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Actualizado: 02/05/2024 23:14

Cine

El supuesto 'San Ernesto'

Un documental de Isabel Santos vuelve sobre el mito del Che alimentado por La Habana durante los últimos 40 años.

San Ernesto nace en La Higuera es el título de un documental de la actriz Isabel Santos, devenida realizadora. Concebido en coautoría con Rafael Solís, director de fotografía de varias películas cubanas, su material fílmico fue elegido mejor documental por la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en la última edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

El material de marras podría entenderse como una fuerte antítesis a lo que por estos días se "cocina" en torno a la duda sobre la presencia de los restos de Ernesto Guevara en la Plaza de la Revolución de Santa Clara.

Esta versión singular de la imagen del Che se aleja un poco de la moda. Como se sabe, Che Guevara es en la actualidad una marca más del mercado. Su rostro adorna jarros, encendedores, llaveros, billeteras, bebidas, camisetas deportivas, gorras… y su presencia está más en las bisuterías de la industria turística, que en la conocida frase de los pioneros que obliga a admirarlo.

Pero estas imágenes, vistas en formato digital en La Habana, son una trabajada y concienzuda forma de entrar en un juego que no se sabe cómo terminará.

Evidentemente, el ICAIC imposibilitó que se mostrara al hombre que estuvo a cargo de la mayor parte de la economía entre los años 1960 y 1963, y fue testigo del colapso de la producción de azúcar, el fracaso de la industrialización y la introducción del racionamiento. Tampoco que se visualizara el desastre de su expedición al Congo en 1965 y su alineamiento con personajes como Pierre Mulele y Laurent Kabila.

Elogiado por la crítica oficialista, el documental de Isabel Santos comienza con una sentencia que marca definitivamente su veredicto, así como su intención y discurso puramente idealizado. Testimonia una frase escrita en uno de los costados de un predio estudiantil en La Higuera: "Por esta puerta salió un hombre a la eternidad". Y así concuerda con la versión construida desde 1997: en Bolivia sólo está el alma del Che.

Visto como un santo imposible de canonizar, podemos asistir a escenas que muestran cómo el Che es alimentado con pan, dulces, bebidas locales y las velas de los habitantes de Valle Grande y La Higuera.

A su alma se le invocan deseos y procuras. Su imagen dista de aquella foto de Alberto Korda que lo convirtiera en un icono del galán comunista. Las ilustraciones muestran a campesinos, gente humilde y olvidada por la vida, allí mismo donde el supuesto 'San Ernesto' intentó su idea de unidad latinoamericana.

¿Acaso no se lee en la edición cubana del diario del Che en Bolivia la frase: "Las masas campesinas no nos ayudan en absoluto" ? ¿No son esas mismas personas o esas poblaciones obreras las que no se sumaron a la idea guevariana del paraíso comunista?

Lo cierto es que la sentencia, escrita con melancolía, marcó la verdadera muerte del guerrillero utópico, más allá de balas y muy cerca de las traiciones.

El renacer angelical

No se entiende por qué el documental, a la medida del ICAIC, se empeña entonces en mostrar el renacer angelical del ser que Fidel Castro denominó "paradigma del hombre nuevo". En esas ideas del gobernante sólo existe materialismo dialéctico, porque por aquel entonces en Cuba el diablo era Dios.

La respuesta es sencilla. Isabel Santos y Rafael Solís, en sus viajes turísticos por Bolivia, quedaron impactados por las imágenes que ahora exhiben y se acogieron a los recursos que le permitieron legitimar su incorporación a la lista de los intocables. Hicieron un trabajo que lucha contra los renovados criterios que podrían llevar al redescubrimiento de los restos del Che.

Ya en Montañas de Luz, Solís persiguió por la América toda a los médicos cubanos, para mostrar cuán "enorme" era la pasión de la Revolución por los pobres de Latinoamérica. No sólo obedeció órdenes, sino que incorporó al discurso cinematográfico imágenes precisas y crudas, esas que siempre se han usado para acallar la voz del pueblo.

El documental de Santos data de una fecha anterior a la polémica desatada por Maite Rico y Bertrand de la Grange, en dos reportajes de la revista mexicana Letras Libres ( Operación Che: la polémica está servida , y Operación Che. Historia de una mentira de Estado ). Dicha discusión se creía extinguida y por eso Santos pasa a pie juntillas sobre el tema en su debut como realizadora.

Sólo ha dicho que su documental no muestra "al Che de los cubanos", aunque, a ciencia cierta, las imágenes filmadas son testimonio de una ofensiva "divina" de la figura del Che que la Revolución Cubana ahora también quiere patentar.

La opción de dar voz a uno de los que supuestamente escondieron la verdad del lugar donde fue enterrado el cuerpo del guerrillero, es, sin duda, una idea valiente de los realizadores. Mas existen otras versiones del lugar y hasta de la veracidad del enterramiento, por mucho que intente obviar la música, siempre buena, de Ada Elba Pérez, Lucía Huergo y Liuba María Hevia.

Asistimos, pues, a una especie de miedo gubernamental por la probabilidad de que la "Operación Che" sea exactamente una mentira de Estado. El cine ha servido para demostrarlo.

El documental de Santos y Solís, que la UNEAC se vio en la obligación de premiar en el Festival de Cine ante el desafecto de los jurados y la recomendación de las entidades estatales, colabora con obvia manipulación a la construida y gastada maniobra de acrecentar un mito alimentado en los últimos 40 años por las mismas personas que condenaron al guerrillero en vida.

No es un poema cinematográfico, como se le ocurrió decir en Juventud Rebelde a la periodista Arleen Rodríguez. Más allá de puritanismos, la obra se convierte en una especie de evidencia, una ligera afirmación de que los restos de 'San Ernesto' aún pueden estar en La Higuera.

© cubaencuentro

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