Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Literatura

Una familia ancha y ajena

Las posibilidades de una reconciliación sobre bases pluralistas permitirán hablar sin hipocresía de un gremio de escritores cubanos.

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Como cualquier otra, en cualquier época o país, la familia literaria cubana no existe. La mentira huele a argucia demagoga, esparce un perfume charlatán, de farsa o simplicidad. ¿Dónde hallar un asidero que aguante el embuste?

No, ni falta que hace. Mucho menos respecto de Cuba en este 2007. La treta —venenosa o cándida— de inmediato remite a sustantivos de metálica banda militar: unanimidad, maridaje, monolito. Los escritores —como otros artesanos— ni necesitamos ni queremos formar un pelotón.

Tal vez el sentido sea un familia donde hay primos que no se conocen o ni se hablan, hermanos que el trópico o el alcohol condujo a flotar, un tío calavera y otras malas personas, la eterna tía solterona y la lesbiana, gays y machistas leninistas entre los abuelos, solitarios cuñados que no resisten hablar de literatura y mucho menos reunirse con otros escritores, entenados chismosos (informantes de la Seguridad) o marrulleros, madres talentosas pero fanáticas, parientes corruptos entre palabras huecas…

En fin: una familia tan ancha como el Estrecho de Florida y tan ajena como las ruinas del marxismo. Una familia falsa. Ni las palabras nos unen, porque cada cual, a Dios gracias, dice las suyas.

Palos de ciegos

¿Hubo acaso una familia literaria cuando José María Heredia regresó a Matanzas en 1836, desgarrado y melancólico, para sólo estar cuatro meses e irse de nuevo y morir aquí en Toluca? ¿Cuántos intelectuales de la época fraternizaron con Plácido, el mulato hijo de la Beneficencia, tras la Conspiración de la Escalera? ¿Quiénes se solidarizaron con el fusilamiento de Juan Clemente Zenea, en el mismo paredón donde a sus pies hoy celebran la Feria del Libro? ¿Cuántos de la "hermandad" de escritores cubanos habían leído a José Martí en 1895? ¿No hubo entonces, entre la impoluta comunidad de escritores criollos, desde autonomistas hasta pro anexionistas, es decir, enemigos del credo independentista martiano?

Y en el pasado siglo XX: ¿Cuántos estuvieron de acuerdo en concederle a Bonifacio Byrne el pomposo y subdesarrollado título de Poeta Nacional? ¿Era muy armónica la familia de marras cuando aparece la Revista de Avance en 1927? ¿No había escritores racistas cuando Nicolás Guillén comienza a publicar en "Ideales de una raza", página —por cierto— del Diario de la Marina? ¿Quiénes aplaudieron la de nuevo flaca decisión de otorgarle a Agustín Acosta el título regalado décadas antes a Byrne?

¿Hubo unanimidad cuando la polémica entre Jorge Mañach y José Lezama Lima en Bohemia (octubre de 1949)? ¿Coincidían los criterios de los militantes del Partido Socialista Popular —Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Portuondo, M. Aguirre…— con los de Raúl Roa o Alejo Carpentier, con los de Gastón Baquero o Fernando Ortiz?

La enternecedora imagen de cofradía sufre o de una ignorancia sibilina o de una abismal falta de escrúpulos, o más bien de ambas, como ejemplifica el perínclito ministro de Cultura. Palos de ciegos, ante la impertinente realidad que se les escapa.

Un último ejemplo —entre muchos— anterior a 1959: ¿Cuáles de la familia corrieron al Palacio Presidencial el 25 de febrero de 1958, para que el sargento ensangrentado les impusiera la Orden del Mérito Intelectual José María Heredia, a excepción digna de Medardo Vitier? ¿Acaso en aquella vergonzosa farsa no fue José María Chacón y Calvo quien agradeció a Batista la distinción? ¿No fue José Rodríguez Feo, un homosexual —para que los "valientes machos" mediten—, quien desde las páginas de Ciclón denunciara la abyección?

Pero ahora —magia artística que Fouché codiciaría— resulta que fabrican una entelequia, un irreal estado de apacible armonía letrada que espantaría a los Ángel Rama de hoy, a cualquier estudioso de los circuitos literarios y de sus contextualizaciones económicas, sociales y sobre todo filosóficas.

Del 59 al nuevo siglo sobran los ejemplos de que la familia era y es bastante heterodoxa: ¿Qué tan compenetrada anduvo la familia cuando clausuran Lunes de Revolución, o antes, cuando desde sus páginas arremetían contra Orígenes? ¿Cuáles condenaron las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) y las compararon con los gulags de Stalin? ¿Qué tan hermanos fuimos cuando el caso Padilla, desde 1968 hasta principios del 71? ¿Reaccionamos unánimemente cuando el inolvidable discurso de Castro en la clausura del Congreso Nacional de Educación y Cultura, van a hacer 36 añitos orgánicos de militancia ejercida o sufrida?


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