Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Técnica bolivariana del golpe de Estado

Tras practicar el trotskismo para hacerse con el poder, ahora Chávez defiende 'su Estado' a la manera de Stalin contra Trotski.

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El propósito de Curzio Malaparte de publicar su célebre tratado La técnica del golpe de Estado (1931), era demostrar que las fuerzas adversas a los valores de libertad y democracia —de extrema derecha o extrema izquierda— pueden ampararse en un Estado moderno y coartarlas, y que para defender el Estado de derecho de ese peligro es necesario conocer la técnica moderna del golpe de Estado y sus reglas fundamentales.

La demostración de Malaparte comienza con la deconstrucción del proceso que condujo a la Revolución de Octubre en 1917. El estratega de la revolución fue Lenin, pero Trotsky fue el táctico del golpe de Estado que llevó al poder al partido bolchevique. Malaparte concluye entonces que no es la estrategia de Lenin lo que deben temer los Estados modernos, sino la táctica de Trotski.

La estrategia leninista no se puede comprender ni es aplicable fuera del contexto de la Rusia zarista. En cambio, la ausencia de circunstancias favorables no impide el empleo de la táctica trotskista, porque lo que cuenta es la táctica insurreccional, la técnica del golpe de Estado.

Para Lenin, se debía contar con el avance revolucionario de todo el pueblo, en cambio, Trotski consideraba que todo el pueblo era demasiado para la insurrección: se necesita "una pequeña tropa, fría y violenta, entrenada para la táctica insurreccional".

Primer golpe de Estado moderno

Malaparte analiza también la variable del ejemplo del 18 Brumario: el golpe de Estado de Bonaparte. Este último se sirve del ejército como instrumento legal en la conquista del Estado; una manera de conciliar el empleo de la violencia —observando la legalidad— para llevar a cabo una revolución parlamentaria. Esa sería la novedad aportada por Bonaparte a la técnica del golpe de Estado, siendo el suyo el primer golpe de Estado moderno.

El Parlamento acepta el hecho consumado y legaliza formalmente el golpe de Estado, decretando así su fin. La preocupación por mantenerse en la legalidad está también presente en la empresa de Pilsudski, en Polonia, de Kapp, en Alemania, y de Primo de Rivera, en España. Pero es en el relato minucioso de la táctica empleada por Mussolini, durante los tres sangrientos años que duró la lucha del fascismo para ampararse del Estado, que Malaparte luce su mirada aguda como observador de los procesos insurreccionales y con un conocimiento íntimo del fascismo.

Su antipatía hacia Hitler es profunda, y considera que las tropas de ataque hitlerianas no constituyen el ejército de la revolución nacional, sino el "instrumento ciego de las ambiciones del líder". Su desprecio por Hitler lo conduce a considerarlo un "espíritu realmente femenino", que se refugia en la brutalidad para disimular sus debilidades.


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