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Actualizado: 16/05/2024 10:29

Humor: La columna de Ramón

Carta a Daniel Santos (I)

Revoliquero, aguajista e inquieto anacobero Daniel Doroteo Santos Betancourt, El Jefe:

En Cuba siempre han sobrado los filósofos callejeros, esos virtuosos ambientales que analizan, muestran, aconsejan, diseccionan, desbrozan, sopesan y controlan cada actitud y cada noticia, desde una sólida formación empírica donde se mezclan, con armonía singular, Hegel con Vargas Vila, Amado Nervo con Kant, Platón con el Trío Matamoros, Schopenhauer con Ñico Saquito, Kirkegaard con ciertas aristas ariscas de Tejedor en la tarde.

Yo nunca te había mirado desde ese ángulo, y, sin embargo, cuando me levanté el embargo —que significa que me desbloquié— comprendí, anonadado, tiritando y titiriteando, que solamente tú habías dado en el clavo con una definición política que ningún europeo había encontrado para clasificar nuestro heroico proceso histórico: el tíbiri tábara.

Sé que esta afirmación mía encontrará objetores y detractores. No me importa. Mientras no tropiece con tractores, la cosa marcha. Estoy acostumbrado a que mis afirmaciones tropiecen, de manera que pongo empeño, las afirmo nuevamente y eso me da fama en la reafirmación. Mientras más me refirmo, menos alto tengo el colesterol y más holgados andan mis calzones. Pudiera parecer una obsesión, pero no sé cantar, y Obsesión fue un tema exitoso en tu voz.

También me arriesgo a que alguien note el mucho cariño que te tengo, y eso no es bueno entre varones criados en el desamparo del barrio en lugar de en un amable seno familiar. A ambos nos ha sucedido. En la falta de ternura filial llega un momento en que uno tira para el seno, para cualquier seno, aunque no nos sea muy familiar. Es nuestra manera de dormir senados, que es lo mismo que satisfechos. Al menos nos evita el llanto por aquello de quien no llora no mama. Lo reafirmo como huérfano graduado: si no hay madre, que haya mamas.

Sortearé también —para afirmar con firmeza y decoro, lo que me convertirá en decorador— que te prefiero como agorero, filósofo, anacobero —que en ñañigo antiguo es sinónimo de diablillo—, visionario y ejemplo latinoamericano de desarrollo, a pesar de que cualquier tronco de yuca destruya mis ilusiones con varios pincelazos —brochazos infames, denuestos superpuestos— como estos datos reales de tu biografía:

Uno: "De niño, Daniel Santos limpió zapatos y vendió aguacates, huevos frescos, hielo y carbón para ayudar a sus padres, don Rosendo y doña María".

Dos: "Estableció negocios de barras en Cuba".

Tres: "Tuvo doce hijos de doce mujeres diferentes de distintas nacionalidades".

Cuatro: "En casi todas las ciudades que visitó tuvo problemas con la justicia y hasta fue apresado".

Y por si fuera poco...

Y por si fuera poco, para clavarte en el ciertopelo como mariposa tiesa, el gran Rolando Laserie te soltó este prontuario delicioso ante una gran concurrencia radial: "Usted ha sido chulo, marihuanero, vividor, borracho, ha estado preso y es mujeriego. ¿Cuándo piensa cambiar?". Si yo dijera la mitad de esas cosas de mí no me contratan ni como tarugo de circo.

Parémonos. Pongámonos en posición casi fecal, que es la imagen de la inocencia y la pureza, y hagamos un alto al fuego en esa masa amorfa de información malintencionada. Se derrumba mi intención de hacerte faro y guía de las nuevas degeneraciones latinoamericanas. No me clasificas en el ALBA con esos rezaguitos.

Un niño en la Cuba actual, para imitarte, pasaría muchísimo trabajo. Más que un tullido en una cámara elástica. Ese niño cubano pudiera hasta limpiar zapatos, porque el ingenio insular se las ha arreglado para mantener el oropel, la limpieza aparente y, sobre todas las cosas, el brillo de las cosas. Cosa que no brille, no es cosa. Ni existe ni da brillete, que es el lustre esencial para la brilladura o brillantez. En lo que se las vería canutas, para decirlo en clarísimo boricua del barrio Trastalleres, en Santurce, donde viste la luz el 6 de febrero de 1916. Aunque la luz más frecuente era la que salía de los trabucos, vizcaínos y demás revólveres, porque naciste en ambiente revolvido. A eso, en Puerto Rico, se le dice santurce nervioso y alterado.

Ese infante cubano —casi de marina, si se arrima al arrecife— no ejercería el resto de tus oficios iniciales. No lo veo vendiendo huevos frescos, por muy atrevido que sea. Quizá, el día en que la genética avance un poco más en la Isla, ese muchacho llegue a poner él mismo los huevos, y si logra que tengan yema y cáscara firme, los sacará al mercado. Si se mantiene siendo criollo, los pondrá colorados, pero lo dudo; como la Isla se ha ido volviendo una hermosa y ejemplar granja, le saldrán todos blancos. Mas, de intentarlo ahora mismo, sería marcado por mercar. No dudo de su posibilidad de comerciar con aguacates y carbón. Pero en lo del hielo, monina, sí estamos más jorobados que un alambique. Creo que un niño podría llegar primero a poner huevos frescos que lograr hacer hielo. No veas lo que demora un cubito en cubita.

Yo mismo, sin saber las normas técnicas que seguiste para hacerte luego esa leyenda que has sido, logré hacer hielo, vender limones y a punto estuve de incendiar mi casa, con lo que tenía el carbón a mano. En mi tiempo, como el tíbiri tábara no había agarrado consistencia ni espesor, lo más normal del mundo era hacer hielo sin que tu padre te llevara a conocerlo en una tarde remota, a pesar de que mi pueblo era un poco mejor que cuatro casas de cañas y barro. Los aguacates florecían pletóricos, henchidos de dicha, y hasta se acomodaban en fondas y poesías, sobre todo los que brotaban lirondos en los patios vecinos, lo que les agregaba la adrenalina de la nocturnidad y la alevosía. Más tarde todo fue nocturnidad. La alevosía comenzó a ponerla el propio gobierno, quien instaló primero el tíbiri, y a continuación el tábara, que a veces se pone en moneda dura si lo divisas.

Para cumplir la parte de establecer negocios de barras, tus seguidores encontrarán otras barras. Me lo barrunto. Lo más fácil es establecerse en la parte de afuera de las barras, pero no será buen negocio. Ahí, en ese acápite, si intenté imitarte con determinación y buen gaznate, pues de ese modo ponía en práctica otra máxima de otro grande de tu escuela filosófica, Felipe Dulzaides, quien afirmaba que "el socialismo y los ciclones hay que pasarlos borracho o durmiendo". Y yo he tenido siempre el sueño leve y la colchoneta caliente.

Donde encontré dificultades no previstas —ni siquiera por el gobierno, tan previsor en todo exceptuando las provisiones— fue en lo de engendrar doce hijos con doce mujeres de distintas nacionalidades. Decidí quedarme en lo puramente nacional por lo racional del racionamiento. Aunque ese intento tuyo de fundar tu propia Organización de Naciones Unidas te hace único. Y tampoco pude cumplir el cuarto enunciado, por mucha pasión que le puse. Y no es que no quisiera tener problemas con la justicia.

Es que no existía justicia...

Es que no existía justicia, o cambiaba tanto, que los problemas que inventaba para tener problemas no eran ya los que servían. Así que decidí ser problemático a tiempo completo, y había que ver con que ternura me miraba la policía en cada población. Tanto apego mostraban que me iba a otro pueblo antes de que se decidieran apegarme. Ya lo de ser apresado, es una exageración de tu tiempo. Viví de ese modo muchísimo tiempo. Lo que los barrotes estaban más lejos de lo que se piensa.

Ya ves lo engorroso que resulta continuar por tu senda gloriosa. La senda viene a ser, en sabrosísimo cubano de la variante Riverside, más bien una Vereda tropical, que se camina entre Titos y flautas, porque si no trabajas, no Gómez. Las otras acusaciones que siempre te han hecho, se caen por si solas. Las durísimas imprecaciones de Rolando Laserie son, para mi, excesos, acaloramientos. Aunque me da el pálpito que por ese camino, si hubiese abandonado el canto para dedicarse al periodismo, tenía plaza segura en el periódico Granma.

Serías marihuanero, chulo, vividor, mujeriego, borracho y carne de presidio, pero, por encima de todas las hierbas y vaginas, siempre fuiste admirador de Pedro Albizu y un independentista furibundo. Claro que, uno se pone a fumar vegetales extraños, acunado por los amantes brazos de varias mujeres, y regodeándose en el chapaleteo maternal le da por ser independentista o independiente. Cada cual es muy libre de proclamarse territorio libre, si el asta le da para que flamee su bandera. Más vale borracho Soberano,que ebrio legendario.

Lo que si me preocupa de tu mito es eso de cómo llegaste a la música. Dicen que sucedió en 1930, en la Gran Manzana, a donde fuiste a dar con tus huesos y tus padres —es curioso que yo haya tenido siempre dolor de huesos y no dolor de padres—. Un vecino se encantó con tu voz mientras te bañabas, detalle que habla muy bien a favor de tu higiene, y enseguida te contrató para que integraras el Trío Lírico de Nueva York. No especifican si el hombre entró a tu baño y te secó o esperó amablemente a que salieras. Esas son cosas nimias, al fin y al cabo, pero mancharían levemente tu futura vocación de trabajador uterino.

Puede parecer una tontería, y en tu caso, el vecino tuvo un acierto tremendo, pero el hecho en sí, aplicado como método, podría resultar fatal. Si el gobierno del atolón comienza a contratar a la gente que grita consignas mientras se baña, para hacerlos dirigentes, ya estamos servidos. Primero, porque no todo el mundo tiene agua para hacerlo así con esa soltura y gozancia. Y lo otro, es que no todo el que grita en su baño de la Isla es confiable. Hay que ver lo que el vulgo suele aullar en esos lugares supuestamente íntimos. El vulgo se pone un poco raquídeo en esos momentos. Lo más probable es que los contraten para cantar en Villa Marista y no en un Trío Lírico, a pesar del lirismo que aplican en tal sitio.

Eso sucedió cuando contabas 14 años, e imagino que los contabas lentamente, así que nos queda lo mejor para una segunda vuelta, en la que ya serás el filósofo que quiero mostrar a las futuras degeneraciones latinas con su espléndido Bigote e' gato y las Dos gardenias, sonorizando con la Sonora Matancera, convertido ya en El Jefe. Entonces contaré cómo se te inquietó el anacobe un 1º de enero, cuando llegaba otro Jefe al que no le gustaban ciertos rasgos de tu independentismo.

Hasta entonces andaré aguajeando por mi Luyanó mental, para explicar mejor cómo el tíbiri tábara nos apabulló en la cirigaña, y la gente entró en una envolvencia rara para que no les cayera el engome de una cámara húngara.

Matando pollos pa' fricase,

Ramón

© cubaencuentro

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