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Actualizado: 28/03/2024 20:07

Cine, Cine estadounidense, Arte 7

Del mal y varias muertes

Por su figura corpulenta, Victor Buono nació destinado a dos tipos de papeles: cómico o villano

Un hombre ha matado y se refugia en un cine. Lo arrestarán poco después. La película que ve por breve tiempo, y que será la última en su vida, es War Is Hell (1963), de una productora y distribuidora independiente, la American International Pictures (AIP). Una de las tantas cintas comerciales de bajo presupuesto (B movie) de la época y Burt Topper, su director y productor —y también guionista— incluso tiene un pequeño papel en ella, como un teniente del ejercito estadounidense.

Hoy la película apenas se recuerda, y si es referencia obligatoria en libros y artículos es por ese espectador y esa fecha: Lee Harvey Oswald y 22 de noviembre de 1963.

Topper fue algo más que el casual director de la película que ese día se proyectaba en el Texas Theatre de Dallas, aunque ni Kael, ni Thomson, ni Farber, ni Sarris, ni Rosenbraum se preocupen por él. Katz, más meticuloso, sí. Pero en su casi asombro por mencionarlo hay más ironía mordaz que labor de enciclopedista.

“Por alguna razón, sus filmes han sido discutidos con alguna profundidad por críticos de la principal revista de cine francesa, Cahiers du Cinéma”, dice Katz, y uno sabe que está más burlándose de los críticos de la Cahiers que justificando a Topper con la mención. Sin embargo, la reticencia no llega a desprecio. Katz mantiene a Topper en las siguientes ediciones de su The Film Encyclopedia.

No es, por otra parte, que Topper dé para mucho. Aunque tras realizar varios proyectos con la AIP desarrolló una carrera como productor independiente, siempre mantuvo sus vínculos con la compañía y lo que es más importante: se mantuvo haciendo productos similares en un cine que recorrió los últimos años de la década de 1950 hasta llegar al final de la de 1970 —atravesando el mundo de la televisión, las grandes superproducciones, Europa y aprovechando crisis, tensiones mundiales y contracultura para justificar un argumento: cintas “de relleno”, películas que no pretendían ser filmes. Si algunas de ellas son hoy “de culto” es por peculiaridades, momentos y circunstancias.

Ello no impide que más de una pueda verse sin pudor ni demasiados reparos, y el mejor ejemplo es The Strangler (1964), con un argumento que busca aprovechar la notoriedad del “estrangulador de Boston” —un asesino en serie de los años 60.

The Strangler debe todo a la actuación de Victor Buono, en el papel de reprimido sexual y asesino psicópata, y a Ellen Corby como su madre dominante y enferma cardiaca.

Por su figura corpulenta, Buono —que siempre da la impresión de que uno encuentra de pronto a Oliver Hardy en un argumento equivocado— nació destinado a dos tipos de papeles: cómico o villano. Destacó en el segundo, tanto en cine como en televisión, aunque durante su relativa corta vida (murió en 1982, a los 43 años) grabó varios discos humorísticos y publicó un libro de poesía cómica. Llegó al set de The Strangler tras una nominación al Oscar como actor secundario en What Ever Happened to Baby Jane? (1962). En el aspecto sexual fue a un tiempo comedido y osado, como algunos de los personajes que interpretó. Pudoroso en extremo, nunca enfatizó su homosexualismo, pero no ocultó el hecho de vivir con su pareja.

Los productores pensaron titular The Strangler como The Boston Strangler, pero luego dejaron la ciudad indeterminada, como si fuera cualquiera de Estados Unidos. Ello permitió que el titulo sirviera aún a la versión de 1968, realizada por Richard Fleischer y protagonizada por Tony Curtis como el estrangulador y Henry Fonda como el principal detective a cargo del caso.

Ambas películas se apartan de la historia real de los hechos. La cinta de 1964 omite las violaciones y termina con la muerte del psicópata. En la versión de 1968 no solo se menciona la ciudad, sino el presunto asesino (Albert DeSalvo), quien confesó ser el autor de los crímenes, pero fue sentenciado por las violaciones, no por las muertes, y luego moriría asesinado en prisión. No fue hasta 2013 que una prueba de ADN pudo establecer su culpabilidad. Las dos comparten esa aproximación simplista del cine en la psicología, con el criminal como esquizofrénico paranoico capaz de burlar un polygraph (en la primera) e intensos interrogatorios (en ambas).

Topper fue contratado para dirigir The Strangler a raíz de su trabajo en War Is Hell. La producción comenzó a mediados de septiembre de 1963, unos dos meses antes de que Oswald entrara en aquel cine en Dallas, y su vida y las consecuencias de sus actos desbordaran cualquier trama imaginada de prisa, bajo los apremios y límites de la AIP.

© cubaencuentro

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