Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Disidencia, Represión

Una verdad muy difícil

Algunas noticias editadas en el extranjero sobredimensionan el papel de la disidencia. Ojalá la realidad fuera así. ¿Qué sabe el cubano de lo que ocurre en su propio país?

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La persona que sale del país que lo vio nacer, sin tener en cuenta las razones que motivaron esa salida, por lo general mantiene las últimas visiones de su patria. Pasan los años, cambian las modas, las formas de expresión se transforman, las palabras cobran otro sentido, pero el emigrante, exiliado, o como quiera definirse, mantiene en su memoria la imagen de aquello que dejó atrás tal y como lo dejó. Leen las noticias de su patria, algunas no las quiere creer y a otras se aferra creyéndolas a pie juntillas.

Entre los cubanos, la inmensa mayoría de los que viven fuera de su país, sigue en estos momentos con interés dos líneas de noticias de las cuales Cuba es protagonista. Una de ellas son las medidas que el Gobierno toma con mucha cautela y lentitud para aflojar lo mínimo posible su control y paliar las penurias de la población. La otra es el camino que va tomando la oposición y que en muchos casos se le bautiza de forma incorrecta como disidencia.

También existen noticias temporales y efímeras que captan la atención, como por ejemplo la próxima visita del Papa y de Dilma Rousseff, pero sin duda alguna los procesos mencionados anteriormente están acaparando toda la atención desde hace algunos años y lo continuarán en un futuro. En el caso de las medidas gubernamentales, se les conoce como reformas, más bien como tímidas reformas. Son medidas que no perjudican los intereses de la cúpula gobernante y que alivian a cierta parte de la ciudadanía. Decretos que satisfacen algunos deseos acariciados durante décadas por personas comunes, que provocan irracionales alegrías desmedidas.

Hasta el momento con ninguna de ellas el Gobierno ha renunciado a continuar manteniendo un control político y económico, y con todas ellas se continúa beneficiando financieramente ya sea recaudando impuestos, como con los trabajadores por cuenta propia y los arriendos de locales a particulares; o cobrando derechos, como en el caso de las compra-ventas de automóviles y viviendas.

Esperar, con una inocencia inexplicable teniendo en cuenta la propia historia del país y la evolución/involución del Gobierno en los últimos 50 años, que se tome alguna medida que afecte su férreo control, es una utopía, una falta de visión objetiva e ignorancia, cuando no claros deseos de tergiversar la realidad y participar en un juego con no se sabe qué oscuros intereses.

Disidente y opositor son dos conceptos muy parecidos pero matizados dentro de la realidad cubana. Disidente es aquel que siendo socialista, comunista, castrista y revolucionario, ha cambiado su forma de pensar por alguna razón. Puede ser lo mismo un dirigente que ha perdido sus prebendas que un estudiante adoctrinado que ha abierto los ojos a la realidad. Opositor es quien siempre ha sido contrario al Gobierno. Con la situación de la oposición y la disidencia, también nos toca tener en cuenta una cruda realidad.

Existe una situación generalizada de apatía en la población cubana que aún no ha logrado ser conmovida con los hechos de los que son protagonistas algunos de sus conciudadanos. Para muchos cubanos de a pie, esa persona que se despierta cada día sin saber a derechas qué va a echarse a la boca, cómo va a llegar a su trabajo si es que tiene, y ve cómo se acumula la ropa sucia en espera de que llegue el agua o consiga el detergente para lavar, la situación de la oposición no le interesa especialmente. Para otros, son personas valientes y aisladas que han tenido la decencia y el valor de criticar circunstancias que van siendo insoportables, pero nada más.

A pesar de la existencia de Twitter y Facebook, de la televisión satelital pirateada, de las antenas de radio de onda corta, de las computadoras, de las cuentas de correos alquiladas a terceros y de los discos que corren de mano en mano con documentales “conflictivos” y declaraciones “incendiarias” hechas tanto “desde allá” como “desde aquí”, la mayoría de la población cubana si desea enterarse de las noticias los únicos medios que tiene para hacerlo son los que están controlados por el Estado.

Para los habitantes de la Isla las únicas noticias sobre la revolución en Egipto, el apoyo de la OTAN a los rebeldes en Libia, las protestas en Siria, y la actitud desafiante de Irán, son las que reciben a través del sistema nacional de noticias cubano. Muchas veces ni siquiera se dan las noticias como tal, sino las interpretaciones oficiales de estas noticias.

Este Estado controla además la más mínima manifestación en su contra. El Gobierno de los Castro es tan sensible que puede ser lesionado hasta con el pétalo de una rosa. Solo se aceptan las críticas cuando es el propio Gobierno quien la fomenta y aún así, hay que criticarlos con mesura. Cualquier voz disonante que se alce de manera independiente comienza a sentir sobre sí una desmedida y ofensiva respuesta. Todas las técnicas de desestabilización son utilizadas.

Algunas noticias editadas en el extranjero sobredimensionan el papel de la disidencia. Ojalá la realidad fuera así. Por lo general estas actividades opositoras cuentan con un total silencio por parte de la prensa nacional. Incluso el Proyecto Varela, medianamente conocido por el “boca boca” y que tantas firmas logró aglutinar, no fue mencionado en su momento en la prensa ni siquiera para vilipendiarlo.

El ciudadano común recibe tantas horas de comentarios despectivos acerca de la oposición interna en los medios masivos de comunicación, que hasta los más descreídos dentro de la Isla llegan a dudar de que haya una actitud completamente honesta en este movimiento, sumamente fragmentado, lo cual tampoco contribuye a su prestigio dentro de la sociedad cubana. Muchos de ellos son vistos según el epíteto que le endilgan desde los centros informativos, siendo el que está de moda el de “agentes pagados por el imperialismo”.

Algunos comienzan a leer entre líneas, algo que el control no ha logrado eliminar, pero no son todos, ni siquiera una mayoría. Dentro de este grupo se encuentran los que comienzan a pensar a qué se debe esta continua atención ofensiva sobre personas como Yoani Sánchez o Las Damas de Blanco, pero incluso para esta reducida cantidad de personas, las menciones de estos nombres se refieren a elementos intangibles que se encuentran en lugares no del todo conocidos, posiblemente “allá” en La Habana, entre los que viven fuera de la capital y “por ahí” entre los capitalinos.

El valor de Las Damas de Blanco, que han sido fuertemente reprimidas solo por marchar en silencio vestidas de blanco en algunas ciudades del país, es una muestra de cuán desmedida puede ser la respuesta policial ante un acto pacífico. Nadie se cree que quienes las atacan son “el pueblo revolucionario”, ni siquiera los que apoyan al Gobierno que tienen muy claro de dónde sale esa chusma y cómo han sido reclutados.

Los videos, que solo pueden verse en el extranjero con total confianza y sin temor a represalias, muestran una situación vergonzosa para todo el que tenga dignidad, pero también muestran cómo nadie es capaz de salir en defensa de unas mujeres, ni siquiera por el concepto de hombría con que siempre el cubano se ha querido caracterizar.

Lo mismo ocurre en las protestas realizadas en el mercado de Cuatro Caminos, el Capitolio, y el Parque de la Fraternidad. Son tres o cuatro valientes rodeadas por una turba que las observa, pero que ante la llegada de la policía es incapaz de actuar aunque sea un centenar contra cuatro agentes del orden. Lo más que se escucha es un grito esporádico de condena oculto entre la multitud y ahí acabó la historia.

No estamos negando el valor y el coraje de todas estas personas que han tenido el civismo de exigir sus derechos ciudadanos. Esperamos que ellos formen parte de una vanguardia que ayude a la toma de conciencia en lo que pudiera ser un nuevo “despertar de la conciencia nacional” en pleno siglo XXI, pero de ahí a que haya una multitud enardecida dispuesta a tomar las calles y evitar que se les siga pisoteando no hay más que un sueño. ¿Llegará ese día?


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