Transición, Nacionalismo, Anexión
Respuesta a quienes ven a Cuba desde otra ventana
Para el autor, la Transición la determinarán las oportunidades que se nos aparezcan enfrente, así como nuestra capacidad de identificarlas a tiempo y saberlas aprovechar
Respondo aquí a la réplica de Ramón García Guerra a mi trabajo “Caminos de Cuba, vistos desde mi ventana”. Su artículo no sigue un discurso claro de principio a fin, sino que toca los puntos que más le interesa señalar, que no rebatir, según se le van apareciendo ante el cursor de su computadora. En mi respuesta daré un paso más allá, y lo haré aislada y sucintamente en cada tema en debate… de los que me parece útil ocuparme:
1-Comparto con Ramón la certeza en que GAESA no puede llevar a Cuba en otra dirección que al abismo. Mi visión, no me escondo para decirlo, es golpista, y se sustenta sobre la evidente necesidad de que existan sectores dentro de las Fuerzas Armadas, y los órganos de seguridad, inconformes con el actual estado de cosas, y sobre todo con el “relevo”, claramente incapaz, al cual Raúl Castro y su círculo íntimo ha dejado a cargo del gobierno del país. Es en quienes hace mucho deberían haber tomado el relevo en el mando de las instituciones armadas y de seguridad, entorpecido ello por una élite de nonagenarios y octogenarios pegados a ellas como lapas; en aquellos oficiales superiores para quienes incluso se inventó un grado, el de primer coronel, para retrasar o impedir su llegada al generalato; en ellos pongo mi esperanza en la posibilidad de una Junta Militar de Renovación Nacional. Buena parte de lo que ahora escribo tiene como objetivo el demostrar la viabilidad, y la necesidad de un golpe de militares medios insatisfechos, que dé paso a un gobierno autoritario de derechas, que cree las condiciones necesarias para el desarrollo, y la posterior democracia. Una democracia que supongo Ramón concordará conmigo es hoy el deseo de la mayoría sea una según el modelo occidental de poliarquía madisoniana, porque si de algo muestra pocos deseos el pueblo cubano es de seguir sirviendo de material para experimentos de utopistas izquierdos, derechos o ambidextros.
2-Aclaro que en ningún momento he hablado de preferir el “capital (no tan) extranjero”, ante el extranjero. No creo que por la magnitud de la inversión en infraestructuras que necesita Cuba se pueda esperar mucho del capital cubano exiliado. Poco me importa quién venga a invertir: el asunto es llevar a este país de los 1800, como promedio, en que se encuentra al día de hoy, a los años veinte del siglo XXI, y no creo que en Miami haya ni la quinta parte de los capitales necesarios. El asunto no es de poner bodegas en Cuba, o negocios de alquiler de cadenas de oro de ocho quilates, sino de construir millones de habitaciones, y de kilómetros de carreteras, o miles de vías férreas, levantar de nuevo y casi desde cero toda la infraestructura eléctrica, o de acueductos y alcantarillados, formar personal en un país en que hasta las habilidades de los albañiles andan por los suelos… y un larguísimo etcétera que no creo quepa enumerar en un trabajo como este.
Dicho esto, no sé de dónde saca Ramón eso de que “contamos con los fondos que necesita el país para incrementar la tasa de acumulación… y entrar de esa manera —solo en 5 años— en un ciclo virtuoso de desarrollo”, afirmación que quiero achacar al desconocimiento de la realidad cubana tras años de ausencia, y no al uso de alucinógenos, o a las sugerencias de su padrino de religión, tras irse a invocar él a alguna de esas deidades afrocubanas cuyo ámbito de conocimiento y acción no parece remontar de lo más cotidiano y pedestre de la vida humana.
3-El nacionalismo cubano es de necesidad anti-democrático, porque va contra la realidad, y por tanto un régimen político que pretenda cumplir con las irrealistas aspiraciones de ese nacionalismo debe serle impuesto más temprano que tarde al pueblo: ese conjunto de individuos con una desagradable y poco elevada tendencia a dejarse llevar en sus preferencias políticas por las opciones que les aseguren lo más concreto, como comida, techo, comodidades.
Para usar categorías marxistas: en Cuba hay un claro desfase entre la Base Económica, una economía necesariamente dependiente, y la Superestructura Ideológica, el nacionalismo “martiano”. Ese nacionalismo se propone alcanzar un grado de independencia y soberanía nacional, tomado nada menos que del aislacionismo americano del siglo diecinueve, que no se sostiene de ninguna manera sobre una economía necesitada del elevado grado de complementariedad de la cubana. Esa incongruencia, entre el grado de independencia y soberanía al que solo acepta tener como ideal el nacionalismo martiano, y la realidad de dependencia política que traía nuestra necesaria dependencia económica, es en definitiva la explicación de la inestabilidad política de la República. La cual no por gusto dio paso al Castrismo con tanta facilidad, cuando este se propuso echar adelante el programa nacionalista sin ningún tipo de compromisos con la realidad, aunque partiendo de redistribuir la riqueza creada hasta entonces.
Es, por cierto, de la constatación de ese desfase entre Base Económica y Superestructura Ideológica, que proviene mi preferencia por la opción anexionista, no tanto de nuestra incapacidad histórica para autogobernarnos, que no niego existe dada nuestra cultura cívica, y general, pero que no creo sea lo determinante. Con la materialidad suficiente, el nacionalismo martiano, a pesar de todas las lacras culturales de que padecemos, habría conseguido encontrar el suelo suficiente para prosperar, y hacer prosperar a otro país. Otros lo han logrado en semejante situación, por qué no nosotros.
4-En propiedad los únicos gobiernos de derechas que ha tenido Cuba independiente lo fueron el de Estrada Palma y el del General Menocal. Ni aun la dictadura de Machado, y mucho menos la de Batista, caben ser calificadas de derechas, en el sentido que le doy en mi trabajo al concepto. La dictadura de Batista, por no ir muy lejos, mantuvo las desproporcionadas ventajas de la clase obrera en Cuba, que era una de las que mayor participación tenían en las ganancias empresariales en el mundo de 1958. Mantuvo así un patrón desalentador de la inversión productiva, existente desde por lo menos la Revolución de 1933, que entre otras consecuencias nocivas desalentó la inversión en la base industrial de nuestra industria azucarera. Esta es la causa de que en 1926 Cuba tuviera los centrales más actualizados en cuanto a tecnologías, y treinta años después, en 1956, ya hubiera perdido esa ventaja. En la Cuba izquierdista a posteriori de 1933 el dinero había que repartirlo más “equitativamente” entre los dueños, los trabajadores industriales, y los colonos, o productores de caña. Así, en Cuba se daba el contrasentido de una clase obrera que cobraba salarios semejantes incluso a los de algunos países desarrollados de la época, mientras un elevadísimo porcentaje de la población no tenía trabajo estable. En gran medida porque nadie quería invertir en un país en que el gobierno, fuera democrático, de los auténticos, o dictatorial, de Batista, apoyaba a los poderosos sindicatos en el reclamo que de emplear a esos desocupados había que pagarles salarios “dignos”, y asegurarles derechos en realidad disparatados para un país de desarrollo medio como Cuba.
5-¿Es irreal la Anexión? Si vemos a los Estados Unidos como una nación unida, como un país con un solo criterio convergente, sí, a la verdad es irreal proponérnoslo; si los vemos como un “mosaico de realidades”, y sobre todo, como dos naciones en disputa, una azul, y otra roja, ya no le es tanto. Te recuerdo, Ramón, que el momento en que Cuba estuvo más cerca de la Anexión, en que casi parecía imposible impedirla, entre 1848 y 1856, esa posibilidad estaba dada porque al Sur de los Estados Unidos interesaba nuestra unión, en sus cálculos de balances de poder frente al Norte de los Estados Unidos. Una vez que los sudistas fueron derrotados en la Guerra civil, y dejaron de importar en la política americana por casi 60 años, la Anexión de Cuba a los Estados Unidos perdió toda realidad, a despecho de que en abril de 1869 todo el campo insurrecto, con la excepción de Eduardo Machado, le enviara una carta a Ulisses Grant pidiéndola.
Hoy los Estados Unidos vuelven a estar tan divididos como en los 1850, y en esa situación la clave para lograr nuestra Anexión está en el interés de ciertos sectores de la élite republicana en asegurarse ampliar las bases de su partido más allá del votante blanco no hispano. Esos sectores, conscientes de que demográficamente el porcentaje de blancos disminuye, mientras el de hispanos aumenta, saben que a mediano y largo plazo, para mantenerse como una fuerza política capaz de contender en urnas con el Partido Demócrata, necesitan ganar a parte de ese electorado hispano. Es ahí donde los cubanos podemos ganar nuestro boleto de entrada a la Unión, al convencer a esos sectores del republicanismo de que Cuba puede acarrearle al GOP millones de votantes cubanos, quienes cansados de experimentos socialistas, votarán a favor del partido que apoya un enfoque más liberal, y anti socialista. Porque dado el patrón visto en las transiciones a partir del socialismo real en Europa del Este, de derechización del electorado, lo más probable es que una Cuba recientemente sacada del Castrismo, para entrar en la Unión Americana como otro estado, se convertirá, sobre todo tras el espectacular salto hacia la prosperidad que no puede más que dar, en un incuestionable bastión republicano. Uno que les asegurara en un primer momento entre quince y veinte asientos en el Congreso, y los mismos votos presidenciales, y quien sabe después, cuando parte de la población de los estados continentales se mude acá.
En cuanto al Partido Demócrata, si bien una parte se opondrá a la Anexión de Cuba, por los mismos principios que dice asumir y su compromiso con el melting pot, habrá una mayoría, o por lo menos una minoría significativa que la apoyará. Con lo cual quizás se puedan encontrar los votos necesarios, que aclaro son solo los de una mayoría simple en la Cámara de Representantes, y 60 de los 100 senadores.
Por tanto, sí, es difícil la Anexión, pero no imposible para un gobierno cubano post transición, que junto con su comunidad exiliada consiga encontrar los políticos capaces de entrar en la política americana, y sacar provecho de los divergentes intereses en conflicto dentro de ella.
6-En mi trabajo no imagino la Transición. Veo las tendencias históricas, lo que creo el núcleo de nuestros problemas como formación nacional, y proyecto todo eso hacia el futuro, para intentar mostrar lo que no nos llevará a buen puerto, de hacerlo precipitadamente, y lo que nos da la posibilidad de comenzar a escalar de nuevo, antes de encontrar otros problemas.
La Transición parte de tener presente toda la experiencia, nuestra o global, y de mantener determinados principios muy generales, pero en verdad la determinarán las oportunidades que se nos aparezcan enfrente, y nuestra capacidad de identificarlas a tiempo, y saberlas aprovechar. He ahí el gran problema nuestro: queremos pensar una transición antes de que ocurra, y a esa imagen nos aferramos con dientes y uñas, sin aceptar nada más que ella en toda su integridad.
Algo, por cierto, que creo se debe a que es en el Exilio donde uno puede darse el lujo de diferir el problema hasta que no se consiga la solución 100 por ciento perfecta, porque en realidad lo que ocurre aquí adentro no afecta en lo personal al exiliado, donde se crean e imponen esas imágenes absolutas, y esa política de perfección o nones. Y el Exilio, con su poder económico, termina por imponernos a los opositores internos esa misma paralizante visión, porque privados de recursos por el acoso del régimen sobrevivimos en gran medida gracias a las ayudas del Exilio, y, por tanto, por no arriesgarnos a perderlas, terminamos por aceptar lo que den a creer en Miami, con el refrigerador lleno de comida y corriente eléctrica las 24 horas del día.
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