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Sin pausa pero sin prisa

Cincuenta años de desconfianza en las relaciones entre Washington y La Habana no se superan tan rápidamente.

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Estados Unidos y Cuba están dando pequeños pasos para el acercamiento. Desde que el presidente Obama llamó a un "nuevo comienzo", su gobierno ha permitido el envío de remesas y viajes ilimitados por razones familiares, ha reanudado las conversaciones migratorias, ha propuesto que se establezca el servicio de correo directo y se manifestó a favor del concierto de Juanes. En los últimos diez meses, el Departamento de Estado ha otorgado 5.500 visas más a cubanos para que visiten Estados Unidos que las que concedió durante el mismo período del año anterior.

 

Cuando se filtró la noticia de que la subsecretaria de Estado adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental, Bisa Williams, había viajado a Cuba, muchos fruncieron el ceño. Durante seis días se reunió con funcionarios cubanos para tratar temas como el servicio de correo directo, visitó una cooperativa agrícola, almorzó con cinco disidentes, organizó una recepción en la Sección de Intereses de Estados Unidos y participó en el concierto de Juanes.

 

El 29 de septiembre, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, dijo en la Asamblea General de las Naciones Unidas que no habían ocurrido muchos cambios entre Cuba y Estados Unidos desde que Obama había asumido la presidencia. "El bloqueo económico, comercial y financiero a Cuba permanece intacto", dijo Rodríguez.

 

Eso es cierto, pero los cambios tienen que provenir de ambas partes. El Ministerio de Relaciones Exteriores —que a lo largo de décadas ha formado un cuerpo diplomático de talante mundial— debería revisar sus archivos de la década de los años setenta, cuando La Habana y Washington establecieron un diálogo a partir de una agenda realizable, no maximalista.

 

La Casa Blanca, en cambio, no debería olvidar el final de la década de los noventa, cuando el gobierno del presidente Bill Clinton reivindicó sus prerrogativas en política exterior y estableció una política flexible hacia Cuba. La Ley Helms-Burton aparentemente codificaba el embargo, pero también codificó los poderes de normativas en relación con Cuba de la Oficina para el Control de los Activos en el Extranjero (Office of Foreign Assets Control; OFAC, siglas en inglés).

 

Como resultado de esto, después de la visita del Papa Juan Pablo II, Clinton reestableció los viajes charters, los viajes familiares y las remesas. El gobierno tuvo que hacer un inevitable intento conciliador entre diferentes grupos y opiniones: apaciguar a los aliados internacionales que se oponían a la Helms Burton; anunciar nuevas concesiones democráticas instruidas por la Helms Burton; autorizar a las líneas aéreas cubanas que hacían la ruta hacia y desde Canadá a sobrevolar Estados Unidos y arrestar a la Red Avispa, integrada por espías cubanos en el sur de la Florida.

 

Traspasar los límites

 

 

En enero de 1999 la Casa Blanca realmente traspasó los límites:

 

- Autorizó vuelos directos entre otras ciudades, además de La Habana y Miami.

 

- Permitió remesas a instituciones independientes y a individuos no afiliados al gobierno o al Partido Comunista.

 

- Amplió las licencias de viajes a Cuba para académicos, artistas, científicos, periodistas e incrementó las visas para que los cubanos visiten Estados Unidos.

 

- Permitió el juego de pelota entre los Orioles de Baltimore y el equipo nacional de Cuba.

 

- Autorizó la licencia para ventas de alimentos y productos de la agricultura a las ONG y a individuos privados cubanos.

 

La decisión de Clinton para otorgar la licencia de venta de alimentos y productos agrícolas favoreció el mayor potencial de los cambios entre las relaciones bilaterales desde la década de los años setenta. Proporcionó un ímpetu renovado al movimiento anti-embargo. Las fuerzas del mercado, además, habían creado un electorado potencialmente poderoso a favor de las transformaciones. Entre la sobreproducción agrícola y los bajos precios de finales de los noventa, los intereses de los agricultores estadounidenses volvieron sus hambrientos ojos hacia el mercado cubano.

 

En octubre de 2000, Clinton firmó la Ley de Mejora de las Exportaciones y Reforma de las Sanciones Comerciales (Trade Sanctions Reform and Export Enhancement Act; TSRA, siglas en inglés), que autorizaba la venta de productos agrícolas mientras excluía a La Habana de los créditos de Estados Unidos, públicos o privados. El TSRA también regulaba la prohibición de viajar, esto es, todas las regulaciones de viajes en relación con Cuba de la OFAC.

 

Clinton sentó un precedente que movilizaba el mercado agrícola y la mesura en el poder para abrir a Cuba al exterior. Su gobierno se dirigía hacia un compromiso constructivo limitado. Al principio, George W. Bush mantuvo esa dirección, pero en 2003 dio un giro total hasta el final de su presidencia.

 

La Casa Blanca no puede levantar el embargo ni eliminar la prohibición de los viajes. Sin embargo, el presidente posee una amplia autoridad para licenciar el comercio, las importaciones de Cuba, las inversiones limitadas y el aumento de los viajes, excepto los turísticos.

 

Elaboración de una política menos riesgosa

 

 

Hoy, elaborar una política sobre Cuba es un terreno mucho menos minado que durante el mandato de Clinton. El Miami cubano se ha hecho más diverso. El embargo ha permanecido todo este tiempo sin que Cuba se haya acercado siquiera un poco a la libertad. La política hacia Cuba es bipartidista, a favor y en contra del embargo.

 

Obama puede ir más allá, porque la Helms-Burton permite una lectura entrelíneas menos estricta. Sin embargo, no me sorprende que el tempo sea lento. Con toda seguridad, él tiene muchos asuntos urgentes que enfrentar, pero incluso si no fuera así, cincuenta años de desconfianza no pueden superarse rápidamente. Pienso que, hasta ahora, está bien lo que se ha logrado, pero confío en que muchos frunzan el ceño, aquí y allá.


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