Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Sin aplaudir, ni condenar: simplemente moviendo fichas

El pronunciamiento de los 74 es inteligente e innovador, y sería muy oportuno que ese pronunciamiento pudiera romper la cortina de censura que existe en Cuba

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La reciente carta firmada por 74 opositores que viven en la isla, y que solicita al Congreso de los Estados Unidos el levantamiento de las prohibiciones que impiden a los norteamericanos visitar a Cuba, es uno de los dos acontecimientos recientes más importantes del escenario político cubano. El otro sería la negociación del general/presidente Raúl Castro con la jerarquía católica nacional encabezada por el cardenal Jaime Ortega.

Pudiera ser que entre ambos acontecimientos existiera una relación ―el tipo de relación más importante en la política: la que no se ve― y si así fuera, creo que ese escenario estaría cambiando cualitativamente.

Ante todo, la carta de los 74 ha sido una declaración reveladora. No importa ahora si los congresistas americanos la tomarán en cuenta o no, o si los redactores se equivocan en una u otra argumentación. Lo importante realmente es que por primera vez ocurre un pronunciamiento público de un segmento muy importante de la oposición en contra de un aspecto del bloqueo/embargo. Y al hacerlo, esa oposición se posiciona de manera muy provechosa para el futuro.

Creo que a las objeciones regulares que se han hecho al bloqueo/embargo —su ineficacia, su costo humano, la pérdida de oportunidades políticas que implica al reducir las áreas de contactos con la población cubana, el tributo que ello paga al discurso apocalíptico del Clan Castro, etc.— hay que agregar una objeción mayor: quienes apoyan hoy el embargo (no importa por cuales razones) están hipotecando un pedazo del futuro por las urgencias del presente. Sencillamente porque están otorgando a Estados Unidos el derecho a decidir sobre nuestro futuro, a condicionar rumbos políticos y por tanto, a usar cuotas de soberanía que la nación cubana (de manera soberana) no ha decidido conceder. Y por ello los 74 crecen como actores políticos, y ―este es otro aspecto que quiero resaltar― pudieran ganar un mayor espacio en la sociedad cubana que intuyo es mayoritariamente opuesta al bloqueo.

Si lo hacen, los 74 estarían produciendo un intento de conversar con esa sociedad que, por supuesto, no se consigue cuando se adereza el lenguaje político para ganar favores en los círculos políticos americanos o de la derecha europea. Y conversar con la sociedad cubana, ser reconocida por ella como interlocutores, es la urgencia mayor que tiene la oposición cubana.

La otra cuestión es cómo se relaciona esto con los coqueteos del General/Presidente con el Cardenal. Un paso interesante, que no evalúo en los términos emotivos que plantea el dilema de aplaudir o rechazar. Invito a verlo con toda la frialdad que la política exige. Se trata ante todo de una maniobra muy poco usual en Cuba postrevolucionaria, en que el Jefe de Estado decide conversar con una institución nacional no gubernamental sobre temas políticos internos y hacer concesiones, aún cuando éstas sean pequeñas, lentas y se enuncien como humanitarias. Una manera muy poco usual de reaccionar frente a un pico de la actividad oposicionista, y baste recordar que hace 7 años, cuando el Proyecto Varela señalizaba ese pico, la reacción gubernamental fue convocar a un ridículo plebiscito sobre el carácter eterno del régimen político y encarcelar de un golpe a 75 activistas.

Me interesa destacar que estas conversaciones tienen lugar en un escenario que, del lado gubernamental, tendría tres características principales:

1-Raúl Castro ha logrado recomponer a la élite con personas de su entera confianza, que incluye verdaderos dinosaurios de la vieja guardia y nuevos cuadros provenientes del aparato económico del ejército. Esto le permite mayor independencia de Fidel Castro que probablemente ya esté en una fase de agotamiento biológico, solo apto para rituales y predicciones futbolísticas;

2-Afronta una aguda crisis económica que lo está obligando a adoptar medidas restrictivas del consumo popular y del proteccionismo clientelista, y a abrir espacios a la actividad del mercado privado, todo lo cual erosiona los mecanismos más sutiles de control político e ideológico de la población. La probabilidad de un nuevo maleconazo sin el recurso político de Fidel Castro es algo que aterroriza a los dirigentes cubanos, y de ahí el sentido contrainsurgente dado a las maniobras Bastión del 2009;

3-Está atravesando por un escenario político muy complejo. Si bien es cierto que en lo fundamental la gobernabilidad autoritaria no está siendo retada en términos políticos por una masa crítica de la población, el desencadenamiento de sucesos desde la muerte de Orlando Zapata ha colocado al gobierno en una pésima situación internacional que erosiona los avances alcanzados en esta esfera desde el 2008. Y que de paso sitúa al gobierno cubano demasiado cerca para todos los fines del impredecible Hugo Chávez. 

En otras palabras, que la élite postrevolucionaria está obligada a mover sus fichas para ampliar sus apoyos si quiere consolidar y reproducir su propio poder. Y es en ese contexto que se inscribe la conversación con la jerarquía clerical. Un proceso de toma y daca en que Raúl Castro trata de conseguir la venia de una institución de alcance nacional, conservadora y nacionalista, que, al menos de inmediato, no le va a exigir el poder político ni el establecimiento de la democracia. Y es así porque la iglesia misma no es una institución democrática y porque a pesar de su fuerza relativa, la iglesia cubana es débil desde que en el siglo XIX los sacarócratas cubanos convirtieron a curas y parroquias en activos empresariales. La jerarquía católica, por su parte ha desplegado toda la sabiduría y la paciencia de dos milenios, y ha obtenido un salvoconducto que la coloca en la zona de goal de la política nacional. 

Recalco —antes que algún combativo lector me lo recuerde— que esto es una movida del Clan Castro para ganar tiempo y espacio. Ninguna élite se suicida o comparte su poder motu proprio y la cubana no sufre presiones particulares para hacerlo. No se trata del inicio de un proceso de democratización o de cambio de régimen político. Sólo digo que es una movida auspiciosa poco usual, que abre espacios para otras movidas de fichas, como ha sido, por ejemplo, el pronunciamiento de los 74. Como también pudo ser la propuesta de un grupo de Damas de Blanco acerca de limitar provisionalmente sus actividades en espera de mayores resultados, que finalmente no sé como concluyó. Y como pudiera ser cualquier acción que, sin aplaudir o agradecer, reconozca la importancia de las movidas y haga las suyas para lograr lo que tiene que ser la principal razón de la oposición: llegar con el mensaje adecuado y en el momento adecuado a la población cubana. Justo lo que las Damas de Blanco han logrado hacer crispando los nervios de los aparatos represivos.

Precisamente lo que Reynaldo Escobar argumentaba agudamente en un artículo reciente en Diario de Cuba, que cerraba con una afirmación que vale la pena recordar: “Habrá que prescindir de la unidad si queremos avanzar en aquello que estamos de acuerdo”.

Por eso creo que el pronunciamiento de los 74 es inteligente e innovador. Y creo que sería muy oportuno que ese pronunciamiento pudiera romper la cortina de censura que existe en Cuba, para que la gente común pueda conocer que la oposición antigubernamental es diversa, como diverso y pluralista debe ser el sistema político del futuro. Y, por supuesto, que conozcan que el futuro no se reparte entre la opción autoritaria y represiva que encarna el Clan Castro en nombre de una revolución que hace mucho tiempo se extinguió y un socialismo que nunca existió, y la derecha neoliberal y atrasada que apoya el bloqueo/embargo hipotecando el futuro de la República.

Y mover fichas, que, al final, eso es la política.


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