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Actualizado: 17/04/2024 23:20

Uneac, Escritores, Intelectuales, La denuncia de hoy

La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac)

La Uneac se prepara para celebrar su VIII Congreso

Los días 12 y 13 de abril se celebrará en La Habana el VIII Congreso de la Uneac y, por lo que nos hace llegar la prensa oficialista (ya saben, la única autorizada en la Isla), todo va perfecto, todo está sublime en aquel territorio. “Un mar de felicidad”, para utilizar una frase de los autócratas cuando se refieren a sus pueblos, por ellos oprimidos. Tan bien se ve desde acá Cuba, de acuerdo con los preparativos del Congreso, que uno hasta podría pensar que ya arribaron al comunismo según Carlos Marx. Es decir, ya no hay ejército ni policía, y un hombre, “entre otras cosas, es pintor”. Me imagino a aquellos intelectuales, escritores y artistas nuestros, junto al resto de la población, danzando en las colinas, tocando flautines, desnudos, ya sin libido mal intencionada mientras liban la leche que dan las abejas y la miel que ofrecen las vacas.

Cito. Cubadebate, 23 de diciembre de 2013, sobre la convocatoria al Congreso, dice que todo va por “La defensa de los legítimos valores culturales sobre el predominio de la banalidad”. ¿La banalidad? ¿Qué será eso en este caso? La nota no lo explica. ¿Será estar durante 55 años diciendo lo mismo sin decir nada? Quién sabe. Se agrega que es necesario “evaluar el impacto que han tenido en Cuba corrientes extranjeras que no son artísticamente de lo mejor”. Al menos yo, tampoco entiendo este acertijo. Muy críptico este llamamiento al parecer. Y sigue para denunciar “la visión mercantilista del arte, que pone el interés económico sobre el estético, con su coste social”. Bueno, aquí, si bien haciendo un notable esfuerzo, se me ocurre que tal vez salgan del aire, entre otras “banalidades”, algunos de esos videos de contrabando que exhiben películas de entretenimiento, “mercantilistas”, que no tienen nada que ver con el desempeño de una sociedad sana. Recordemos que hace unos 15 años Fidel Castro prohibió la revista Vanidades porque no se avenía “con nuestra ideología”. Lo que me llama la atención es que una sociedad tan educada, tan culta como dicen, se incline por esos gustos que, en otras latitudes, no son mal vistos, porque cada individualidad es una pasión, y no es necesario por tanto llevar semejante tema a un congreso cultural para que desaparezcan por ley vital. Está raro.

La Jiribilla, No. 664, 1 a 7 de febrero, 2014, afirma que “Durante la etapa actual del proceso hacia el VIII Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba” es menester “lograr que la producción artística y literaria incida cada vez más en los valores de nuestra sociedad”. Gongorino en mi opinión igual que el texto antes citado. ¿Cuáles serán “los valores de nuestra sociedad”? ¿El robo de hormiga? ¿La encarcelación injusta de los disidentes? ¿Las golpeaduras a hombres y mujeres que protestan pacíficamente? ¿La censura de obras literarias y artísticas? ¿La doble moral? ¿La desigualdad social? ¿El pánico constante para la población? ¿Las cazuelas vacías?... Es que son tantos los “valores” semejantes, que deberían aclarar a cuáles se refiere la nota. Luego se aduce en la misma información que, desde el V Congreso, cuando Fidel Castro proclamó “Lo primero que hay que salvar es la cultura”, “se ha hecho mucho más visible y fluida la identificación entre vanguardia política e intelectual en el seno de la sociedad cubana”. Afirmar estos detalles sin que les tiemble el teclado es en realidad una hazaña. Uno puede preguntarse: ¿qué cosa es “la vanguardia”, eso de lo que tanto hablan los comunistas y seudocomunistas cubanos? Yo no sé. Pero me imagino que “la vanguardia” son los escritores y artistas que están “adentro”, o parte de ellos; o sea, los que escriben relatos periodísticos como el que nos ocupa, los que regentean instituciones culturales o reciben una mesada por el buen comportamiento, sea de buena fe o no, y que luego, claro, obtienen su recompensa con los viáticos ministeriales y las sonrisas de las azafatas. Bueno, cada cual que se defienda como pueda, sabemos que la cosa está dura en Cuba. Hay que vivir, de acuerdo. Pero que cambien al menos un poquito la retórica, que eso de decir lo mismo de hace 30 años sobre este tema, resulta difícil de tragar. Para el lector no enterado: estos devaneos pueden publicarlos aquellos editores y periodistas porque en la Isla no tienen réplica, todos “piensan” lo mismo, dicen lo mismo, esconden lo mismo y cobran su salario en el mismo sitio. Vaya, es como anotar un gol sin nadie en la portería del contrario. Avisa asimismo esta nota en La Jiribilla de “la necesaria renovación y el imprescindible perfeccionamiento de la Uneac”, pero lejos de “la disgregación” (...), “la disociación” (...) “la anarquía” (...) “la agitación desde falsas tribunas”. Tampoco dice nada por el centro, de manera clara. Es muy viejo ese truco de la peor prensa izquierdista de mentir diciendo mucho sin decir nada.

En el Granma del 21 de febrero, aludiendo a la plenaria previa al Congreso, en Villa Clara, se convoca a “la formación de ciudadanos capaces de pensar, soñar, acumular conocimientos...”. Más cínico sería imposible serlo: el comunismo, el gran asesino de sueños, capitaneado en Cuba por Fidel Castro y su hermano, convoca nada menos que a “soñar”. Y a “pensar”, allí donde el derecho a “pensar” ha sido desterrado y donde “acumular conocimientos” se circunscribe a los “conocimientos” que permita adquirir el régimen. En esta misma información se cita a José Martí, “Como paradigma ético”. José Martí... el ideario que ellos han manipulado durante más de medio siglo, el autor de una obra siempre mutilada, amañada cada vez que ha sido publicada en Cuba.

¡Y no podía faltar, señoras y señores!: lo dice el Granma del 26 de febrero: “Fidel y Raúl [Castro], delegados al VIII Congreso de la UNEAC”. Que uno recuerde, la mejor obra de ficción de Fidel Castro ha sido La historia me absolverá, solo que no resultó verosímil (ya sabemos que toda ficción debe ser verosímil). Y la de Raúl Castro será, me imagino, el cartapacio de órdenes de fusilamiento que ha firmado.

Bajo el título “La Uneac, otro congreso más”, (me refería al Congreso anterior) publiqué el 19 de abril de 2008 un artículo donde apostaba que en los próximos años, es decir, hasta hoy, no ocurriría nada relevante para los escritores y artistas cubanos. Emplazo a que alguien me diga si no ha sido así. La razón es elemental: mientras exista dictadura, no es posible que se desarrollen libremente las artes y las letras, y de este modo sus exponentes resulten reconocidos con toda justicia. Mientras la dictadura exista continuará este mismo juego de la “picardía” mutua. Solo que, no lo olvidemos, no lo olviden los implicados, los dictadores y su séquito únicamente están seguros de la fidelidad entre ellos; tienen plena conciencia de que los hombres de “abajo” cultos e inteligentes que les hacen la reverencia, están fingiendo; unos al hablar, otros al callar.

¿Causas de la sumisión?

Somos conscientes de que una de las máximas del totalitarismo castrista es “Tú haz como que estás de acuerdo conmigo y yo hago como el que te creo”. A este juego recurre la mayoría de escritores, artistas e intelectuales cubanos en general residentes en la Isla. Creo que esto se debe, fundamentalmente, a que cada cual tiene que hacer su vida, intentar llevar a cabo sus aspiraciones en el lugar donde habita. Es lógico y justo. A lo que se suma que ellos, por el hecho de ser lo que son, tienen un poquito menos de penuria material y espiritual que el resto de la población. Un poquito menos.

Sin embargo, pienso que la componenda señalada en el párrafo anterior, sería aceptable, aceptable, unos ocho o 10 años atrás. Hoy no. Hoy en la Isla son golpeados salvajemente hombres y mujeres que protestan pacíficamente, y no pocos de ellos y ellas van a dar a las mazmorras donde prima la inclemencia. Por otra parte, ha aumentado la censura para no pocos de los intelectuales que residen en el extranjero, y en la propia Isla, y algunos de los que están allá han quedado tras las rejas luego de dudosos procesos judiciales, sin olvidar a quienes allá dentro se encuentran negados por el régimen, olvidados por todos, aun por sus colegas. Hoy hay pruebas irrebatibles de que el bicastrismo lleva adelante, cueste lo que cueste —a los demás— un sistema inviable, alargado por la soberbia y crueldad sin límites de Fidel Castro cuando, en 1990, renunció a sumarse a la “ola de lógica” que estremeció al mundo al desaparecer, por incompetente, el llamado “socialismo real”. Entonces Fidel Castro “preparó” al pueblo cubano para la ignominia tal vez mayor de la que este ha sido objeto: lo que él ha llamado “El Período Especial”, eufemismo que se refiere a la época de más pobreza, inopia en general que ha sufrido aquella población: el alargamiento ya por 23 años de la agonía. De esto no solo pueden dar fe los intelectuales cubanos, sino cualquier ciudadano de a pie, como suele decirse. Todo esto es sabido, apreciado y cuchicheado por los que hoy, alegremente, callan y aplauden en las asambleas de preparación del VIII Congreso; no dudo que, entre los que aplauden, haya algunos, muy pocos, eso sí, que lo hacen con verdadero fervor, porque el ser humano es muy complejo, algo que dejó demostrado el nazifascismo. Del mismo modo que en la actualidad, cualquier ciudadano promedio, no únicamente los intelectuales, tiene la certeza irrebatible de que el régimen que azota a la Isla está condenado a desaparecer, tarde o temprano, fundamentalmente porque las dictaduras no se reforman, se acaban. Queda claro también que en los siete años que lleva en el poder Raúl Castro, el dictador heredero, no ha podido ni podrá hacer otra cosa que chapotear en el charco del comunismo, que poco a poco se irá desecando. Entonces, ¿por qué no escuchamos el reclamo de los intelectuales cubanos? Pues tal vez ya lo había avisado Carlos Marx: “cada cual piensa como vive”, y el resto que se hunda. Yo respeto a quienes se venden para comer, porque sin comer uno simplemente se muere, a quienes se entregan a un tirano por el alimento de sus hijos, de su madre, de su hermano. Pero venderse a una dictadura para que un libro le sea publicado o para recibir un premio sesgado, me parece demasiado poco, o demasiado mucho si de venderse se trata.

Para ser justos, debemos considerar que no todos los escritores y artistas que hoy asisten a las asambleas de preparación y los que asistirán al Congreso, están informados de lo que sucede en su propia tierra, debido a la privación de información que padecen. Pero hay un notable grupo compuesto por las élites que sí están al tanto, por ejemplo, de que en Cuba se humilla, golpea y encarcela a un hombre o una mujer por decir lo que cualquiera comenta en voz alta en un país donde haya libertad promedio. Estos intelectuales y artistas, los que aun teniendo conocimiento de tal situación, más que callar aplauden y dicen venerar al castrismo, son los que no tienen perdón. No lo tendrán.

Por otro lado, desde el primer lustro de la década de 1990, la Uneac fue masificada, “sabiamente”, por el Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Es decir, desde entonces su membresía ha crecido desmesuradamente al incorporar a creadores e intérpretes que aún se encontraban en proceso de consolidación de sus vocaciones o que jamás tendrían los reales méritos artísticos para formar parte de esta organización. A tal punto ha sido esta arribazón que uno puede hallar que en alguna pequeña provincia cubana hay registrados más escritores que en Londres. Estas personas, favorecidas por el crecimiento inclemente de la Uneac, es lógico que se sientan deudoras, toda vez que hoy disfrutan de ciertos derechos que las llevan a algunas bonanzas, y por tanto es de esperar que su reacción se vincule con la obediencia o al menos la anuencia. Otro aspecto que debemos considerar a la hora de evaluar el impacto que podría tener la Uneac para abogar por el decoro, la imparcialidad o lo que fuere de las artes y las letras, es que, al incluir en sus filas a exponentes de todas las disciplinas: radio, televisión, literatura, cine, música, artes escénicas, artes plásticas... pues simplemente en una reunión plenaria ha estado y estará muy diezmada eso que algunos llaman “reacción de clase”. Me explico: no tienen las mismas carencias un poeta que un locutor, o un pintor que un animador de televisión. De este modo, ha sido imposible, y lo será, echar adelante, si así se empeñaran algunos, reales conceptos que vayan por el camino de alcanzar verdaderos estadios de realización, libertad, conciliación y oposición al orden establecido.

De manera que nadie espere que en el próximo Congreso de la Uneac se plantee algo que verdaderamente pueda cambiar, desde los cimientos, la situación de las artes y la literatura en Cuba. No habrá ninguna propuesta para erradicar la censura, incorporar a la cultura cubana a los creadores exiliados o alguna pregunta sobre si es cierto o no que a las Damas de Blanco se les golpea por manifestarse pacíficamente llevando en alto un gladiolo. No será así. Por el contrario, desde allá nos llegará la sensación de que todo anda perfecto en la cultura, las artes y la literatura cubanas. Nos llegará esa sensación de que en las colinas del ya alcanzado comunismo cubano, ellos, los artistas e intelectuales residentes en la Isla, junto a todo el pueblo, tocan sus flautines y danzan seráficamente.

Ya ven. Así van las cosas.


© cubaencuentro

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