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Actualizado: 18/04/2024 23:36

Cine, Islandia, Arte 7

El sueño y la tragedia

Esta película toca grandes temas sin petulancia, sin intentar dar una monserga y sin pretensiones de trascendentalismo

Lamb es un filme que como mejor se disfruta es sabiendo poco o nada de su trama. Uno de sus encantos es que su guion está muy bien hilvanado a la manera de un thriller a lo Hitchcock. Uno no se da cuenta, pero enseña sus cartas limpiamente desde el principio. Se toma su tiempo y tiene muy poco diálogo en la primer media hora, pero mantiene un ritmo de intriga que no se detiene.

Ingvar y Maria son una pareja que viven en una remota zona, agreste y árida, de la ya remota Islandia. Están rodeados de un paisaje volcánico, pisan sobre terrenos de lava en donde nada crece espontáneamente. Es un lugar en el cual nada parece suceder, pero en el cual todo pudiera suceder. Se dedican a cuidar corderos y a sembrar papas. Cumplen con su rutina diaria con aparente indiferencia, su relación es tan árida como el paisaje que les rodea. Se nota que algo les ha ocurrido y los ha endurecido.

Un 25 de diciembre, en la noche, algo o alguien entra a los límites de la finca que poseen y va directo al establo donde mantienen a los corderos. La secuencia está dada en una larga toma subjetiva acompañada del sonido de un jadeo profundo, que sugiere un elemento de horror posible que pesará sobre la trama hasta su final.

Unos meses después, ya en verano, que lo sabremos porque el sol nunca se pone, asisten en su parto a una de las corderas y hacen un descubrimiento que les va a cambiar la vida, no solamente por lo que ven, sino por la decisión que toman. Contar más sería un crimen. Solo basta con decir que a medida que avanza la trama se van revelando las altas y las bajas de sus vidas, sus secretos y sus frustraciones, sus deseos reprimidos, a lo que colabora la inesperada llegada de Petrus, el hermano de Ingvar.

El director islandés Valdimar Jóhansson, escribió el guion de Lamb junto con el polifacético Sjón. Es su primer largometraje, pero lo dirige como un consumado veterano. Explora realidades alternas y momentos oníricos con una pasmosa naturalidad que borra todas las fronteras entre lo actual y lo posible, desplazándose entre uno y otro dominio sin que sea necesaria la suspensión de la credibilidad. Todo se conjuga perfectamente en un universo falso, pero armónico y creíble. Al presentar con naturalidad situaciones inverosímiles rompe también los límites entre el horror, la ciencia ficción, el thriller y la comedia.

Toca grandes temas sin petulancia, sin intentar dar una monserga y sin pretensiones de trascendentalismo. Pone a pensar con poco esfuerzo. Los personajes nos enfrentan al dilema de cuán real es la realidad y cómo se diferencia esta de la percepción de si misma. Pero aquí no hay discursos graves y grandiosos. Es la elocuencia de la interacción cotidiana entre seres comunes. ¿O es que hay seres comunes?

Su trabajo en el encuadre, la coloración de la imagen y las tomas subjetivas, junto con el fotógrafo Eli Arenson, convierte a la cámara en un personaje activo que a la vez que confunde, ayuda a entender el desarrollo del argumento.

La sueca Noomi Rapace (The Girl with the Dragon Tattoo, Prometheus) es una actriz extraordinaria que lo mismo interpreta a la punk rebelde Lisbeth Salander, que a una madre tratando de proteger a su hijo, que a una periodista en medio de una guerra en el desierto árabe. Aquí está perfecta en su rol de mujer dolida, casi vacía de todo sentimiento, que adopta la rutina en un lugar lo más aislado posible para lidiar con sus represiones y que necesita recuperar su instinto maternal y su sexualidad. El resto el elenco gira alrededor de ella en una coordinación perfecta, formando una red de relaciones íntimas que parecen haber perdido su inspiración. Son seres que piensan que lo mejor de sus vidas lo han dejado atrás y que solamente una ruptura con el entorno y una inmersión en un mundo personal, por muy alucinante que sea, es la única opción que tienen.

Este es un filme que probablemente solo lo puede hacer un islandés, ya que en ese país este tipo de historias se cuentan con la naturalidad de quien cree que las cosas pasan así y en donde las fronteras entre lo real y lo imaginado nunca están bien definidas. No es un filme comercial, es una obra de autor, sin embargo, en su primer fin de semana en Estados Unidos y Canadá, se convirtió en la película islandesa más taquillera de la historia. Es una obra que lo deja a uno inquieto y pensativo mucho después de su último plano.

Lamb (Islandia/Suecia/Polonia, 2021) Dirección: Valdimar Jóhansson. Guion: Valdimar Jóhansson y Sjon. Director de fotografía: Eli Arenson. Con: Noomi Rapace, Hilmir Snaer Gudnason y Bjorn Hlynur Haraldsson. De estreno limitado en las ciudades mas importantes de Estados Unidos.

© cubaencuentro

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