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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Humor

Carta a Consuelito Vidal (II)

Coloquial, campechana y modélica Consuelito Vidal, parte dossss:

Cuando una mujer tiene nombre de sustantivo se pasa la vida sustentándolo. No hay nada como sustentar cuando se tiene el consuelo de que pueda ser sustancioso. Un sustento es el intento consumado, y un consuelo viene a ser la esperanza de lograrlo. Si uno no se sustenta, entonces se fuñe y detrás cae el pésame, que es el consuelo postrero. Todo esto lo he rumiado desconsoladoramente, sin consolador, porque tus padres te bautizaron así, como anticipando lo que nos consolaría tu presencia, para luego, en la intimidad, decirte Chichi. Eso no se le hace a un consuelo. Es como decirle Chencha a una Esperanza. Las Chenchas mas famosas suelen ser gambadas, y las esperanzas se pierden.

Dicho todo esto con la profundidad que me caracteriza, me lanzo a profanar otras facetas de tu vida. Cuando uno llega a convertirse en profanador profesional, lo tildan enseguida de bestia. Y andar tildado es doloroso. Tal vez nos consolaste tanto, siendo el Consuelo único para tanta tildación. Debo preguntar cómo lo lograste, si eras también esposa amantísima, compañera amantísima, ama de casa amantísima, y amantísima madre. ¿Cómo hacías con tu tiempo? ¿Cómo pudiste hacerte múltiple y prácticamente omnipresente?

Pienso —luego exilio— que te creíste de verdad, profundamente, de modo cerrero y abismal, aquel anuncio que hacías al final de los cincuenta, cuyo lema se convirtió en contraseña de esperanza para la gente —que es como se le dice al pueblo cuando ve televisión— cuando soltabas, misteriosa, aquella frase que ahora recordamos con ligera frustración: "Hay que tener fe, que todo llega".

Me gustaría analizar, a la luz —bueno, a la poca luz— de los deshechos posteriores, esa frasecita que esperaba la gente —ya dije que eran quienes veían televisión— y que poco a poco, como sin mucho esfuerzo decisivo, se fue convirtiendo en otra cosa. En varias cosas. En muchas cosas. Analicemos la semántica, que es la parte de adentro de todo morrocotoyo hablado o escrito. Lo que podría ser, por si solita, sin guardia personal ni vigilante, una sola oración, dice texturizalmente: "Hay que tener"…hum, eso se puso duro con lo que llego mas tarde. Tener, del verbo poseer, que es de la familia de propiedad, fue convirtiéndose lentamente en un delito.

En el argot revolucionario —recordar el chachachá de la Aragón que se titula Un caramelo para el Argot— la propiedad era un fao a las mallas, aunque en fecha reciente, en teniendo faos, incluso sin mucha malla, ya podía uno tener determinadas cosas propias. Pero al principio —a pesar de que se dice que "Al principio fue el verbo"— el verbo en cuestión te tildaba sin escalas, te convertía en convertible.

En ese argot, ya sin caramelos, tener, lo que se dice tener, se limitaba solamente a lo extra sensorial: tener coraje, tener firmeza, tener conciencia, tener combatividad, tener participación y, algo nocivo, tener rezagos. Un tío mío se volvió como que loco cuando le diagnosticaron eso en una asamblea y murió esperando la operación para extirparse esos molestos rezagos, que eran, para colmo, del pasado, y todo se complicó al convertírseles en reminiscencias. Y antes de estirar la pata sufrió una parálisis marcial.

De manera que había que ponerle apellido. Fe era prácticamente fo, y objetivamente fu. Por eso vino la coletilla esa de que "todo llega". Fue muy simpático, y creo que ese jingle marcó un momento en la historia del suspense mundial. Si uno mira ahora hacia atrás, y lo ve todo dentro de un marco muy alemán, y se entera de que la frase en cuestion anunciaba al jabon Rina, se pregunta qué se traía aquel jabón entre manos. Se fue el Rina y se nos quedaron el Nacar y el Batey, que es, como jabon, el verdadero culpable de que se extinguieran los indios en el país.

Comprendo ahora el trabajo que pasaste para mantener la cubanía natural cuando todo lo natural comenzó a usarse para el turismo. Las concepciones iban cambiando. Antes, el cubano de a pie escuchaba constantemente aquel sonsonete de "Conozca a Cuba primero y al extranjero después", y eso se trastocó definitivamente. Hoy existen cubanos que te hablan con absoluto dominio de la geografía de la Cuenca del Rhin, o del sistema boscoso de Oklahoma, y sin embargo no saben —ni les importa— dónde rayos queda Calimete o para dónde tira Imías.

Los hay también —sobre todo las hay— que cumplieron la fórmula de una manera sospechosamente personal: conocían al extranjero antes, lo satisfacían, lo exprimían, lo masacoteaban y cabalgaban, para, de vez en cuando o en ocasiones, llegar de su mano al duro pellejo de la llanura camagueyana, o a la vastedad salvaje de la Sierra de Cristal. El objetivo final, claro está, es conocer la geografía de la cuenca del Rhin o el sistema boscoso de Oklahoma.

Conociendo el caudal de tus capacidades —y eso que no he llegado a la cuenca del Rhin, pero se me al dedillo la Selva Negra y el Baix Empurda— me extraña que no te hubieses lanzado a la literatura con una obrita que pudo llamarse "¿Cómo mantenerse campechano con un pan de boniato al día?". Ya nada es lo mismo. La penumbra avanza, invadiendo los rincones mas escabrosos de la noche. Si tradicionalmente era un tentempié introducirse fécula horneada con fibra de mamífero que habita las cochiqueras, en el nuevo milenio quedó el alegre cubano comiendo pan con mechón.

No me extraña que terminara, sin muchas explicaciones, aquel programa que hurgaba con mucho humor las intimidades sociales y familiares de un edificio, y que supiste levantar campechanamente haciendo pareja con Cerero Brito. Ya no se podía revolver, escrutar, manosear o fisgonear mucho Detrás de la fachada,de ninguna fachada, sin encontrarse la tremebunda realidad, en una facha que da grima. Así un buen miércoles, el espacio que iniciara Mimí Cal, junto a Leopoldo Fernández y Aníbal de Mar, se desplomó como el resto de las edificaciones, para tristeza de la gente, que son esos que miran televisión.

Hasta el nombre del programa se había vuelto peligrosísimo. Si el proceso inicial tenía una aparente espontaneidad en la puesta en escena, y llevaba mambo y conguita, la obra se fue complicando telón adentro, y ya había entretelas y entrepiernas, escondrijos y fosos de orquesta, camerinos y cormoranes, y la gran concha de su madre para el apuntador. Fachada adentro había mucho, aunque, aparentemente pareciera existir el mismo desaguacate delante, al pelo, en vivo y en directo.

Ya daba lo mismo que los papeles secundarios los asumiera un Aldana que un Pastrana, siempre que no pisaran el texto del actorazo principal, ex galán de noche, el mismo que motivó la amarga guarachita a la que pocos hicieron caso, y que reza, para mis ardientes pesadillas: "Se acabó la diversión/ llegó quien tu sabes y mandó a parar". Y hay que ver como lo paró todo parado, erigiéndose primer cómico del atolón, con rango mundial.

Entonces, por mandato y ley, a pesar de que existían dos Celias, una negra y otra blanca, se extendió una tercera, la suya propia, la que invento o provoco: mi Celia total por los cuatro costados. Mi Celia económica y espiritual, mi Celia galopante en todos los estratos de lo que es la persona. Cabeza, tronco y extremidades extremistas.

La fachada hizo cataplún, dejando al descubierto la inutilidad de los cubiertos, mientras un numeroso grupo de traidores nos pusimos a cubierto, repoblando, entre otras zonas del planeta, la cuenca del Rhin, los alrededores boscosos de Oklahoma, los arrozales de Okinawa —en Oriental se pronuncia Okay, nagüe—, el divertido fanguito de los Everglades y los pinares de Toronto, que suelen ser más esbeltos que los de Mayarí. La parte que no era precisamente el producto interno bruto se dio a la desbandada cuando comprendió que hasta el refajo era con orden. Con orden estatal.

Por suerte —iba a decir Gracias a Dios, pues recordé lo de "hay que tener fe"—, tus inicios en RHC Cadena Azul fueron intensos, diversos y variados. Era 1943 y llevabas la constancia y esa alegría siniestra que nos han dejado en la vinagrera los oriundos de Galicia. Así que no te amilanaste al primer fallo y volviste a la carga, y lograste abrirte camino como actriz, cantante, anunciante, locutora, presentadora, animadora y luego, para siempre, como mujer cubana, campechana y vivaracha. Y a la par, te realizaste como madre. Aunque, claro está, con ligeros tropiezos, leves dificultades que van más allá de la cocina y el agromercado.

Uno de esos ligeros tropiezos compone, escribe, esculpe —para ambos lados—, empolla poemas, coacciona cuentos, narra coacciones, canta, y come frutas de la mesa del Jefezaso. Brinca gritando que el que no salte vive en Oklahoma. Pretende estar en todo. Con todos y para el mal de todos. Cualquiera tiene un error en la educación de los vástagos. Los otros te salieron cariñosos y normales, así que no nos preocupemos por una oreja descarriada.

Tal vez no le prestaste demasiada atención. En un potrero donde ya daba lo mismo ser Chicha que limoná, es posible que tu piloto automático se relajara, y muy al fondo pensaras que alguien de tu estirpe pudiera hacer lo que te fue vedado por natura. Tu misma lo confesaste un día de este modo: "Traté de ser dibujante, no lo logré; traté de ser escultora, tampoco. Cuando terminé el piano, tuve la certeza de que iba a ser una pianista mediocre y a esta palabra le tengo terror". También tomaste clases de declamación, y declaraste que "parece que por ahí me entro el bichito". Lo que en ti fue ese mínimo y deslumbrante insecto, ese duende, en ese hijo del que hablo fue comején extendido. Pero eso no empaña tu empeño.

Ya te dije que ejemplares de cubanas, para no decir cubanas ejemplares, hay muchos. Se contradice el modelo. Uno de los más mentados, o el que sacan con más frecuencia cuando el Cómico Nacional se pone Trágico, es el de Mariana Grajales. Sospecho que Mariana era una madre muy templada. También me huelo que llegó a ponerse mal de los nervios viendo a aquella muchedumbre de mulatos desandando todo el santo día por el bohío. Así que la campana de La Demajagua le cayó como anido al dello, y se libró de la molotera familiar mandando marido e hijos para la guerra. Tú no tuviste esa suerte.

De todos modos, hiciste algo muy difícil en esta jubilosa desunión que padecemos los cubanos, este virus nacional que nos marca con fuego: caerle bien a tirios y troyanos. Y que todos sintamos tu adiós como un disparo en el pecho. Sobre todo la gente, que para eso ve televisión. Porque hay que ver, en la situación en que está el patio, no solamente por dónde, sino para dónde se van los tirios. De seguro que para la cuenca del Rhin.

Con la fachada incólume,

Ramón

© cubaencuentro

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