Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Comercio mayorista, Tiendas, Ventas

La tienda que ¿será? mayorista

Una nueva tienda que abre —de momento más como ilusión que real empeño— dentro del complejo y por momentos absurdo mundo cotidiano de la economía cubana

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Hasta ahora Zona+ es una ilusión y un poco un enigma. Pero se puede decir que ejemplifica un cambio. Si ese cambio es simplemente de apariencia o llegará un poco más lejos aún está por ver. Por lo pronto el nombre no deja de ser novedoso —para los estándares de Cuba. En un país donde por décadas los establecimientos y las marcas se han caracterizado por nombres ridículos, pueblerinos o indescifrables. Zona+ se destaca no por ingeniosidad sino por su apariencia hasta cierto punto insólita. Más incluso si uno se detiene en el slogan: “lo que necesitas y más”. Por supuesto que no se encuentra allí todo lo que necesitan los cubanos —y por favor, de momento vamos a dejar descansar las arengas y los discursos políticos de ambas partes— ni mucho menos, pero intentar vender esa ilusión —o esa mentira—, en la más pura y vulgar retórica publicitaria, ya es algo que merece un comentario.

El gobierno cubano abrió la tienda en la séptima avenida, entre las calles 66 y 68, en el municipio de Playa. Y la situación no deja de ser estratégica, y acorde a esa ilusión que ahora se intenta vender en la Isla. Cuba+ está muy cerca del mercado de la 70, que en el imaginario del cubano que vive en la capital fue y en cierta medida continúa siendo una especie de paraíso, donde tienen cabida solo los que poseen divisas.

Por ahora, Zona+, donde los productos se acopian hasta tocar el cielo de la bodega, ofrece sólo un puñado de bienes pero en grandes cantidades y con precios ligeramente más bajos, informa la agencia Reuters.

Los empleados de la tienda dicen que es un experimento.

El plan, comentan, es que Zona+ venda de todo al por mayor y con descuento, en especial a los pequeños negocios que han florecido con las reformas económicas que implementó el presidente Raúl Castro sobre una economía centralizada al estilo soviético.

Funcionarios de CIMEX, la corporación comercial estatal que es dueña de Zona+, no quisieron hacer comentarios y al gerente de la tienda se le pidió que no conceda más entrevistas, después de decir a medios locales que la meta es ser un mercado mayorista.

Compradores en Zona+ dijeron que la tienda ya ofrece una ventaja sobre otras porque está inusualmente bien abastecida, de acuerdo a la información de Efe.

La interrogante es si Zona+ se convertirá verdaderamente en un establecimiento de venta mayorista.

La pregunta es importante.

Si realmente el Gobierno cubano está interesado en permitir —no digamos alentar— cierto sector de productores privados, tiene que crear los mecanismos para suministrarle a ese sector los medios de producción.

No se trata de una definición ideológica ni política. Las definiciones ideológicas y políticas establecen el permitir o no una producción privada. Pero una vez que la misma está aprobada, por los organismos correspondientes según el sistema político, el no facilitar dicha labor —o en otras palabras: hacerla posible— atenta no solo contra los productores privados, sino contra el propio sistema. Y esto es precisamente lo que viene ocurriendo en Cuba.

Mientras se mantenga la cultura del “timbiriche” y la práctica de una semi-permisibilidad, que hace posible que con herramientas o condimentos traídos desde el exterior —principalmente Miami— un plomero o un cocinero realicen su labor privada en la Isla, no se está resolviendo el problema sino perpetuándolo.

En primer lugar porque cualquier práctica privada es capaz de desarrollar recursos y estrategias capaces de eludir o violar los mecanismos establecidos por los centros de dominio económico —estén estos en manos de un Estado o de grandes corporaciones—, cuando esos centros de poder económico demuestran ser ineficaces en sus tareas.

Así por ejemplo, en el caso del cocinero, no todo se resuelve con los parientes o amigos en el extranjero que le envían los condimentos —para citar ejemplos conocidos— sino que en su labor cotidiana ese cocinero no puede depender solamente de los envíos, digamos de Miami. Por lo que actúa con la solución más fácil o única para él, y es acudir a un agromercado u otro establecimiento, y comprar en cantidades que no son las usuales para el consumo de un cliente particular.

De esta forma, al tiempo que el cuentapropista le está resolviendo un problema al sistema por una parte —brinda un servicio, le ahorra al Estado el tener que emplearlo— le crea otro, aunque no sea primordialmente su intención: contribuye al desabastecimiento en el mercado de la esquina.

La solución a este problema, no planteado en términos directamente ideológicos y políticos, está en que el Gobierno asuma verdaderamente el compromiso contraído al permitir la producción privada. Y aquí, como se dice en Cuba, suele “trabarse la bicicleta”: la ineficacia, el temor y cualquier otro rasgo, que se asuma como burocracia o inercia, obstaculiza las soluciones. En algunos casos, como el de la tienda Zona+, ese temor no solo está en la mente de los empleados sino de quienes tienen a su cargo la dirección económica del país.

“Solo falta que baje la orientación, por lo demás estamos listos”, aseguró a 14ymedio una de las cajeras de Zona+, que se identificó como Sonia.

Eso de “que baje la orientación” suena a lenguajes arcaico, que desde hace mucho se debía haber eliminado en Cuba.

No es así. Uno de los problemas perennes en la situación cubana es el florecimiento constante de señales contradictorias.

“La primera responsabilidad de un economista hoy es ser revolucionario”. La frase es de un titular de Granma y forma parte de un discurso de Ramón Labañino Salazar durante una reunión de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC) en Vueltabajo, Pinar del Río.

Las palabras suenan a los discursos escuchados décadas atrás, y no por gusto: son un eco de otras dichas en su momento por Fidel Castro.

Pero cuando se revisa la breve información en el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba no mucho que decir más que se trata de un eco en lontananza de una vieja retórica.

En resumidas cuentas, el discurso a los economistas no es más que parte del plan de las eternas vacaciones para agentes en retiro activo —solo que en esta ocasión a Labañino lo mandaron a Vueltabajo y a René González y Gerardo Hernández, y familiares, les tocó Londres, pero hay “chances” en el extranjero para todos los espías— y todo lo dicho se reduce al conocido ejercicio de fidelidad sin cuestionamiento.

Para el cubano de a pie, tanto la nueva tienda como el discurso en Granma, son ajenos a este análisis —lo que en parte lo condena a ejercicio inútil—, ya que es probable que el texto lo haya pasado de largo y el establecimiento solo sea otro más donde —si acaso y si tiene dinero— encontrar algo. Lugares de compra que por un tiempo capturan la esperanza, la frustración y los deseos de quienes viven en la capital se han sucedido a lo largo de los años.

Pero aunque no se detenga en el discurso y visite la tienda o pase de largo por falta de dinero, no por ello ambos factores dejan de afectarlo en su vida de sobrevivencia.

Un economista no tiene fundamentalmente que preocuparse por los números sino en ser buen revolucionario. Lo dijo Fidel Castro y ahora lo repite el espía.

Solo que la primera responsabilidad de un economista, al igual que un carnicero, es hacer bien su trabajo. Y mientras en Cuba no se defina la eficiencia por encima de la política, o el oportunismo en su expresión más clara, poco será el avance económico; y lo más posible es que con el actual gobierno este objetivo no se alcance nunca.

Por lo tanto, y de momento, la Zona+ no despega mucho más allá de la ilusión, aunque en términos cubanos esa función nunca es despreciable.


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