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| Opinión

Sí, pero no

Lo que disgusta al autor de este artículo de las críticas en las que considera los autores “juegan y juegan con la cadena muchísimo rato. Pero no se acercan al mono”

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De cuando en cuando alguno de los intelectuales cubanos residentes en la Isla se enfurece —digo yo…— y critica al régimen; o más bien a ciertas facetas de este.

En ocasiones sus críticas parecen acerbas (satíricas nunca), y ya, cuando uno, entusiasmado —e ingenuo, de nuevo ingenuo— espera el batacazo duro… pues se desinfla lo que parecía resultar un buen estallido.

Es decir… más de lo mismo: detienen su filípica en esa raya abstracta, pero que tan bien conocen.

Ahora, dicho sea de paso, aun existe entre los medios intelectuales de la Isla y los del extranjero relacionados con la situación en aquella, una nueva onda que ha sido bautizada como “oposición leal”. Válgame Dios, esto sería como decir que el ratón debe serle fiel al gato.

Decía que alguno, algunos de los intelectuales isleños que “hacen crítica” al régimen, bien dentro de la Isla, bien en otras latitudes y en equis medio de divulgación halan por el encono acumulado, que los carcome día a día y comienzan a hablar, como en retahíla, de las fallas, los errores cometidos en más de medio siglo, de las carencias que en general aquejan al cubano de a pie.

Mas, sucede que cuando uno —ingenuo nuevamente— cree que ya van a soltar, al fin, quién es el causante de todo, ahí mismo meten el freno de mano y chirrían sobre la misma raya que saben no deben cruzar.

Por lo general, según estos intelectuales cubanos de diversas esferas y residentes en la Isla, y que en alguna ocasión o en varias conectan con medios extranjeros, la desgracia patria se debe a los funcionarios que fueron extremistas en cierto momento, que utilizaron los principios de “nuestra revolución” para detentar poderes y enriquecerse de algún modo.

Es decir, los culpables tanto de la escasez de alimentos como de moral individual, pasando por la carencia del “buen gusto” y el auge de las “tendencias negativas en nuestra juventud”, la tienen principalmente funcionarios malparidos que antaño, o el otro día, también puede ser, por ignorancia o con dolo no cumplieron con los postulados de la revolución o algo así.

O sea, los “burócratas” le han hecho mucho daño al “proceso” no solo en lo que se refiere al progreso del arte, la literatura y la cultura en general, sino que también resultan los máximos responsables de la inopia generalizada.

Lo cierto es que ninguno de los intelectuales aludidos, por mucha pasión que derrame aquí o acullá durante sus “críticas”, le va encima a este mandamiento bíblico: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”.

Y he ahí la causa. Es lo cierto.

La revolución cubana se convirtió en un objeto personal de su jefe, quien, como ya sabemos, es un obseso que tiene un récord que tal vez no sea igualado nunca: experimentar con un pueblo todo, como si este pueblo estuviese compuesto, precisamente, por seres destinados a experimentar con ellos… vaya…, ratoncitos y eso…

Esa es la verdad. Como verdad es que el mandato antes citado, compuesto en 1961 para los intelectuales, fue más allá: se aplicó a todo cubano.

Ese es el dogma que habría que denunciar, digo yo.

Pero estos muchachos y muchachas de las diversas disciplinas del arte y la cultura cubana, “críticos recios” del régimen por ahí en ciertas tertulias o medios extranjeros, hasta ahí no llegan. Qué va.

De modo que cuando uno, esperanzado, lee o escucha algunas de dichas “críticas”, con desaliento comprueba que cuando se van acercando a la meta, o sea, cuando ya apuntan a señalar al verdadero culpable, recogen pita. Es decir: sí, casi lo dijo, pero no.

Vaya, que juegan y juegan con la cadena muchísimo rato. Pero no se acercan al mono.

Alabo a esos artistas, escritores, intelectuales cubanos que cuando son contactados por medios extranjeros, hablan de todo, excepto de “política”. Eso no lo encuentro deshonesto.

Pero esos otros y otras que se las dan de “críticos” y “críticas” de nuestra revolución socialista, pero que no se atreven a decir la verdad; o sea, a señalar la causa (que ellos y ellas conocen plenamente), al culpable (por ellos y ellas perfectamente conocido), la génesis de la tragedia en fin, pues no me parecen personas muy derechas.

Porque cuando uno se decide a opinar sobre un tema, dice la verdad, y toda la verdad que sabe. De lo contrario, es mejor callarse.

Ya ven. Así van las cosas.


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