Revistas, Social, Cuba
La reparación de un olvido
Un libro hermosamente editado rinde homenaje a veintiocho mujeres que, desde las páginas de la revista Social, dejaron un trazo profundo en el progreso de la cultura cubana
Es frecuente leer o escuchar decir que la publicación de un libro se califique de acontecimiento, aun cuando la calidad literaria y la importancia del mismo no justifiquen el empleo de ese superlativo. Sin embargo, creo que es justo aplicarlo a Damas de Social (Ediciones Boloña, La Habana, 2014, 333 páginas), pues en mi opinión se trata de una muy valiosa aportación a la historia cultural de nuestro país.
Nancy Alonso, quien comparte con Mirta Yáñez la coordinación del libro, cuenta en la Nota introductoria cómo surgió el mismo. Cuando se ocupaba de la investigación del fondo epistolar de Emilio Roig de Leuchsenring encontró una carta que Aurelia Castillo de González le dirigió en 1919 al historiador, quien entonces era jefe de redacción de la revista Social. En aquella misiva la escritora expresaba su deseo de que “el número de la mujer no desmerezca en nada de los que acostumbra publicar esa refinada revista”. Movida por la curiosidad, Alonso revisó los números de ese año y descubrió que, como había adelantado Conrado W. Massaguer, director de Social, todo el contenido de la entrega correspondiente al mes de junio —“dibujos, artículos, poesías, todo en fin”— estaba firmado por “lindas manos de mujer”.
Al revisar la colección de la revista, Alonso comprobó que desde los primeros números, las mujeres tuvieron una descollante participación. Asimismo a partir de 1919 empezó a aparecer la sección fija Poetisas cubanas, cuyo propósito era resaltar la labor literaria de las escritoras. Eso en buena medida se debió a Roig de Leuchsenring y a su empeño por divulgar el quehacer intelectual de sus compatriotas femeninas. Todo ello, apunta Alonso, le hizo sentir “la ausencia de un libro que rindiera tributo a aquellas mujeres, las Damas de Social, como las empecé a llamar —unas poco conocidas, algunas olvidadas, otras desconocidas para la mayoría—, que tanto contribuyeron con nuestra cultura y a hacer de Social una de las publicaciones más importantes de la época en Latinoamérica”.
Eso la animó a emprender una investigación, con vistas a preparar un libro que llenase ese vacío y reparara tan injusto olvido. Concretó una estructura cuya columna vertebral sería un dossier conformado por un grupo representativo de “las Damas de Social”. En el mismo, cada una tendría un bloque, integrado de la siguiente manera: un trabajo publicado por ella en la revista, una ficha bio-bibliográfica y una foto. Asimismo a esos materiales se incorporaría un texto escrito por una intelectual contemporánea afín con la Dama. A esas colaboradoras, Alonso les dio cariñosamente el nombre de Damiselas. Para acometer el proyecto, pidió a Mirta Yáñez, buena amiga suya y especialista en estudios de género, que se sumara a la investigación. Damas de Social es el resultado de ese trabajo conjunto, que les tomó cinco años.
Lo primero a destacar y que se deduce de lo anterior, es que Damas de Social no es una antología al uso. Por un lado, en sus páginas se recoge una selección de textos de diversa índole firmados por 28 mujeres. De ellas, tres nacieron en otros países pero fueron cubanas de adopción (Blanche Zacharie de Baralt, María Muñoz de Quevedo, Lola Rodríguez de Tío). En la nómina figuran escritoras, pedagogas, periodistas, actrices, activistas culturales, críticas de arte, feministas. Para dar una idea de quiénes son las incluidas, menciono algunos nombres: Luisa Pérez de Zambrana, Carolina Poncet, Dulce María Borrero, María Bernal, Flora Díaz Parrado, Raquel Catalá, Graziella Garbalosa, Marisabel Sáenz, Ofelia Rodríguez Acosta.
Entre los textos pertenecientes a ellas, abundan los poemas. Hay también varias narraciones. Y otras Damas están representadas por artículos periodísticos sobre distintos temas: el baile como medio de educación física, los carteles franceses de propaganda, las coplas y cantares populares cubanos, impresiones y recuerdos sobre Trinidad, la aportación del Lyceum a nuestra cultura, el feminismo en Cuba. Con sus colaboraciones, demostraban lo que Massaguer quiso probar con el número de junio de 1919: “ellas pueden, en caso de guerra, hacer por nosotros la ardua tarea de Social”.
Todas merecen el recuerdo y el homenaje
En un extenso y exhaustivo ensayo, titulado “Social, sus damas, mi álbum de apuntes”, Yáñez, además de proporcionar una valiosa información sobre la revista y sobre la época —Social apareció mensualmente de enero de 1919 hasta agosto de 1933 y, luego, de septiembre de 1935 hasta mayo de 1938—, escribe sobre cada una de las Damas y las caracteriza en líneas breves y certeras. Así, Flora Díaz Parrado fue “el espíritu inquieto”; Leonor Barraqué, “la feminista de feminidades”; Mariblanca Sabas Alomá, “la gran polemista”; Graziella Garbalosa, “la atrevida por antonomasia”; y de Carolina Poncet, comenta que su “quehacer sin cansancio fue la salvaguardia”. Al final, de ese texto, Yáñez escribe: “Casi todas ejercieron el periodismo, casi todas fueron feministas, casi todas pasaron por el Lyceum, casi todas estudiaron Letras, casi todas escribieron poemas, casi todas intervinieron en las inquietudes sociales de su tiempo. Todas dejaron un trazo profundo en el progreso de la cultura cubana. Todas se merecen el recuerdo y el homenaje”.
Pero al tratarse de un libro que remite directamente a Social, no se puede obviar un hecho importante: el gran peso que el aspecto gráfico tuvo en esa revista. Ello tenía que ver con que su director fue, además de un gran caricaturista, uno de los pioneros del arte gráfico moderno en Cuba. En ese campo, sentó escuela y dejó la huella inconfundible de su talento. Si Roig de Leuchsenring contribuyó a darle a Social un sello distintivo en el aspecto cultural y literario, Massaguer se encargó de hacer de la publicación un regalo para los ojos. Ya desde las portadas, casi siempre con figuras femeninas, se advertía un concepto elegante y moderno, que era deudor de la plástica europea de la época. No exageraba un ápice Massaguer al jactarse de que, hasta entonces, en Cuba no se había conocido una revista tan lujosa.
Al concebir el diseño de Damas de Social, Themis G. Ojeda tuvo muy en cuenta ese aspecto que distinguió a la revista. En ese sentido, realizó un trabajo que merece todos los elogios y sin el cual el libro no sería lo que es. A lo largo de las páginas incluyó caricaturas, dibujos, anuncios, ilustraciones y fotos aparecidos en Social, así como 16 de las memorables portadas. Tuvo a su favor la calidad del papel con que se imprimió el volumen, que ha permitido que las reproducciones quedasen con una excelente calidad. Asimismo parte de las páginas, entre ellas las correspondientes a las fichas bio-bibliográficas de las Damas, se imprimieron en color azul, lo cual es otro ingrediente a añadir a la belleza del libro. Por otro lado, este cuenta con dos índices: uno onomástico y otro que detalla las colaboraciones femeninas en Social.
Lo dicho al inicio: Damas de Social constituye todo un acontecimiento editorial. En primera lugar, es un libro muy valioso por la documentación que recupera, y que viene a demostrar que en nuestra historia cultural e intelectual, las mujeres tuvieron un protagonismo tan deslumbrante como insospechado. A ello hay que sumar la original estructura que las compiladoras dieron a ese rico material, así como la hermosa y esmerada edición que se ha hecho.
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