Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Cuba, Partido Comunista, Congreso

Un enigma rodeado de misterio

Lo que sigue desatando apuestas es la posibilidad de una sucesión familiar

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La celebración del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), que se inicia hoy sábado, y lo que es más importante, sus conclusiones, es un enigma rodeado de misterio. Pocos han sido los indicadores de lo que podrá suceder y muchos los rumores. La mesa está servida entonces para la especulación con nombres y figuras, cuando lo esencial será los posicionamientos de los grupos de poder. Todo ello bajo una premisa fundamental: el poder real en Cuba está en manos de los militares, que controlan el PCC a través del Buró Político —algo establecido en la ley y en la práctica—, así que lo que se va a producirse en la Isla a partir del sábado es la continuación o el cambio de gobierno.

Nombres y grupos

Para comenzar con los nombres. El primero que surge es el de Fidel Castro. En Cuba ha corrido el rumor de que podría hacer acto de presencia en la cita, en la inauguración o clausura. Su presentación pública reciente en una escuela primaria se ha tomado como un indicador al respecto. Pero este hecho hay que situarlo dentro de la campaña de propaganda, especulación e imagen que siempre le ha gustado jugar al líder de la revolución cubana. Es difícil que su presencia o no cambie lo que ya está definido.

Luego vienen los sucesores. Más incluso que los posibles cambios políticos y económicos, las especulaciones en torno al congreso han girado sobre la posibilidad de que el evento sea el último presidido por un Castro, a lo que se suma el anuncio hecho por el gobernante cubano de que dejará la presidencia del país en 2018. Sin embargo, el abandono del poder civil no implica necesariamente el cese de su función al frente del Partido, y nadie duda que Raúl Castro será reelegido como primer secretario.

Al examinar la situación cubana hay que tener en cuenta que las esferas de poder en la Isla obedecen a tres patrones no siempre coincidentes: cargos políticos, cargos administrativos y posiciones privilegiadas —por vínculos familiares, de participación en la lucha que llevó a los Castro al poder y participación militar— que trascienden la clasificación simple.

En este sentido, el análisis de la cita partidista se centra en dos factores. Los posibles candidatos a segundo secretario (nombres) y el balance entre civiles y militares, por una parte, y por la otra entre tecnócratas e ideólogos, conservadores y burócratas (grupos). Ambos factores se interrelacionan.

Lo que sigue desatando apuestas es la posibilidad de una sucesión familiar, un criterio que desde hace años se comenta en el exilio y la prensa internacional. Dos son los nombres posibles. El coronel Alejandro Castro Espín, hijo de Raúl Castro, y el general de brigada Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, ex yerno de Raúl.

La entrada de Castro Espín —que ha acompañado a Raúl en todas las conversaciones con el presidente estadounidense Barack Obama— sería una forma de oficializar la línea de sucesión, sobre la que se especula pero no hay una definición clara. Sin embargo, más allá de un afán de buscar semejanzas remotas con países árabes o asiáticos, poco hay de fundamento para afirmar que tras el congreso se establezca oficialmente una sucesión familiar. Menos todavía si se toma en cuenta que Raúl Castro, a diferencia de su hermano, fundamenta sus decisiones en procedimientos y no en un voluntarismo ciego.

Casi imposible el salto del coronel Castro Espín al Buró Político, cuando ni siquiera es miembro del Comité Central (su entrada a este grupo selecto no deja de ser una posibilidad real).

En el caso del brigadier Rodríguez López-Callejas, que sí es miembro del Comité Central, la trama política se mezcla con la familiar y es difícil especular si su separación de la hija de Raúl, y las desavenencias con su cuñado, pesarán más que sus condiciones ideales de militar y jefe empresarial de los negocios en manos de las fuerzas armadas.

División de poder

En cuanto a la división de poder entre los diferentes grupos, en primer lugar está el balance entre militares y civiles dentro del Buró Político.

Además de Raúl Castro, los militares del politburó —aunque en la actualidad no desempeñen funciones castrenses— son: José Ramón Machado Ventura, Leopoldo Cintra, Abelardo Colomé Ibarra, Ramón Espinosa, Álvaro López Miera, Marino Murillo, Ramiro Valdés y Adel Yzquierdo.

Se ha hablado sobre la salida de Machado Ventura, por motivos de salud y edad, pero no hay nada concluyente. Se puede afirmar que Colomé Ibarra dejará el grupo, porque ya fue sustituido como miembro del Consejo de Estado y Ministro del Interior (MININT) por problemas de salud.

Los civiles dentro del politburó son Miguel Díaz-Canel, Esteban Lazo, Mercedes López Acea, Bruno Rodríguez y Salvador Valdés Mesa.

Díaz-Canel, Rodríguez, Valdés Mesa y Lazo seguramente serán ratificados en sus cargos. Los dos primeros por su destacada actuación política en estos últimos tiempos y los dos últimos fundamentalmente por ser de la raza negra.

Todo ello implicaría la necesidad de reforzar el sector militar para mantener el balance.

La entrada de Carlos Fernández Gondín, el actual ministro del MININT —no precisamente un joven, ya que tiene 77 años— es casi segura. Otro posible candidato es el general de cuerpo de ejército Joaquín Quintas Solá. Pero de producirse ambos movimientos estaríamos asistiendo a una nueva consagración del mando en manos de “históricos” y no al tan esperado relevo generacional.

Este relevo, de producirse, estaría más en manos civiles que militares, y aquí radica una de las claves que hace más compleja la sucesión de poder en Cuba: ¿hasta dónde los mandos militares van a permitir una preponderancia civil en la dirección del Partido, algo que hasta ahora no ha ocurrido?

No es que el sector militar sea opuesto a las limitadas reformas. Todo lo contrario, el núcleo gestor económico que en la actualidad se extiende por el país tuvo su origen en las empresa militares. Pero la interrogante surge sobre si ese poderío económico cree que ya capaz de relegar algunas funciones —porque considera que ya no son primordiales para conservar sus prerrogativas— a un sector político capaz entonces de ensayar ciertas concesiones de autonomía a la prensa, las labores administrativas e incluso determinados niveles de discrepancia que no constituyan una oposición fuerte.

Nada indica una tendencia hacia una disminución de ese poder férreo. Entre los puntos que se conoce tratará el evento se encuentra “el enfrentamiento a manifestaciones de subversión y otras tendencias negativas como la corrupción, las ilegalidades y las indisciplinas sociales”. El uso de la palabra “subversión” y la categorización del hecho junto a delitos comunes como la corrupción señala hacia un intento de recrudecimiento ideológico a partir de la visita del presidente Obama a la Isla.

Cambios económicos

Al definir el congreso no hay que olvidar que el PCC no es solo la principal fuerza política del país sino que cuenta con un poder económico contundente. La reunión será, además de un evento político, sobre todo un hecho económico, posiblemente el primer paso hacia la puesta en marcha oficial de un modelo a la cubana que adopte características del chino o vietnamita.

El PCC ya se ha encargado de especificar que en el evento “se pondrá en el centro de los análisis el futuro económico de la nación caribeña que vive en un proceso de actualización”.

En este sentido, no hay duda de que la reunión se define por una continuación de un proceso ya iniciado, y no habrán grandes sorpresas. Hace menos de un mes, un editorial de Granma dejó claro de que lo que corresponde al congreso “es terminar lo iniciado, continuar la ejecución de la voluntad popular expresada hace cinco años, y seguir avanzando por el rumbo que trazó el Sexto Congreso”.

Para reforzar ese criterio, a tres días del inicio de la reunión se ha publicado una normativa estableciendo que las nuevas cooperativas privadas gastronómicas y de servicio podrán acceder al mercado mayorista estatal para abastecerse de algunos productos, a partir del 2 de mayo.

La medida indica que en Cuba continuará desarrollándose un sector de trabajo privado con márgenes crecientes, pero supeditado al sector estatal no solo bajo premisas políticas, sino encauzado dentro de marcos económicos.

Si se toma en consideración que el país cuenta con un camino por delante para avanzar en este sentido —que en muchos casos transitaron países bajo un gobierno comunista como Hungría e incluso la desaparecida Unión Soviética—, sin afectar en lo más mínimo las estructuras del poder central, la espera continúa siendo larga.

Lo que sí resulta posible es un reforzamiento en el Buró Político del sector tecnócrata identificado con los cambios económicos, y aquí cabe esperar la entrada en ese cuerpo del ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca Díaz. Ello contribuiría a crear el clima de confianza que se busca para los inversionistas extranjeros.

El segundo secretario

El cargo de segundo secretario constituye la gran incógnita del VII Congreso. Más que al sí, lo que se puede es apostar al no.

Nada indica que Díaz-Canel alcance ese puesto. Si no lo logra, o si no es escogido para el mismo una figura relativamente joven, el traspaso de poder de los Castro continuará siendo una ilusión.

No se trata simplemente de un problema de transferencia de poder debido a la edad, sino del acuerdo necesario para no colocar, en última instancia, el mando militar bajo las órdenes de un civil, como por lo general ocurre en un país democrático como Estados Unidos. Díaz-Canel —aunque terminó el Servicio Militar Obligatorio con grados de oficial y participó en una “misión internacionalista“ en Nicaragua— no lo es.

Las opciones serían entonces colocar en el segundo puesto dentro del Partido a uno de los generales actuales —poco probable desde el punto de vista de imagen internacional— o al Comandante de la Revolución Ramiro Valdés o al coronel de la inteligencia Marino Murillo, algo también muy remoto.

Por lo tanto, es más probable que, pese a los pronósticos, Raúl opte por mantener a Machado Ventura hasta el siguiente evento. En resumidas cuentas, tanto él como su hermano se consideran poseedores de la eternidad del instante, que ya tiene 57 años.


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