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Actualizado: 28/03/2024 20:07

Música, Baker, Cuba

Admirada y querida, pero también discriminada

Aunque su primera visita a Cuba fue en 1950, las relaciones de Josephine Baker con nuestra música datan de comienzos de los años 30. Entonces conoció a compositores como Moisés Simons y Eliseo Grenet

Las noticias que a fines del año pasado la pusieron de nuevo de actualidad, me trajeron a la memoria la visita que Josephine Baker hizo a Cuba en 1966. Recordé haber visto en televisión un concierto que dio en La Habana. Estaba seguro, sin embargo, de que no era la primera vez que viajaba a la Isla y eso despertó mi curiosidad. La ventaja que hoy brindan las nuevas tecnologías es que se puede acceder a una inabarcable cantidad de información e incluso consultar en la red la versión digital de unas cuantas publicaciones. Las pesquisas que realicé me hicieron descubrir así que las conexiones cubanas de la artista se remontaban a algunas décadas atrás.

La referencia más antigua que he podido hallar es de 1931. Ese año, Baker tuvo en París un encuentro con el compositor Moisés Simons. Fue testigo de aquella reunión Alejo Carpentier, quien la registró en una crónica titulada “Moisés Simons y el piano Luis XV de Josephine Baker”, aparecida en diciembre de ese mismo año en Social. Cuatro años después, el autor de El reino de este mundo entrevistó a la artista y publicó el texto en la revista Carteles.

Fue, sin embargo, Eliseo Grenet el músico cubano con quien Baker mantuvo una relación amistosa más estrecha y duradera. En 1932, el creador de Las perlas de tu boca fue deportado por el dictador de Gerardo Machado. Salió de Cuba y llegó a España, donde tras actuar como pianista y cantante se unió al empresario cubano José Antonio Miranda. Este produjo el estreno de la opereta La virgen morena, con libreto de Aurelio Riancho y música de Grenet, quien además dirigió la puesta en escena. Se presentó en el Teatro Nuevo de Barcelona y su éxito fue tal que después llevaron la obra a París.

Al terminar las actuaciones, Grenet decidió establecerse en la capital francesa. Allí abrió el cabaret La Cueva, donde, como él comentó, “recibía todas las noches la sociedad y nobleza europeas, para oír música cubana, que gustaba extraordinariamente”. Consiguió su mayor éxito con la “conga bailable”, una adaptación de esa manifestación musical para hacerla asimilable por públicos no cubanos.

Una promesa hecha a Eliseo Grenet

Debe haber sido por esos años cuando Baker lo conoció. Había visto La virgen morena, quedó fascinada y quería hacerla en París. Ella misma reveló que trabajaron juntos en la traducción del texto al francés, y la idea era que Grenet además la dirigiese. El proyecto no se materializó, pero los dos tuvieron la oportunidad de colaborar en uno de los trabajos para el cine de la artista. Fue en la película La Princesa Tam Tam (1935), en la cual Baker interpreta el tema Ahé la conga, compuesto por el cubano. Allí lo canta respaldada por Armando Oréfiche y los Lecuona Cuban Boys. De ese músico, hoy tan injustamente olvidado, Baker también grabó en 1936 el afro Mayarí y La Conga Blicoti, que convirtió en un gran éxito.

Grenet animó a Baker a presentarse en Cuba. En 1935, el productor Jesús Artigas hizo gestiones para llevarla, pero la idea no cuajó. Ese mismo año, ella confirmó su deseo de presentarse en la Isla. Lo expresó en una entrevista que el francés Paul Benuit le hizo para la revista Bohemia. De acuerdo a lo que allí expresa, pensaba estar a La Habana a fines de febrero o a comienzos de marzo de 1936, dependiendo cómo se desenvolvieran sus presentaciones en Nueva York. Respecto a aquella gira que tenía previsto realizar, comenta:

“Llevo tres propósitos. Dos de ellos de carácter sentimental, ver a mis padres y visitar al maestro Grenet en Cuba. Es una promesa que le hice cuando se despidió de nosotros para irse a su tierra”. En cuanto al tercer propósito, consiste en cumplir algunos contratos que tenía firmados, entre ellos uno con Jesús Artigas, a quien conoció en París. A lo anterior, Baker agrega: “Quiero encontrar ‘eso’ que no acabo de descubrir en las rumbas que se bailan por Europa. Yo creo que la rumba tiene algo más que esa ondulación de los cuerpos, y algo más también que los pasos de ballet y figuras independientes de la música, que yo he advertido en los pocos bailarines que he visto en París”. Y concluye la charla con estas palabras: “Pienso en Cuba, en La virgen morena de Grenet, en la rumba saboreada en su propio ambiente, bajo el cálido sol de aquella tierra, que ya tengo verdaderos deseos de conocer”. En 1948, Baker emprendió una gira por América del Sur. Se llegó a anunciar que se presentaría en Tropicana, pero su visita no se concretó por problemas con las fechas. Para que su anhelo de actuar en la patria natal de su amigo Grenet se cumpliese tendría que aguardar aún dos años.

A mediados del año 1949, el escritor y periodista Gastón Baquero estuvo de viaje por Europa. Durante su estancia en París, vio actuar a la cantante y bailarina y recogió sus impresiones en el artículo “Josephine Baker o el artista”, que vio la luz en el Diario de la Marina. Cuenta que debido al poco tiempo que contaba, una noche tuvo que escoger entre un drama de Paul Claudel, una obra existencialista, una clásica, otra de la primera postguerra e ir a ver a la famosa artista en el Folies Bergière. Eligió esta última opción y no se arrepintió, como deja claro. “A verla fuimos, y debemos confesar que una de las más grandes maravillas conocidas por nosotros en París, fue precisamente esta cincuentona mujer, Josephine Baker, cuya actuación —cuyo genio, en el sentido más puro de la palabra— sirvió para que saboreásemos una vez más ese extraño manjar que es la presencia de un artista”.

Apunta que Baker estuvo constantemente en el escenario durante más de tres horas. Y acerca de su actuación comenta: “Asombra verla pasar de la tonada más frívola al gesto más depurado de una danza, o a la expresión más ajustada en un personaje, fascinando siempre al público y atrayendo sobre sí las miradas de toda la sala (…) ¿Qué edad tiene? No se sabe, no se puede precisar. ¿Cuál es el color de su piel? Apenas se distingue. ¿Cuál es su estatura? La perfecta… Es el encanto de lo interior, de la fuerza de la personalidad”. Baquero ignoraba entonces que un año y medio después la diva se presentaría en La Habana. Para recomendar a sus compatriotas que no dejasen de ir a verla, publicó nuevamente aquel trabajo, bajo el título de “Pequeño homenaje a Josephine Baker”. En unas breves palabras que lo precedían argumentaba que como un tributo de admiración al arte de Baker reproducía aquella nota que “relata una impresión inolvidable. ¡Lástima que para ver ahora en La Habana a Josephine Baker haya que ‘convoyarse’ de un show horripilante!”.

Baker llegó a La Habana el 24 de noviembre de 1950, procedente de México. Estaba contratada por la empresa del cine teatro América, donde iba a debutar. Al pisar suelo cubano, declaró que desde hacía veintiséis años deseaba visitar Cuba. Preguntó de inmediato por su entrañable amigo Eliseo Grenet, y recibió la triste noticia de que había fallecido el día 4 de ese mismo mes.

Debido al éxito que tuvo, prolongó su estancia

Si se sigue la propaganda de sus actuaciones aparecida en la prensa, se puede deducir que la acogida del público que tuvo fue tan grande, que debió ir prolongando su estancia. El 31 de diciembre se anuncia su “despedida de Cuba con una selección de sus números más gustados”. El 30 de enero de 1951 de nuevo se divulga su despedida con “la revista de Bobby Collazo Mambo a lo Baker, con las Mulatas de Fuego, Ana Gloria y Rolando, Vilma Valle y Rolando Ochoa”. El 20 de febrero se informa sobre la que ha de ser su última semana en el Teatro Alkázar. Y el 25, la que realmente fue su última función en ese escenario.

Baker debutó el 27 de noviembre en el América. Se daban dos funciones diarias de lunes a sábado, a las 5 y 56 de la tarde y a las 10 y 15 de la noche, más una adicional el domingo a las 3 y 40pm. Conviene decir que el show era el centro de un largo programa que incluía además una película de estreno, un noticiero y algunos cortos. En sus primeras presentaciones la vedete compartía el escenario con el chansonier francés Roland Gerbau y con Armando Oréfiche y su orquesta Havana Cuban Boys. De la animación se encargaba el popular actor Rolando Ochoa y la orquesta acompañante, la Cosmpolita, estaba conducida por el compositor y director francés Jo Bouillon, entonces esposo de Baker.

Cada semana los artistas cubanos que intervenían eran diferentes. En la segunda se incorporaron Ana Gloria y Rolando, pareja de bailarines conocidos como los Reyes del Mambo, y en la tercera el trío vocal Los Hermanos Rigual. Ya desde las primeras actuaciones, la afluencia de espectadores fue tal que en la parte superior del anuncio correspondiente al domingo 3 de diciembre se insertó este aviso: “Para dar facilidades al público las puertas del Teatro América se abren hoy a la una en punto. Venga temprano”.

En la edición del 3 de diciembre, Bohemia publicó una entrevista hecha a la diva por Don Galaor, seudónimo abajo el cual escribía el periodista Germinal Barral. Pero antes de resumir sus declaraciones, quiero detenerme en las primeras líneas del texto de Don Galaor. Son estas: “Se pregunta uno mientras va al encuentro de Josephine Baker: —¿Cómo será esta mujer de cerca? ¿Será amable? ¿Será pedante? ¿Alocada, quizá, como se producía en sus primeros tiempos en París?”. Tienen un sospechoso parecido con estas otras que pertenecen a la entrevista de Paul Benuit que la propia revista había dado a conocer quince años atrás: “¿Cómo será esta mujer de cerca? —me preguntaba. ¿Orgullosa? ¿Acaso demasiado alocada, como suele desenvolverse en la escena? Y mientras ella ponía en el ambiente del teatro el delirante espectáculo de su carne morena hecha fiebre y lujuria, yo me entregaba a estos pensamientos interrogantes. ¿Cómo será Josephine Baker de cerca?”.

Baker comienza la charla refriéndose a la muerte de Grenet. “¡Qué tristeza, señor, cuando me dijeron que ha muerto hace unos días! En cuanto desembarqué en La Habana, pregunté por el maestro, que fue un gran amigo y camarada en París. Juntos trabajamos meses enteros en la traducción al francés de su Virgen morena, que yo quería presentar bajo su propia dirección”. Y añade: “No sabe usted cuánto lamento haber venido a su tierra y no encontrarle vivo. Ha sido uno de los disgustos más profundos en mi vida. Mañana iremos a llevarle flores”.

Pasa después a hablar sobre la música cubana. Interviene Jo Bouillon para comentar que la artista tiene dos sucu-sucus de Grenet, que aprenderá durante su estancia en Cuba para incorporarlos a su repertorio. Algo que ella confirma: “Es verdad. Y tengo otras canciones cubanas que canto con frecuencia. Además de Mamá Inés, de Grenet, que yo estrené en París, canto de Orlando de la Rosa Anoche hablé con la luna, y de Armando Oréfiche, otro gran amigo de Europa, todas sus composiciones, que son bellísimas”. Don Galaor le pregunta: “¿Conoce usted el mambo, madame?”, y Baker le contesta: “Sí, lo he oído con mucha frecuencia en México. Pero quiero oír y cantar el mambo en Cuba. Y también quiero ver bailar la rumba. La verdadera rumba cubana. ¿Dónde se baila la rumba aquí?”.

“Cuando más me visto, más gusto”

El entrevistador le hace notar que ahora habla con mucho orgullo de su vestuario, pero en sus inicios se hizo famosa sin él. “¡Ah, sí, tiene usted razón! Hubo un momento, el más escandaloso de mi carrera, que no necesitaba más que un cinturón de plátanos. De plátanos de Cuba, ¿sabe usted? Me los mandaban de La Habana. Pero a medida que mi profesión se afianzaba en obras diferentes mi trabajo iba adquiriendo más vestuario y mejor. Plumas, collares, brazaletes, semi cubrían mi cuerpo. Después, como cantante, necesité vestidos. Y los modistos empezaron a crear modelos para Josephine Baker. Así es la fama, amigo. Cuando más me visto, más gusto”. El periodista le pregunta, por último, si se alegra de haber venido a Cuba: “¡Mucho! Todavía me parece mentira que estoy aquí. ¡Lo había anhelado tanto durante tantos años!…”.

Aquella primera visita suya a la Isla se vio afeada por un incidente que volvería a repetirse en las dos siguientes. Al igual que habían hecho otros artistas de su categoría, Baker quiso hospedarse en el Hotel Nacional, considerado el más lujoso de La Habana. Para su sorpresa, los dueños se negaron a hospedarla por el color de su piel, aunque le dieron la excusa de que no tenían habitaciones disponibles. La vedete recibió numerosas muestras de solidaridad, entre ellas la de Eduardo Chibás, quien desde su espacio radial condenó esa bochornosa manifestación de racismo. Por su parte, Nicolás Guillén apoyó a la visitante, y le dedicó el poema “Brindis”, al cual pertenecen estos versos: “¿Te prohibieron una mesa/ y un taburete de alquiler? ¿El barman cejijunto/ se negó a batir tu coctel,/ porque tienes la piel oscura/ aunque son divinos tus pies?// Oh yes!/ Very well!/ O.K./ La democracia, Josefina,/ no anda en el Norte bien”.

Baker volvió a Cuba por segunda vez en 1952, aunque en la prensa a la cual he tenido acceso no hay anuncios de sus presentaciones. Nuevamente le fue negado hospedarse en el Hotel Nacional. En esa ocasión no se quedó callada y para denunciar tan indignante hecho congregó a un grupo de cubanos de raza negra. El 4 de febrero de 1953 viajó nuevamente a nuestra capital contratada para actuar en los programas de televisión De fiesta con Bacardí y Cabaret Regalías, en el cine teatro Radiocentro y en el cabaret Montmartre.

A los pocos días de haber arribado acudió a las 3 de la tarde a los estudios de CMQ en la calle M para ensayar con la orquesta, pero se encontró con que el portero tenía órdenes de no dejarla pasar. “Yo tengo que cumplir un contrato, que me dice que a esta hora tengo que estar en el ensayo, y aquí no me dejan pasar. Yo no me voy porque mi deseo es quedar bien”, argumentó. Y decidió permanecer de pie en el vestíbulo de CMQ.

Al cabo de dos horas, alguien le trajo una silla para que se sentara, pero la rechazó: “Mi posadera es demasiado fina para usar una silla de la CMQ”. Para entonces habían llegado varios periodistas de distintos medios de la prensa habanera. A las 7 de la noche fue llevada a la oficina de Omar Vaillant, uno de los empresarios que la había contratado. Regresó una hora después y reanudó su protesta. La terminó a las 9 y 30 de la noche, hora en que finalizaba Cabaret Regalías. Dio por terminada su insólita huelga y abandonó el edificio.

No había vuelto por lo mal que la trataron

En declaraciones a Bohemia, Goar Mestre, director del circuito CMQ comentó: “La señora Baker, sin importarle los prejuicios que ocasionaba, pospuso por dos ocasiones la fecha de su debut. En la primera fuimos condescendientes y nos avinimos a darle una nueva oportunidad. Por segunda vez, por atender a otros compromisos, la señora Baker señaló una nueva fecha para su debut, y entonces decidimos dar por terminado el compromiso, por estimar que la artista no se interesaba por cumplir lo que estaba acordado. No podíamos hacer otra cosa”. Asimismo, negó el rumor de la verdadera razón eran las presiones de la embajada de Estados Unidos: “En nuestra decisión en nada ha tenido que ver ninguna embajada extranjera. Por lo menos a nosotros nadie se nos acercó con tal encomienda. Hicimos lo que teníamos que hacer en un caso semejante”.

Sin embargo, el público habanero no se quedó con las ganas de ver actuar a la artista. Esta se presentó exitosamente en el teatro Campoamor, donde, de acuerdo a la publicidad aparecida en el Diario de la Marina, estuvo del 16 al 19 de febrero. En los anuncios se leía: “Todo el sprit, la elegancia y el chic del París eterno encarnado en su máxima estrella”. A diferencia de su primera visita, en esa ocasión la prensa no se hizo eco de sus actuaciones y su paso por La Habana apenas se reseñó.

El clima político que halló en 1953 era también muy diferente. Hacía casi un año que Fulgencio Batista estaba en el poder, al cual llegó tras haber dado un golpe militar. El 15 de enero hubo en La Habana un mitin para protestar por la profanación del busto a Julio Antonio Mella, frente a la Universidad, y que pareció manchado con tinta y chapapote. Los participantes fueron violentamente reprimidos por la policía, lo cual dejó un saldo de catorce heridos, dos de ellos de gravedad. Uno de estos, Rubén Batista Rubio, falleció tras llevar varios días ingresado en un hospital. Fue el primer estudiante universitario muerto por la dictadura.

Su cuerpo fue velado en el anfiteatro de la Universidad. Baker se enteró y decidió asistir a rendirle tributo. Eso no pasó inadvertido para la policía, que el 18 la condujo a una estación. No fue torturada, pero sí interrogada. Ella negó tener cualquier implicación política con los manifestantes. También desmintió ser miembro del partido comunista francés, como aseguraban documentos del FBI, y haber realizado una gira por la Unión Soviética. Tras aquel interrogatorio, se le permitió continuar sus actuaciones en el Campoamor, aunque quedó inscrita en la lista negra de la policía. Ella, por su parte, juró que nunca más volvería a Cuba mientras Batista estuviera en el poder.

Y, en efecto, no volvió a pisar Cuba hasta doce años después. Llegó el 29 de diciembre de 1965, para asistir como invitada especial a la Conferencia Tricontinental, celebrada en La Habana del 3 al 5 de enero de 1966. Al arribar, declaró que no había vuelto por lo mal que la trataron en 1953. En sus primeras declaraciones a la prensa cubana expresó: “Estoy fascinada y no puedo sino mirar este azul que tengo delante y esta Habana tan distinta que me recibe. Vengo a actuar para ustedes, a entregarles todo lo que tengo”. Dijo, asimismo, que quería ponerse al tanto de la música cubana, pues lo último que recordaba era “sal de la cueva, cuá cuá, arroz con picadillo, yucaaa”.

Entre el 6 y el 9 de enero, se presentó en el Teatro García Lorca, donde tuvo como contraparte a Bola de Nieve y a Enrique Santiesteban como animador. Repitió ante el público habanero su habitual frase: “¿Si cambia, siñores, si cambia?”. Y a la respuesta de este de “¡se cambia, Josephine, se cambia!”, salía brevemente de escena para regresar con un nuevo vestido más suntuoso que el anterior. Actuó también en una unidad militar y ante 3 mil personas en Camagüey. Recibió homenajes. Asistió a la coronación de la Reina del Carnaval de los Artistas. Grabó un disco, Josephine Baker… en La Habana, que en la portada lleva una foto suya tomada por Korda. Visitó un círculo infantil. Escaló la Sierra Maestra. Y probablemente vio la imitación suya que en el show del Capri Los tiempos de Mamá y Papá hacía la actriz Asseneh Rodríguez, quien ya la había hecho antes en el espectáculo teatral De película.

En julio de ese mismo año viajó por última vez a la Isla. Recibió una invitación especial para pasar una temporada en una casa en Varadero. En esa ocasión llegó acompañada de sus hijos. Allí fue visitada por el Finado, al que los chicos llamaban “Tío Fidel”, quien le entregó a la artista el título honorario de teniente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Los niños, por su parte, recibieron regalos, que incluían uniformes revolucionarios y trajes de béisbol, todos hechos a la medida de cada uno. Al año siguiente, Baker envió al gobierno cubano un mensaje de condolencia por la caída del Che en Bolivia. Es el último registro que se conoce de los vínculos que tuvo la diva con Cuba, un país donde fue aclamada y recibida con cariño, pero donde también se le humilló y discriminó.

© cubaencuentro

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