Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Vigencia de la Primera Enmienda

¿Quién está facultado para juzgar cuáles errores o interpretaciones de los libros son permisibles o no?

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Protegiendo la libertad de expresión desde la escuela

Un sistema democrático es más libre no por su signo ideológico, sino porque garantiza libertades negadas por las dictaduras. Partiendo de esos supuestos, no puede ser menos que insostenible la pretensión de censurar un libro de las bibliotecas del sistema educativo de una ciudad norteamericana porque se discrepe de su contenido político.

En 1982, la Corte Suprema discutió el caso Board of Education v. Pico, en el que un buró de escuelas equivalente al de Miami-Dade ordenó retirar ciertos libros, incluyendo Soul on Ice, de Eldridge Cleaver, y Slaughterhouse five, de Kurt Vonnegut, de las bibliotecas del sistema educacional del distrito, porque consideró que los libros eran "antiamericanos, anticristianos, antisemitas y simplemente groseros". La Corte afirmó con mayoría de 5-4 que "la Constitución protege el derecho de recibir información e ideas" y que "los estudiantes también son beneficiarios de tal principio".

El juez Brennan, que escribió la opinión mayoritaria, reconoció la facultad de un funcionario escolar para determinar el contenido de las bibliotecas de su escuela, pero esta "no puede ser ejercida de forma estrechamente partidista o política". La Constitución —continuó Brennan— "no permite la supresión oficial de ideas".

De modo que la legitimidad de la remoción de libros de las bibliotecas escolares —según la Corte— depende de la motivación detrás de las acciones del Buró Escolar. "Si la intención de bloquear el acceso a ideas de las que se discrepa es el factor decisivo de la remoción de los libros, tal acción viola la Constitución". La Corte afirma que "los buroes escolares no pueden retirar libros de los libreros por el simple hecho de que no le gusten las ideas contenidas en ellos o para postular lo que consideren ortodoxo en política, nacionalismo, religión o cuestiones de opinión".

En Miami se está intentando. Después de recibir una queja de Juan Amador, un padre que discrepa del contenido político del libro Vamos a Cuba, el buró de educación de Miami-Dade, alentado por el congresista estatal David Rivera (R-Miami), acordó retirar el libro de las bibliotecas escolares del distrito. El acuerdo desconoció las recomendaciones del superintendente escolar Rudy Crew y de respectivos comités de asesores (compuesto por un psicólogo infantil, miembros de la comunidad y varios educadores) y de apelaciones que recomendaron que el libro no fuera removido.

Que no se nos confunda. No identificamos a Miami, ciudad en la que orgullosamente creció uno de los autores de este artículo y testimonio del ingenio y la laboriosidad cubana, con las decisiones antidemocráticas de una minoría.

Otros ejemplos

No recomendamos Vamos a Cuba para conocer la realidad de la Isla y entendemos que muchos padres exiliados rechacen su descripción de la patria de la que tuvieron que partir. El libro tiene errores, algunos que son históricos, no de interpretación. Por poner un ejemplo, atribuye a nuestros indígenas el haber pintado el bello mural de la prehistoria en el Valle de Viñales.

Sin embargo, si el criterio para excluir un libro de las librerías escolares fuera que contiene errores sobre la historia de Cuba habría que agregar unos cuantos materiales.

Pongamos dos ejemplos: En un artículo publicado en la revista The National Interest en la primavera de 2002, Irving Louis Horowitz, profesor mimado por la derecha exiliada, pifia al afirmar que Antonio Maceo fue excluido de la negociación del Tratado de París de 1898 entre España y Estados Unidos. Para ser excluido, Maceo hubiese necesitado que Jesucristo le dijera como a Lázaro "levántate y anda", porque el Titán de Bronce había muerto en Punta Brava en 1896.