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Cuba, Socialismo, Economía

Toledo Sande y las bombas de tiempo

La minoría dirigente siempre aboga por la construcción del socialismo para el pueblo, pero no puede evitar conducir al pueblo hacia el socialismo concebido por ella

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[Quienes] siempre están en peligro de entregar a la patria
son los que deciden qué hacer con nuestro dinero
Julio Antonio Fernández Estrada

El Dr. en Ciencias Filológicas Luis Toledo Sande, biógrafo de Martí, entiende el socialismo a lo Mariátegui, como “creación heroica”. Veamos entonces siete ensayos de interpretación de la realidad cubana en su panfleto ¿Bombas de tiempo millonarias en Cuba?

1. La economía reclama mayor dinamismo, eficiencia, pero sin entregar el país a las leyes del mercado (…) La nación se ha planteado alcanzar la solvencia necesaria para que el país sea vivible (…) sin sucumbir al pragmatismo economicista del capitalismo

Las leyes del mercado dictan el cálculo de precios y costos. Sobre esta base se empina la racionalidad económica para minimizar costos. Sin este pragmatismo, que no es economicista del capitalismo, sino simplemente económico, la nación que no pudo alcanzar la solvencia con la subvención soviética tampoco podrá alcanzarla hoy para que la gente viva con cierta normalidad, porque su economía no será dinámica ni eficiente.

Así como enriquecen a ciertos capitalistas, las leyes del mercado arruinan a otros porque no tienen que ver con ser o no ser capitalista, sino con la lógica del mercado. Aquí se manifiesta la crueldad social de que el más capaz tenga más posibilidades de éxito. Si alguien produce algo bueno o presta un buen servicio a cierto precio, es lógico no pagar más por uno u otro. Y quien sea incapaz de hacer lo mismo a ese precio no tiene cabida como productor del bien o proveedor del servicio. Esa lógica se distorsiona por la intervención humana y el poder estatal debe corregir las disfunciones resultantes, pero sin dejar de atenerse a las leyes del mercado.

2. Acaso conceptos claros y controles eficaces no sean suficientes, pero sí indispensables si se quiere edificar un socialismo plenamente participativo, con el pueblo en el centro de las decisiones

El primer concepto que debe quedar claro es la jefatura como algo propio de todo orden social. Así, el socialismo entraña también una minoría dirigente y una mayoría dirigida. El partido único impide que el socialismo sea plenamente participativo al quedar el pueblo descentrado de las decisiones por la acción de una ley de hierro específica, que Trotsky enunció hacia 1904: el pueblo es sustituido por el partido; el partido, por el congreso; el congreso, por el comité central; el comité central, por el buró político. Por aquello del papel del individuo en la historia, hasta el buró político puede verse sustituido por el primer secretario, como sucedió con Fidel Castro.

La minoría dirigente siempre aboga por la construcción del socialismo para el pueblo, pero no puede evitar conducir al pueblo hacia el socialismo concebido por ella. Para resolver el dilema de ser apóstol o gendarme del socialismo, esta jefatura siempre recurre a la represión política. De paso nunca ha encontrado —ni encontrará— cómo resolver el dilema que plantean los controles eficaces: quién controla al controlador. A tal efecto el socialismo se aferra a la moral y queda expuesto, como es sabido, a ese fracaso moral denominado corrupción.

3. ¿Es fácil lograr controles perfectos, invulnerables, e impedir que surjan millonarios? Cabe suponer que no lo es, [pero] sería ingenuo imaginar que quienes se hagan de negocios particulares estarán pensando primordialmente en asegurar la construcción del socialismo, y no en fomentar sus ingresos personales, o familiares

Más ingenuo sería imaginar que quienes no pueden hacerse de negocios particulares y tienen que arrear en otros enclaves económicos no piensan en fomentar sus ingresos personales o familiares. Así queda servida la mesa para comerse el millo de que el socialismo se asegura con personas tan ansiosas de sacrificarse que no dan prioridad a su propio provecho. Justamente el provecho propio marca el incentivo elemental de toda economía.

Aparte de atribuir a los controles del Estado la tarea económica contra-fáctica de impedir que algunos se hagan ricos, en vez de propiciar que generen mayor riqueza y afinar la gestión del Estado para encauzarla, Toledo Sande señala con el dedo la amenaza de millonarios en flor para tapar el sol de resignación, pasividad y mediocridad que brilla en los sectores económicos donde la gente no tiene posibilidad de mejorar y sobreviven robando lo que pueden al Estado, mientras otros obtienen sus recompensas económicas subiendo las escaleras del poder.

4. La base del proyecto socialista radica en la propiedad social bien entendida [y no] como una entelequia que no le pertenece a nadie o es patrimonio del Estado, no del pueblo

La propiedad social es una entelequia porque es otra ese pueblo que se pregona como propietario hasta en la constitución. El Estado administra y los administradores se benefician más con la propiedad social que los copropietarios restantes. Por eso todos los estudios del partido único arrojan siempre que el pueblo no guarda sentido de pertenencia con la propiedad social.

A su millo del socialismo heroico Toledo Sande agrega la rancia salsita soviética de que la propiedad social es del pueblo, no del Estado. Ya quedó demostrado —de nuevo por Trotsky, en The Revolution Betrayed (1937)— que la propiedad social sólo puede volverse socialista en la medida que deja de ser del Estado, pues al vivir de recursos propios (como propietario de casi todo) el Estado declaradamente socialista es omni-capitalista en la práctica.

Y como desde Aristóteles se sabe que cuando todos son dueños de casi todo nadie se preocupa por casi nada, esa propiedad de todo el pueblo viene gestionándose mediante la centralización autoritaria de la dirección económica y la descentralización anárquica de la ejecución.

5. Pensar que no se debe poner límites al enriquecimiento, o al menos controlarlo, supone abogar por una libertad de empresa que no llevaría a tener un sector privado que, además de obtener sus ganancias, sirva al desarrollo del país con afán socialista

Sin libre empresa no hay libre cambio de mercado. Así, el cálculo de precios y costos se torna misión imposible y la economía, estéril. En su manualito de economía política (1909), Pareto demostró cómo una mini-sociedad de 100 personas envuelta en transacciones con 700 bienes y servicios requeriría resolver 70.699 ecuaciones para regular la oferta y la demanda. Aunque se pinte como ángel incorruptible y genio de la planificación, ningún mastermind puede sobrepujar al mercado que, sin incurrir en costos gestión, simplifica la información y da mayor libertad de opción con su flexibilidad y sensibilidad a las contingencias.

Al efecto de controlar ese sector privado que tanto asusta a Toledo Sande, hace rato que el Estado inventó los impuestos, las licencias y demás parafernalias reguladoras. El Estado debe intervenir siempre en el mercado, pero nunca para imponer límites al enriquecimiento, que vale tanto como imponerlos a la creación de riqueza. Sólo tiene que coartar el enriquecimiento ilícito y librar al mercado de disfunciones acarreadas por la intervención humana.

Al obtener sus ganancias, el empresario privado sirve al desarrollo del país con afán socialista si paga impuestos al Estado socialista. No hay por qué azorarse con que unos pocos queden tan bien colocados en el mercado que su bienestar supere con creces a los muchos mal colocados. Eso siempre ha sido y será así. Muy pocos cubanos pueden irse de vacaciones al Mar Egeo.

6. La escasa o nula inclinación de Fidel Castro a la aparición de ricos —no ya de millonarios como los que van surgiendo— no era cuestión de manual, sino voluntad práctica de prevenir males [como] que alguien medra con la plusvalía extraída del trabajo ajeno

Siempre alguien medrará con la plusvalía extraída del trabajo ajeno, tal y como medran hoy los tecnócratas y burócratas del socialismo realmente existente en Cuba. Acorralar al sector privado no prevendrá males más graves que ese malestar de la cultura provocado por la concentración acumulativa del poder político y económico que permite al Estado ser empleador privilegiado y mandar hambreando. La política tiene que resolver el problema de quién obtiene qué y cómo del pastel económico, pero Toledo Sande no quiere hacerlo más grande para subdividirlo con cierta racionalidad social, sino un Estado bloqueador de la generación de riqueza.

Para deslegitimar el éxito en el mercado, Toledo Sande trae a colación a Fidel Castro, quien se ufanó así ante Ignacio Ramonet: “El salario mío, al cambio de 25 pesos por un dólar, es de 30 dólares mensuales (…) Yo no tengo ni un centavo mío [y] tendrá la gloria de morir sin una divisa convertible”. Como si nadie supiera que no necesitaba dinero, porque tenía todo a su disposición, y que casi nadie puede librarse del maldito dinero en Cuba como lo hizo Fidel Castro.

7. Que los toros sean indóciles, no será razón para ignorarlos, sino para agarrarlos por los cuernos y tratar de que no funcionen como bombas de tiempo contra el socialismo

Esta tauromaquia contra los capitalistas privados parece olvidar que el socialismo ha sido y es el capitalismo del Estado propietario-controlador (incontrolado) de la parte gorda del capital. Las bombas que pudieran detonar aquellos particulares no tendrán ni por asomo la potencia de las bombas que ya explotaron por acción de quienes predican el socialismo, pero obstaculizan la vida soportable, salvo para sí mismos, y predican la unidad y la igualdad sólo para perpetuarse. Así mismo predican límites y controles a millonarios emergentes en el sector privado como si hubieran podido limitar y controlar el despilfarro y el latrocinio millonarios en el sector estatal.


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