Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Utopía versus libertad

Inercia social y mudez de los sin voz: el castrismo continúa su sorda y terca andadura.

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El curso posterior que siguió la revolución cubana tras la superación de su etapa reformista y la declaración del carácter socialista de la misma, puso de manifiesto que el proyecto revolucionario de la llamada "generación del 53" se apoyaba en una utopía política que perseguía no sólo la abolición de las formas de poder anticonstitucional establecidas por Batista, sino que escondía un nuevo modelo de organización socio-económica.

Las frustraciones que tal experiencia ha provocado en el pueblo cubano se deben fundamentalmente a que el proyecto castrista consistía en crear una sociedad unánime donde se impone a todos el mismo modelo de convivencia y comportamiento que el poder ha elegido ad infinitum.

De aquí que la movilización de "las masas" sea más mística que real, ya que se trata de la abolición de todas y cada una de las diferencias en nombre de "la patria, la revolución y el socialismo"; de todas la discrepancias, de todos los disentimientos y, por consiguiente, del inevitable conflicto y la cotidiana tensión que existe en cualquier sociedad.

En tales regímenes queda prohibida la humana posibilidad de equivocarse y pensar por sí mismo. Como alguien señaló acertadamente, en los totalitarismos el "error" es suplantado por el "terror", o sea, por la imposición de una única, rígida e inmutable consigna.

Detenida en el tiempo

Cuba hoy parece detenida en el tiempo, o sea, resulta un universo congelado, una foto fija de los cincuenta; un parque jurásico de la política. La imagen de sus vetustas ciudades con sus old fashion Chevrolet y de sus tremebundos "camellos", ofrece al visitante la sensación de edad detenida, de limbo vegetativo reñido con la modernidad. Semejante escenario de intemporalidad seduce a un sinfín de occidentales que acuden al paraíso decadente del Caribe "a purgar sus pecados como criaturas consumistas" y a escapar del vértigo del tiempo de sus sociedades postmodernas.

La Isla deviene así viva estampa de la utopía conquistada, pesadilla que por demás prefiere para su encarnación modélica un territorio insular donde un caudillo populista promete cumplir las aspiraciones del pueblo cautivo y aunque no da detalles de "cómo" satisfacer esos anhelos, promete una y otra vez que el tiempo obra en su favor y que sólo es cuestión de resistir y esperar.

Hamelín embriagado por los baños de multitudes hechizadas al conjuro de su palabra "orientadora". Solipsista intransigente que ahoga al resto de las voces y ha sustituido el "yo" por el "nosotros", reivindicando su despótico mandato como la forma de organización social más deseable para la humanidad.

En tal sociedad, toda iniciativa creadora es sospechosa de "individualismo burgués", cualquier ambición en pos de mayor bienestar personal; cualquier diferencia con respecto al rebaño, suena a "diversionismo ideológico"; la disidencia organizada es considerada como "quinta columna del enemigo imperialista" y como tal es perseguida y reprimida.


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