Ir al menú | Ir al contenido

Actualizado: 15/05/2024 1:03

Literatura

Cuando se pretende 'humanizar' el mal

El testimonio del lugarteniente de Pablo Escobar: ¿Rectifica la visión piadosa que algunos conservan del narcotraficante o intenta convertirlo en héroe?

Sadam Husein escribe poemas, Osama Bin Laden es hábil para escanciar un espumoso té verde en las jícaras de sus mílites, Fidel Castro concibe recetas de camarones bajas en colesterol para su amigo Frei Betto, Hitler juega con su perro mientras Stalin escucha música con un hijo en las piernas. Se dice que al destacar algunos rasgos sensitivos de los tiranos se logra humanizar el mal, lo que indirectamente sugeriría la ubicuidad del bien. Coartada perfecta.

Mientras El gran dictador de Chaplin dejaba al nazismo en ridículo, no cesan los intentos por (sobre)estetizarlo (como ha recordado un amigo, el nazismo implica una estética): asesinos que son capaces de apreciar la música, torturadores que planchan sus uniformes antes de ser condenados por sus crímenes, viudas que cronometran artísticamente el envenenamiento de sus hijos.

El gusto por el gesto humano del criminal equivale a virar la cara en el expressway para ver un cuerpo roto, o detenerse a contemplar la cinética descomposición de un animal muerto. Como postula Aristóteles hacia el segundo párrafo de su Poética, se trata de manifestaciones naturales del "morbo".

Se inscribe en esta línea el libro El verdadero Pablo. Sangre, traición y muerte (Ediciones Dipon/Ediciones Gato Azul. Colombia-Argentina, 2005), suerte de "confesiones" desde la cárcel del señor Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias "Popeye", lugarteniente del narcotraficante Pablo Escobar, certificadas por la periodista colombiana Astrid Legarda.

El libro, como asegura una amiga colombiana conocedora de su país, dijo a Colombia cosas que no se sabían. Con nombres y apellidos de personas, citando instituciones y revelando datos exactos. Hasta ahí, efectivamente, hace honor a la promesa de "verdad revelada" que porta en su título. Ahora bien, respecto a Pablo Escobar, ex jefe del Cartel de Medellín, si bien aporta algunas conductas con implicaciones inmorales, no hace más que profundizar (a veces de manera escandalosa en su admiración) en la versión populista de un Escobar sensible, de un narcotraficante "nacionalista" con el advertido lado humano que busca inducir clemencia (¿objetividad?) sobre ciertos criminales.

La 'filosofía' del narcotráfico

Popeye militó desde muy joven en el Cartel de Medellín, y permaneció junto a Pablo Escobar hasta sus últimos momentos. Sus confesiones son emitidas desde una doble cercanía: la física y la emocional. La primera da credibilidad a su relato; la segunda lo plaga de una subjetividad que a veces hace caer el libro en un plañir laudatorio.

No quedan claros los objetivos últimos del documento. No se comprende finalmente si está dedicado a mostrar una "verdad" que rectifique la visión piadosa que algunos conservan de Escobar o si, por el contrario, trata de contrapesar las visiones críticas hasta el punto de hacerlo un héroe. Tampoco es nítida la proyección social del texto.

En la dedicatoria, Popeye asegura que tiene fe en la verdad, que le pesa el sufrimiento del pueblo colombiano y cree que una guerra como la que ellos desataron "jamás debe volver a ocurrir…". Sin embargo, sus presupuestos en la comprensión del problema del narcotráfico, así como la visión que de Escobar nos transmite, evidencian una satisfacción en lo moral y una inevitabilidad en lo histórico del tráfico de drogas.

Veamos entonces dos aspectos del documento:

1) Las conclusiones de Popeye; esa suerte de "filosofía" del narcotráfico que presenta fatalmente el fenómeno.

2) La inflación del mito. Su hiperbólica admiración por Escobar, que no es más que una reafirmación biográfica de lo anterior.

Para Popeye, el narcotráfico significa la oportunidad de los "sin fortuna" en una sociedad desigual. Es el mecanismo, revelado en uno de los casos que presenta el libro, capaz de metamorfosear a un mecánico de autos en un poderoso multimillonario.

En verdad sugiere que la ambición, la justicia, la valentía o cuanto pretexto pudiera anteponerse para justificar el narcotráfico no son sino oportunidades que crea la gran causa (o la gran culpable): la demanda de drogas en el mercado occidental, específicamente el norteamericano. Una demanda que, si se asume como disfuncional al sistema, ayuda a presentar al narcotraficante como un luchador antiimperialista.

Admiración vergonzosa

El silogismo es elemental: la DEA persigue a los narcotraficantes/ si los persigue es porque la droga perjudica el orden americano/ si perjudica el orden la oferta es antiamericana, antiimperialista, revolucionaria. Un silogismo con bases falsas que, sin embargo, sirve para dar cierta cobertura política a este negocio; y de alguna manera sitúa en perspectiva las relaciones de los carteles de la droga con las guerrillas, los sandinistas y los castristas, según la exposición de Popeye.

Estas confesiones resumen uno de los puntos de vista de mayor contundencia a la hora de enfocar el problema del narcotráfico: "La mafia no muere, simplemente cambia sus caras. Mientras la sociedad decadente de Estados Unidos y Europa siga demandando y consumiendo cocaína, habrá alguien en Colombia que se arriesgue. Las utilidades son tan monstruosamente fantásticas, que bien vale la pena correr el riesgo…" (p. 315).

Esta tesis puede avalar una conducta política. No está muy claro el ideal político (si lo hubiese) de Pablo Escobar. Lo cierto es que tenía amistad con viejos revolucionarios del área, decía sentir pasión por los pobres y un odio profundo por las clases tradicionales, y creía en la viabilidad de la lucha armada para provocar efectos de poder.

Era lo que suele llamarse un "patriota", un "nacionalista"; se ha hecho famosa una frase suya: "Mejor estar muerto en Colombia que vivo en una cárcel norteamericana". Algunos también piensan lo contrario. Escobar concibió la posibilidad de fundar un movimiento revolucionario llamado Antioquía Rebelde, que permaneció siempre en los límites de un proyecto utópico.

Las admiraciones de Popeye hacia Escobar, que predominan en este libro, llegan a ser vergonzosas. Como cuando expone el gusto por compartir una mujer con el "Patrón", a la que al final acaba asesinando por orden del mismo; o cuando lo celebra por lo elevado de sus gustos, por la frialdad de sus acciones, por sobornar políticos hasta el punto de introducir la "no-extradición" en la Constitución colombiana.

Si Escobar fue realmente un hombre con el valor que se comenta, es muy difícil creer que soportara (por muy dado al sometimiento que fuera) el nivel que alcanzan las adulaciones narradas por Popeye. Es preferible pensar que su lugarteniente está reconstruyendo literariamente "lo sucedido", desde una soledad multiplicadora, y no puede contener su imaginación.

Quienes lean el documento podrán comprobar la amplificación del mito en cada uno de sus puntos. Me limito a citar esta descontrolada sentencia: "Lo lloramos sin lágrimas los hombres que lo habíamos dejado solo y ahora estamos en prisión. Yo miro con pena a mi alrededor por haberlo abandonado a su suerte, me doy cuenta de lo grande y poderoso que era el Patrón, cuando andábamos juntos lo miraba con respeto y admiración, porque en realidad era un gigante. Un visionario de la dignidad nacional…" (p. 309).

Escándalo para Colombia; más de lo mismo para Cuba

Para la opinión pública colombiana ha resultado escandaloso la permisibilidad del gobierno en el período en que Escobar estuvo encarcelado en "La Catedral". Comunicación privada, visitas constantes, arquitectura remodelada del presidio. Recibía gente de todos los niveles, lo que le permitía seguir dirigiendo el cartel desde la misma "celda". El relajamiento de su vida carcelaria fue tan grande, que a los juegos de fútbol invitaba a importantes figuras de la sociedad, entre ellas al mismo portero de la selección nacional René Higuita, famoso por esos días.

Aunque creo que el libro debe ser leído por muchas razones, entre ellas para comprobar el influjo avasallador que puede tener un caudillo sobre la gente sencilla, o la impunidad con que participa el narcotráfico en la política institucional latinoamericana, creo que no deben ir los lectores cubanos con la esperanza de encontrar algo excepcional en el capítulo dedicado a la conexión castrista, que es el número XXV (pp. 219-225).

Advierto esto porque el libro fue promocionado en Miami y se aseguró que se decían cosas nuevas y convincentes acerca del vínculo de Fidel Castro con el narcotráfico; tantas y tan creíbles que, se aseveraba, podía servir el documento para llevar de una vez a Castro a los tribunales. Nada de eso.

El libro se queda en los límites de repetir que Escobar admiraba a Fidel Castro. Como se ha mostrado aquí, muchos tópicos de la demagogia del capo eran compatibles con la jerga del Comandante: nacionalismo, antiamericanismo formal, populismo, matonería. Pero Escobar no lo conoció jamás personalmente. A lo que más llega Popeye, es a involucrar a Raúl Castro y a los condenados en la llamada Causa 1-89, "el juicio a Ochoa", que ya es de dominio de la opinión pública cubana. Al parecer, Escobar quería una versión soviética de los cohetes tierra-aire para poner en jaque el helipuerto del palacio gubernamental de Nariño. Pero ni siquiera ese negocio se le dio con Castro.

La periodista Astrid Legarda ha hecho su trabajo. De paso, también alcanza a "humanizar" al señor Jhon Jairo Velásquez Vásquez. Un trabajo fútil, pues la arista "humana" de los criminales existe sin necesidad de edulcorar sus incisos: resulta que el pecado es original, pero al final todos somos hijos de Dios.

Referencia:

Tras la pista de Escobar y Castro

© cubaencuentro

En esta sección

La niebla de Miladis Hernández Acosta

Félix Luis Viera , Miami | 11/04/2022

Comentarios


Fornet a medias

Alejandro Armengol , Miami | 08/04/2022

Comentarios


Mujeres detrás de la cámara (II)

Carlos Espinosa Domínguez , Aranjuez | 08/04/2022


Juegos peligrosos

Roberto Madrigal , Cincinnati | 08/04/2022

Comentarios




Mujeres detrás de la cámara (I)

Carlos Espinosa Domínguez , Aranjuez | 01/04/2022


La prisión del «Moro» Sambra

Félix Luis Viera , Miami | 25/03/2022

Comentarios


Rompedora en forma y en contenido

Carlos Espinosa Domínguez , Aranjuez | 25/03/2022


Predicciones de los óscares

Roberto Madrigal , Cincinnati | 25/03/2022

Comentarios


El parricidio que inspiró un ballet

Carlos Espinosa Domínguez , Aranjuez | 18/03/2022


Subir