Sociología barata
El último grito de las encuestas es que se levante el embargo, pero la mayoría del electorado cubanoamericano votó por la troika republicana.
En tiempos de cambio propiciados por el triunfo de Barack Obama, el ritmo de las encuestas a los exiliados cubanos sobre el embargo estadounidense se alteró. Por primera vez, la mayoría (55%) opinó que debe levantarse. "Es una señal importante de cómo la comunidad cubana y la opinión pública en Estados Unidos realmente reclaman un cambio profundo en las relaciones hacia Cuba", declaró enseguida el canciller de Castro. Así que ritmo y señal merecen análisis como claves de interpretación.
Hacia 1978, la revista Areíto (Nueva York) echó mano a unas encuestas del doctor Juan Clark para subrayar que la mayoría de la comunidad cubanoamericana favorecía "la normalización de las relaciones [entre Washington y La Habana]" y deseaba "volcar sus energía en lidear (sic) con los problemas reales". Eran los tiempos del "diálogo" con Castro, a pesar de la contradicción en los términos.
A principios de 2000, el abogado William Norris esgrimió unas encuestas del doctor Gary Moran para mostrar tan aguda predisposición anticastrista en el condado Miami-Dade, que la mayoría de sus ciudadanos no podía actuar como jurado imparcial en casos vinculados a Castro. Eran los tiempos del juicio a cinco de los espías de la Red Avispa, que pedían ser juzgados fuera de Miami.
Ahora, la Universidad Internacional de la Florida (FIU) y el Instituto Brookings, con el apoyo del Cuba Study Group, llamaron a 800 personas de origen cubano por teléfono, entre ellas 300 directamente al celular para "ganar en precisión", y se apearon con que el enclave cubano en el sur de la Florida tiende mayoritariamente a levantar el embargo contra Castro. Al parecer, esta encuesta mantuvo inalterable ese ritmo que sigue el compás interesado del espíritu de los tiempos.
Cuando en 2006 hubo interés en poner a un lado la política simbólica de Cuba y Castro para asumir la posición de la hora, Jessica Lavariega-Monforti (Universidad de Texas) y Lisa García-Bedolla (Universidad de California) vinieron de lejos, llamaron por teléfono a 600 cubanos en Miami y concluyeron que la comunidad cubanoamericana era "ferviente seguidora de una actualidad": Irak y la amenaza terrorista afloraron como el tema político cimero.
Al margen del fervor de actualidad, la encuesta arrojó que la acción militar (30%) y reforzar el embargo (30%) eran las opciones predilectas para resolver "el problema cubano". Un par de años atrás, el Centro de Estudios Cubanos (FIU) encuestó a 1.200 personas e informó que el 55% prefería como solución negociar con Castro. Tras confrontarse los resultados, el director del centro, Damián Fernández, declaró: "No sé qué pudo haber pasado" ( El Nuevo Herald, marzo 9 de 2006). Semejante respuesta parece sellar la suerte de la "sociología" entre cubanos en el sur de la Florida.
La señal como clave
El último grito de esa "sociología" es que se levante el embargo, después que la mayoría del electorado cubanoamericano votó por la troika republicana (Ileana Ros-Lehtinen, Lincoln y Mario Díaz-Balart) como representantes al Congreso de Estados Unidos, quienes sostienen a ultranza el embargo contra Castro.
Aquí sucede algo parecido a la historia, que se dice redactan los vencedores: los perdedores no tienen más remedio que escribir novelas. La opción de mantener el embargo ganó en las urnas y los perdedores se consuelan con encuestas, que se realizaron en las tres semanas siguientes al día de las elecciones.
Y así llegamos a la señal como clave de interpretación porque, antes que manifestación espontánea de la comunidad cubanoamericana, la señal que refirió el canciller Pérez Roque podría ser mero reflejo de otra señal, enviada desde La Habana a través de la sección estadounidense de cubanos en el exterior a favor del castrismo.
Lo que habían urdido del 19 al 21 de marzo en La Habana, bajo la mirada "contra-inteligente" del coronel Carlos El Gallo Zamora, disfrazado de director de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior, era empujar por lo menos un representante demócrata hasta el Congreso para abrir el juego de influencias políticas.
La derrota electoral dio paso a la encuesta, que, por lo demás, no hizo siquiera cosquillas en el equipo de transición de Obama. Por el contrario, la ex secretaria de Estado Madeleine Albright, tan allegada a la administración entrante por su pedigrí clintoniano, afirmó ya que Castro debe "hacer el primer ademán" para negociar el fin del embargo.
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