Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Vigencia de la Primera Enmienda

¿Quién está facultado para juzgar cuáles errores o interpretaciones de los libros son permisibles o no?

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Otro ejemplo: Brian Latell, del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, comete varios errores históricos en su libro Después de Fidel. Para mencionar algunos, Latell confunde a diferentes miembros del clan Somoza en Nicaragua, al atribuir a Anastasio el apoyo de su hermano Luis a la invasión de Bahía de Cochinos (p. 198).

Latell llama al conflicto de 1898 "la guerra hispano-norteamericana", término inaceptable para el patriotismo cubano, pues ignora la participación mambisa en la contienda (p. 183) y ubica en 2004 la represión de la primavera negra de 2003 (p. 248). En términos de interpretación, Latell dice que nada en la obra de José Martí indica una defensa de la democracia liberal (p. 118).

La consistencia en la aplicación de una política es la mejor defensa contra acusaciones de parcialidad. ¿Sacarían los censores de las bibliotecas públicas del sistema educativo de Miami el libro de Latell o el artículo de Horowitz por esos errores? ¿Quién está facultado para juzgar cuáles errores son permisibles y cuáles no?

Censurar no es una tradición norteamericana. En todas las democracias se publican materiales con información errónea o controversial, pero es mejor que cada lector o padre juzgue lo que es conveniente para su lectura o la educación de su hijo que darle al gobierno la función de "gran hermano". En una sociedad democrática las discrepancias se resuelven a través de la crítica y la responsabilidad individual de formar su propia opinión. Esa libertad es más compleja que el tutelaje de las dictaduras, pero es preferible.

Un documento vivo

En 1776, la Declaración de Independencia norteamericana articuló firmes cimientos morales no sólo para la separación de las trece colonias de Inglaterra, sino para la construcción democrática que la sucedió. Casi dos siglos después, Martín Luther King afirmó que su movimiento venía a "cobrar una promesa" ( to cash a check) contenida en ese documento. En ese sentido, los padres fundadores norteamericanos trascendieron su tiempo y su latitud.

Reynaldo Taladrid, que gusta recordar al reverendo King en la Mesa Redonda de la televisión cubana, quizás pueda citar al prócer de los derechos civiles cuando dijo: "Si hubiésemos sido encarcelados tras las cortinas de hierro de una nación comunista, no pudiéramos hacer esto. Si estuviésemos en la prisión de un régimen totalitario, no podríamos expresarnos así. La gran gloria de la democracia americana es que uno siempre tiene el derecho de protestar por sus derechos".

La acción legal de la Unión de Libertades Civiles Americanas (ACLU) contra la censura del libro Vamos a Cuba por el buró de educación de Miami no es de derecha ni de izquierda, es democrática y americana. La Primera Enmienda de la Constitución americana dice claramente que el Congreso "no impondrá obstáculos a la libertad de expresión y prensa". La Primera Enmienda también se aplica a las legislaturas u órganos de los Estados. Bajo la Constitución norteamericana, ni David Rivera (R-Miami) ni el buró de educación de Miami-Dade pueden justificar sus acciones.

Sería bueno que nuestros compatriotas de derecha aprendan algo de lo sucedido con Elián. En las democracias, los problemas no se resuelven amenazando a los miembros del buró escolar con ponerle una bomba al carro. Miami no es una ciudad tras la cortina de hierro, ni está en Arabia Saudita. En Estados Unidos, las cortes judiciales y el pueblo han tenido el coraje de defender sus libertades. Nunca se dijo: "Elecciones, ¿para qué?" o "Este es el hombre".

El comportamiento cavernícola de un grupo específico en Miami para censurar el libro Vamos a Cuba es inconcebible en Nueva York, California, Colorado o Montana. Por fortuna, esa falta de compromiso democrático es cada vez menos aceptada en el exilio cubano.

Contra el espíritu de libertad de la Declaración de Independencia y la Constitución norteamericanas no pudo el senador McCarthy y de seguro no podrán sus actuales herederos. Como dijo el presidente Clinton: "No hay nada malo en Estados Unidos, que lo bueno de Estados Unidos no pueda curar".


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