Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Réquiem para los atrincherados

Cierta porción de la intelectualidad cubana de 'adentro' está dejando pasar la oportunidad de prestar un valioso servicio a su país.

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Ahora que nuestros intelectuales de "adentro" bailan como el oso por su caramelo, cometiendo declaraciones y conferencias con muchas más palabras que ideas, resulta imposible no volver a recordar aquella obviedad según la cual todo lo que un ser humano escribe (o cuchichea) depende del tipo de ser humano que es.

También es buen momento para reparar en el hecho de que el futuro (y el presente) de más de once millones de cubanos se encuentra hoy en el pico del aura, y que mientras unos cuantos entre nosotros nos miramos el ombligo y pasamos las horas sacando al sol trapos mohosos, hay muchos por ahí que bien sea con buenas, regulares y hasta malas intenciones, se esfuerzan por hacer lo que nosotros debiéramos y no hacemos: analizar, sopesar, debatir, proponer alternativas que ayuden a encontrar la salida de este largo y ominoso túnel, el más largo y ominoso en toda nuestra historia después de la Colonia.

La pregunta esencial tal vez podría ser: Si la gente que supuestamente piensa en Cuba no es capaz de pensar y de expresar en alta voz lo que piensa sobre la encrucijada política, económica, cultural en que nos encontramos metidos ahora mismo, ¿entonces qué es lo que piensa y aun para qué sirve lo que piensa la gente que supuestamente piensa en esta isla?

Más útil nos resultaría dejar a un lado de una bendita vez las posiciones idiotalógicas. No hay trinchera (de piedras pero tampoco de ideas) que valga para mucho en casos como el nuestro. Las trincheras no son sino eso, trincheras, refugios, recovecos defensivos a ultranza, abrigos impermeables. Cuando la realidad es laberíntica y aplastante, a las ideas les corresponde ser vehículos para cambiar la realidad. Siéndolo, se defienden por sí mismas, sin necesidad de atrincherarse. Si no pueden defenderse así, entonces debe ser porque no son buenas ideas. Y menos lo serán atrincheradas.

A la sombra de su estéril parapeto, cierta porción de la intelectualidad cubana de "adentro" está dejando pasar la oportunidad de prestarle un muy valioso servicio a su país. Parte el alma verlos en la actitud de pichones, con la boca abierta, viviendo de migajas que al parecer los hace sentirse superiores al resto.

La crema del intelecto

Entretanto, desde lejos, analistas de todas las tendencias, con enfoques más y menos acertados, y con las más diversas intenciones (buenas, regulares y hasta malas), tratan de explicarse y de explicar las peculiaridades de nuestra realidad, a la vez que se deshacen en pronósticos muchas veces descontextualizados.

Por una parte, las viudas de Stalin, que luego de la sucesión dinástica han comenzado a ver en la Isla reformas y mejoras que el pueblo no ha visto y que insisten (desde su plato repleto) en lo bien que nos vendría conservar la economía planificada, centralizada y monopolizada por burócratas y momias de la política.

Por otro lado, los pajizos mentales del neoliberalismo, ansiosos por vernos metidos hasta las verijas en reestructuras económicas concebidas a lo bestia, como para indígenas tercermundistas que según ellos no pueden aspirar a más que a capturar el pan de hoy asegurando el hambre de mañana.

Por suerte, entre unos y otros no faltan los estudiosos serios y atinados, ni son pocos los que aun quedando a medias en sus análisis, los proyectan desde los mejores propósitos y con el mayor conocimiento de causa que les llega a mano.

Los que no pinchan ni cortan en esta historia, quienes no ofrecen siquiera sus equivocaciones a la carrera de obstáculos que viene representando hoy el intento por avizorar nuestro futuro a partir del examen en rigor del presente y del pasado, los únicos que no están, tal vez porque temen sacar la cabeza de sus trincheras, son, ni más ni menos, aquellos que supuestamente constituyen la crema del intelecto (y dicen que de las ideas) dentro de la Isla.

Qué lástima. Pero ellos se lo pierden. De cualquier manera, no porque se resistan a vislumbrarlo, o porque teman ver venir el fin, echaremos el resto de nuestra existencia empantanados en este ensayo de tiranía sin tirano que cada vez resulta más incongruente y tan falta de punto como un circo sin payaso.