Opinión, Cultura
Jorge González Allué, en su centenario
Aunque dejó un catálogo de más de 300 obras, al compositor camagüeyano se le recuerda por su canción "Amorosa guajira", que ha sido interpretada por numerosas artistas
De tapadillo y sin que apenas tuviera eco en la prensa digital e impresa, ha pasado el centenario del nacimiento de dos conocidos compositores cubanos. Uno se cumplió hace tres meses, el otro hace sólo uno. De modo que como se puede decir que aún son recientes, me ha parecido oportuno redactar estas páginas para recordarlos.
El primero de esos aniversarios es el del camagüeyano Jorge González Allué (11 de febrero 1910-3 de noviembre 2001), a quien de inmediato muchos lectores asociarán con "Amorosa guajira", su composición más famosa y popular. Por cierto, en su Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba, por lo demás una obra magnífica, Radamés Giro da erróneamente 1909 como año de su nacimiento.
La vocación por la música de González Allué se manifestó muy tempranamente. El primer piano que tuvo se lo regaló su mamá, cuando él tenía diez años. A pesar de ser muy pobre, pues se ganaba la vida vendiendo litros de leche, la señora logró reunir los 160 pesos que costó el instrumento. En esos años su hijo animaba bailes y fiestas particulares, una actividad que realizaba para poder costearse los estudios. Las primeras clases de piano las recibió de su prima María Josefa González y, más tarde, de la profesora María Larín. González Allué continuó luego su formación en el Conservatorio Rafols, adscrito al Conservatorio Nacional, dirigido en esa época por Hubert de Blanck. Allí estudió de 1920 a 1925, año cuando se graduó de piano, solfeo y teoría. A los doce años ya tocaba el piano en la orquesta de Alberto Noriega Varona, y al igual que Alejandro García Caturla y Ernesto Lecuona, se dedicaba a acompañar las proyecciones de las películas silentes.
La década de los 30 no sólo marca el inicio de su carrera profesional, sino que además constituye una etapa decisiva en ella. Fueron años en los cuales González Allué desarrolló una intensa actividad en varios campos. En primer lugar y aunque ya había empezado a componer a fines de los 20 (de esa década es, por ejemplo, el bolero "La lágrima y el beso"), es a partir de entonces cuando realmente se dedica a hacerlo. A la década del 30 misma corresponden temas como "Si volviera a besarte", "Tú tampoco", "Sabor de adiós".
Asimismo el 27 de noviembre de 1931 González Allué ofrece su primer recital público. Allí estrena "Mulata" y "Negro bembón", musicalización de dos de los poemas que Nicolás Guillén había dado publicado un año antes en las páginas del Diario de la Marina y que pasaron a integrar su libro Motivos de son. En 1933 hizo lo mismo con otros dos textos de Guillén, "Mi chiquita" y "Hay que tené voluntá". El hecho merece ser resaltado, pues el compositor camagüeyano se anticipó a Amadeo Roldán y García Caturla, quienes pusieron música a versos de Guillén en 1932 y 1933, respectivamente. Mucho menos conocido es el hecho de que en 1932 González Allué también musicalizó el poema "Bachá", del entonces veinteañero José Antonio Portuondo.
Su popularidad en su ciudad natal se incrementó a partir de 1935, cuando él creó su propia agrupación, la Orquesta Yemayá, que seguía el formato de las jazz band. Ese mismo año pasa a presentarse en la emisora CMJK, La Voz del Camagüeyano, donde llegó a ocupar un espacio prominente. En 1936 viaja a Colombia, donde trabaja como pianista en la Orquesta de Florián Maya, y después se presenta en la Cadena de Lima, con la Orquesta de Don Vidal. En 1938 participa como pianista, en el Teatro Auditorium de La Habana,en la interpretación de "La Malagueña" de Lecuona, y también forma parte de los músicos que acompañan a Esther Borja en "Serenata".
Pero si una fecha hay que destacar en la década de los 30 es la de 1937. En julio de ese año los oyentes de la CMJK pudieron escuchar el estreno de la "Amorosa guajira". La cantó Luis Riaga, integrante, junto con Eduardo Saborit y Teodoro Benemelis, del trío La Clave Azul, y fue acompañado por la Orquesta Yemayá. Algunos días después, la canción fue interpretada por primera ante el público en el Club Atlético Ferroviario de Camagüey. De acuerdo al testimonio del propio autor, la compuso de un tirón, en menos de una hora. Originalmente se llamaba "Guajira sentimental", pero cuando se grabó por primera vez fue registrada con el título con el cual se ha hecho tan famosa. Acerca de su génesis, González Allué le contó al investigador musical Raúl Martínez Rodríguez lo que a continuación reproduzco:
"Por el mes de julio de 1937, fui invitado por un amigo a pasarme unos días en la finca Betancourt, en Los Palacios, provincia de Pinar del Río. Era un hermoso lugar donde existía una lujosa mansión campestre, en la cual la gente acomodada de Pinar del río y La Habana se reunían en una gran fiesta todas las semanas. En uno de los tantos paseos que realizaba yo diariamente por aquellos campos, quedé impresionado por el bello paisaje pinareño, lleno de colores, rumores de las hojas de los frondosos árboles y trinos de las aves. Todo eso en medio de la esplendorosa puesta de sol. De pronto me vino a la mente lo que podría sentir un guajiro cuando anhela el regreso de un amor ausente.
"Todo se fue transformando en melodía y versos, cuando de pronto desperté de mi éxtasis al darme cuenta que en ese lugar no había un piano para poder organizar todo el soplo de música que había entrado en mí y que bullía en mi cabeza, que quería estallar. Ya de regreso a Camagüey, se mantenían en mi mente como una obsesión todos aquellos sonidos e imágenes, hasta que una tarde durmiendo la siesta, como un torrente corrí hacia el piano y surgió aquel maravilloso atardecer. Sentí la frescura del palmar, del arroyo, y aspiré de nuevo el perfume de aquellas flores, de las frutas, y el alegre canturreo de los pájaros, que se convertía en el canto melancólico del guajiro demandando por su amor en primavera".
Ni remotamente su mejor canción
"Amorosa guajira" forma parte de un conjunto de temas de nuestra cancionística de tema romántico que se ambientan en un paisaje rural idílico, y que parten de una visión citadina del campo. Me apresuro a aclarar que con esto simplemente estoy constatando el hecho, de modo que no debe interpretarse como un juicio descalificatorio de mi parte. Por el contrario, tanto el tema de González Allué, como "El amor de mi bohío", de Julio Brito, y "La sitiera", de López, me parecen obras muy hermosas e imperecederas.
Aunque González Allué no la consideraba ni remotamente su mejor canción, sino sólo "la más despierta de todas", su "Amorosa guajira" ha conocido una gran difusión, tanto en Cuba como en otros países. Entre los numerosos artistas que la han incluido en su repertorio, quiero mencionar uno por lo sorprendente que ha de resultar para muchos lectores. Se trata del mexicano Miguel Aceves Mejía, quien en sus inicios y cuando aún no había decidido dedicarse por completo a la música ranchera, se acercó a los géneros tradicionales cubanos. Entre las grabaciones que realizó en los años 40, atesoradas hoy como joyas por los coleccionistas, se pueden encontrar así sus versiones de "Que siga el tren", de Miguel Matamoros, "Así no, papacito", de Ñico Saquito, "Repica la tumbadora", de Israel López Cachao, y "Dos letras y un corazón", de Alfredo Brito.
Pero paradójicamente, González Allué nunca se benefició económicamente por todas esas versiones. Según contó él mismo, un norteamericano dueño de una compañía de discos que estaba en Cuba escuchó la canción interpretada por un trío y le gustó. Se puso en contacto con el compositor y firmaron un contrato. Del mismo resultó que "Amorosa guajira" fue grabada en 1940 por Ramón Armengol, un cantante español radicado en México (tiene incluso un número interpretado a dúo con Jorge Negrete), quien fue acompañado por la orquesta del puertorriqueño Noro Morales. A González Allué le abonaron entonces 50 dólares y a partir de ese momento debía recibir 3 centavos por cada vez que su tema se pusiera. Tras aquella mísera remuneración, pasaron tres o cuatro años sin que volviesen a pagarle. Enterado de que la disquera tenía sucursales en varias capitales y de que su "Amorosa guajira" se escuchaba mucho, les reclamó. Para su sorpresa, resultó que los 50 dólares eran en realidad un adelanto del que le iban a ir descontando los derechos de autor y por el cual él aún les adeudaba 6 dólares.
Tras un período en La Habana, en el cual se dedicó a trabajar como pianista, González Allué regresó definitivamente a su ciudad natal en 1959. Allí, aparte de continuar con su quehacer como pianista y compositor y de formar lo que en esa época se conocía como un combo, dirigió las comedias musicales Las Yaguas, de Piloto y Vera, y Matrimonio perfecto, del también camagüeyano Rómulo Loredo, para la cual además escribió la música. En la década del 70 estrenó, según comentan con mucho éxito, la zarzuela La leyenda del agua de tinajón. Finalmente, se jubiló en 1973.
Una faceta de la actividad de González Allué que apenas se conoce es la de escritor. En el periódico El Camagüeyano publicó varias estampas costumbristas. Una de ellas, en particular, "Los 15 de Florita", se hizo muy popular. Se la dedicó a su amigo Luis Carbonell, quien la estrenó en los años 50 y la mantuvo en su repertorio durante varias décadas. Asimismo según afirman algunos de sus amigos, González Allué redactó una extensa autobiografía, que se conserva entre los materiales de su archivo, hoy depositado en el departamento de música de la Biblioteca Provincial de Camgüey.
A excepción de "Amorosa guajira", ningún otro tema de González Allué ha logrado no digamos similar difusión, sino ser moderadamente popular. Una de las principales razones es que a pesar de poseer un extenso catálogo de más de 300 obras, entre las cuales hay sones, boleros, guarachas, instrumentaciones para orquesta y música para ballet, es muy poco del mismo lo que se ha publicado y grabado. Con lo cual, estamos hablando de una producción que, en gran medida, permanece inédita, y no precisamente porque a su autor le interesara quedar como el creador de un único tema. Igualmente y consecuencia directa de ello son los poquísimos estudios musicológicos sobre su obra que existen.
Quiero, sin embargo, concluir estas líneas con una nota optimista. En febrero de este año, con motivo de conmemorarse el centenario de su nacimiento, fue presentado en Camagüey el libro Jorge González Allué: el último de los grandes (Ediciones Ácana, Camagüey, 2010). Su autor es Oscar R. Viñas Ortiz, quien para redactarlo se basó en los testimonios recogidos al propio compositor. Un homenaje muy merecido a aquel creador a quien la visión de una puesta de sol inspiró la historia de ese guajiro enamorado, que bajo un cielo azulado sus penas de amores se puso a cantar.
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