medio del mar— a cambio de $210 y una caja de cervezas.

La idiotez de la amalgama

Al hacerse pública la reclamación de Eliancito por su padre, una bandería razonablemente anticastrista hubiera convocado a una vigilia nocturna en la Ermita de la Caridad, con velas y llantos por el retorno del niño al infierno, para dejar a Castro encuero.

Sin embargo, los actores políticos prefirieron dar tángana en un caso perdido de antemano por imperativo del Derecho de Familia. De este modo sirvieron en bandeja otro pretexto más para que Castro echara a andar su maquinaria de agitación y propaganda con igual politiquería, pero siempre con ventaja, derivada de la misma situación que hace más de setenta años José Lezama Lima echó de menos: “La buena guerra, la total, la llevada hasta el exterminio, sangre y espada totales, no aparece por ninguna parte.” Este vacío suele llenarse amalgamando la política con cualquier cosa que aparezca, desde un accidente hasta un libro.


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