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Actualizado: 28/03/2024 20:07

Cine, Cine alemán, Arte 7

Los avatares del peregrino

Los personajes de este filme no quedan nunca bien definidos y sus motivaciones y conductas muchas veces resultan contradictorias, gratuitas y demasiado a merced de un finalismo argumental

En la secuencia inicial del filme Transit, dos hombres en un café parisino conversan nerviosamente sobre la invasión alemana a Paris y cómo escapar de ella. Por la calle que se ve a través de los cristales del café pasan vehículos con sirenas que se detienen en las esquinas. De ellos bajan hombres uniformados de un estilo militar indefinido, que corren como si buscaran a alguien, o intentando posicionarse para controlar el territorio. Se oye 1945 pero se ve un 2018 al cual le faltan los instrumentos de la era digital.

Los dos hombres acuerdan que uno de ellos, Georg, el protagonista, debe pasar por donde vive un escritor y entregarle unos documentos. Después se verán para arreglar la huida. Cuando Georg llega a la habitación del escritor se entera que este se ha suicidado. Descubre que los documentos contienen instrucciones que le permitirían al escritor llegar a México y los retiene para ayudarse en su propia fuga. También se lleva, y lee, un manuscrito del difunto. El plan de salida se arruina porque arrestan al amigo de Georg y tras una serie de equívocos, este termina asumiendo la identidad del escritor.

Georg logra llegar a Marsella, visita el consulado mexicano y el americano y comienza una serie de desencuentros con la esposa del escritor, quien no sabe que este ha muerto, así como con otros personajes, todos los cuales son peregrinos en tránsito a donde puedan, refugiados buscando refugio, entes sin identidad definida cuyos futuros dependen del capricho de un burócrata.

Christian Petzold (Hilden, Alemania, 1960), es uno de los mejores directores europeos de los últimos veinte años. Ha dirigido una cantidad impresionante de filmes excelentes que incluyen The State I am In (2000), Yella (2007), Jerichow (2008), Barbara (2012) y Phoenix (2014), todas las cuales tienen en común personajes en busca de una nueva vida, triángulos amorosos y seres viviendo bajo persecución política. Todas las anteriores suceden en lugares y momentos muy específicos. En Transit ha tratado de unificar sus temas y, al crear una realidad históricamente indefinida, darles una trascendencia más universalista.

En el filme no se mencionan las palabras “nazis”, ni “judíos”, ni “comunistas”. Las fuerzas de ocupación son obviamente crueles y opresivas, pero más allá de ser alemanes, no se les define mucho más y sus propósitos no se hacen explícitos. El argumento se centra en el caos que enfrentan las víctimas para sobrevivir su condición. Sin embargo, quizá por ser demasiado abarcadora, la película me parece la menos impactante de toda la obra de Petzold. Un salto atrás desde el punto de vista artístico.

Basada en la novela homónima de Anna Seghers (Mainz, 1900-Berlín, 1983), ganadora del Premio Stalin de la Paz y cuya obra se centra mayormente en las vicisitudes de la II Guerra Mundial, a la cual Petzold hizo varias extrapolaciones, Transit falla en cuanto a credibilidad. El recurso de mezclar una visualización contemporánea con una narrativa verbal de hace muchos años, no funciona bien todo el tiempo y a ratos parece falso. Petzold se toma demasiadas libertades con el guion que parecen demasiado manicuradas por el único objetivo de mantener en pie a toda costa su recurso discursivo. A veces se adentra en las complejidades del thriller para salirse de estas con imperdonables simplismos. El narrador en off resulta un poco confuso al principio y más adelante se vuelve redundante.

Los personajes no quedan nunca bien definidos y sus motivaciones y conductas muchas veces resultan contradictorias, gratuitas y demasiado a merced de un finalismo argumental, acercándose demasiado a una obra de tesis. Las relaciones entre ellos carecen de autenticidad y de espontaneidad, uno no puede explicarse las urgencias sentimentales entre los mismos, parecen antojos inmaduros. Esto se hace evidente en el personaje de Marie, la esposa del escritor, quien parece vivir en un limbo de ilusiones y en la relación entre Georg y el hijo y la esposa de un hombre al cual Georg acompañó en sus minutos finales.

Petzold es un gran director de actores y todos se desempeñan muy bien dentro de lo que sus roles se lo permiten. Frank Rogowski (Happy End) se mete muy bien en el drama de Georg y resulta convincente. Paula Beer (Never Look Away) no parece encontrarse en el papel de Marie y nunca completa una proyección creíble de esta mujer volátil. Un aspecto interesante de la construcción del argumento es que presenta a todos los personajes como unos egoístas confundidos, dispuestos a cambiar de piel con tal de sobrevivir, con una crisis de consciencia que no los deja sentirse cómodos en ningún momento. La circunstancia y destino de Weidel, el escritor que nunca vemos pero que es central a la trama, está definido en base a Walter Benjamin, quien fue amigo cercano a Seghers en sus últimos días.

La fotografía de Hans Fromm, quien ha trabajado con Petzold en casi todas sus películas, está muy bien, llevando a imagen perfectamente la visión del director. La banda sonora es también importante, ya que Petzold nos quiere golpear no solo visualmente, sino con sus ruidos también, para subrayar el desespero y la opresión.

Este es un filme de muchas lecturas y demasiadas ambiciones. No es un filme malo, es un filme interesante y de valor artístico, que pone a pensar, pero es una obra víctima de sus propios intereses de trascendencia y universalismo, manteniendo un tono solemne que a ratos aburre y se sienten entonces todos y cada uno de sus 101 minutos.

Transit (Alemania/Francia, 2018). Dirección: Christian Petzold. Guion: Christian Petzold basado en la novela homónima de Anna Seghers. Director de fotografía: Hans Fromm. Con: Frank Rogowski, Paula Beer, Godehard Giese, Barbara Auer y Matthias Brandt. De estreno limitado en ciudades selectas de Estados Unidos.

© cubaencuentro

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