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Museo, Miami, Exilio

Un museo kubizhe en Miami: dinero y candela

¿Una peripecia diaspórica o exiliar?

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El gobierno del condado Miami-Dade demoró dos años y un tilín para darse cuenta de que, con Ileana Fuentes como directora general y su hija, Carisa Pérez-Fuentes, como directora de diseño y comunicación, el pomposo Museo Americano de la Diáspora Cubana no podía cumplir la misión pregonada de escribir, conservar, celebrar y contar “la historia cultural desarrollada en la diáspora por el pueblo cubano”.

Tras acuerdo de 25 de enero de la junta directiva de Cuban Museum, Inc., la corporación no lucrativa que da personalidad jurídica al museo, su presidente Marcell Felipe puso en marcha el “protocolo que se sigue cuando se va a despedir a un funcionario que no va a cooperar”. Pasó correo electrónico de despido a Fuentes y Perez-Fuentes e informó a la Policía de Miami que iría a cambiar las cerraduras y las contraseñas de computadoras. Allí mismo largaría el 31 de enero conferencia de prensa sobre los motivos de la acción.

Kubizhería como clave cultural

En consulta con los electores, el gobierno condal había asignado en 2004 un Bono de Obligación General por $10 millones para habilitar el museo en el local de ensayos de la Gran Opera de Florida [12 Avenida del Suroeste y Coral Way]. La primera piedra se puso el 8 de junio de 2007. Se informó que el museo abriría sus puertas en 2009 como “monumento cultural viviente al éxodo masivo de cubanos [y] a la generación cubanoamericana seminal de la comunidad multiétnica de Miami”.

La inauguración fue anunciándose con bombo y platillo de otoño en otoño hasta que por fin sobrevino a mediados de noviembre de 2016. Así, el museo se consagró como pieza museable en sí mismo por ese corte tan castro-kubizhe como trompetear la obra y estirar la ejecución. Ahora acaba de consagrarse como manifestación, al otro lado del Estrecho de la Florida, de la gestión disfuncional de la kubizhería.

Cual si administraran un bodegón familiar, el dúo Fuentes-Pérez Fuentes no elaboró ningún plan museológico ni fijó exposición permanente ni tuvo idea de la catalogación. Ni siquiera estudió qué piezas representativas debían atesorarse en determinado espacio ni qué personal se precisaba para que aquello funcionara como Dios Apolo manda. Lo que sí funcionó bien fueron los salarios de ambas directoras, pagados por el condado, y sus impagos a otros.

A principios de enero de este año, el museo se encumbró con la exposición Forever Celia en conmemoración del aniversario 15 del fallecimiento de Celia Cruz, exaltada por Fuentes como “la exiliada por excelencia”. Fuentes dio la fiesta inaugural de la exposición con parte del dinero de un préstamo de más de $120 mil que había pedido para el museo. Sólo que debía $120 mil a la firma de publicidad y mercadeo RockOrange, así como más de $200 mil a otras entidades y personas, incluso curadores de sus exposiciones. Ni siquiera pagaba a la compañía de limpieza.

Hermanos al Rescate

Para Felipe, “este tipo de prácticas de administración son inaceptables”. Tras acuerdo de la junta directiva el 25 de enero, ardió Troya, digo: el museo.

La institución había principiado con la muestra pertinente Dictadores, Terrorismo, Guerra y Exilios, compuesta por 32 obras del artista cubanoamericano Luis Cruz Azaceta, que por anomalía museológica estuvo montada más de seis meses. Siguió la exposición impertinente Art & Luxury Showcase con pescaditos y otras piezas de tufo comercial. Luego se recompuso con la muestra OF/BY/FOR, que combinó piezas del propio Azaceta, José Bedia, María Brito, Florencio Gelabert, Jillian Mayer, Ernesto Oroza, César Trasobares y Juana Valdés.

Así y todo, antes de que la institución cumpliera su primer año de vida, Fuentes se apeó con que afrontaba [ella no, el museo] “una crisis financiera”. Felipe organizó entonces “campaña para financiarlo” y en votación dividida los comisionados de Miami-Dade acordaron reasignarle $550 mil dólares de la subvención de $4 millones prometida al Pérez Art Museum Miami.

Se armó el chipichape mediático y Pérez-Fuentes intervino para sostener el derecho del museo “a recibir fondos públicos”. De paso largó este galimatías. La misión del museo es “documentar la historia de 60 años de exilio cubano [y] recoger la vida de la comunidad cubanoamericana”. Por eso se justificaría la referencia a diáspora. Luego de puntualizar que “la trayectoria de los cubanoamericanos no tiene nada que ver con la de la gente que se quedó en Cuba”, Pérez-Fuentes remachó con que “este museo (…) incluye a los artistas de la Isla”.

Felipe terminaría sustituyendo a Rafael Robaina como presidente y agente registrado de Cuban Museum, Inc. A bolina se fueron también la secretaria y el tesorero. El informe corporativo del 7 de enero de 2019 presentó a Felipe en la presidencia y una nueva junta de siete directores. Sólo era cuestión de tiempo que pusieran fin a la gestión disfuncional de Fuentes, su hija y algún que otro canchanchán. Por Fuentes entró la arquitecta Carmen Valdivia, quien preside el comité histórico de la organización Operation Pedro Pan Group.

Coda

Esta peripecia [¿diaspórica o exiliar?] incluye el pleito judicial Fuentes versus Felipe, que debió empezar ya el jueves 7 de febrero.


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