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Actualizado: 17/05/2024 12:58

Reportaje: Cine

Los hombres sí lloran

El II Festival de Diversidad Sexual Masculina en un cine de barrio de La Habana. Los tabúes se desmoronan, pero no tanto.

El nombre de 'cine gay en La Habana' no gusta a sus promotores. Tampoco homoerotismo, ni pantalla rosa. El título parece sacado del mejor diccionario de sutilezas: Festival de Diversidad Sexual Masculina.

"No estamos de acuerdo con que lo llamen ciclo de cine gay, porque en realidad no es para un movimiento gay, sino para que las personas consideradas vulnerables, los hombres homosexuales, reciban más información sobre temas que les conciernen", explicó Rubén de Armas, organizador del evento.

El segundo Festival de Diversidad Sexual Masculina transcurre discreto en el cine Acapulco, el único del elegante barrio de Nuevo Vedado. No hay molotes, ni talanqueras, ni cristales rotos, y los espectadores entran con cierto aire de recogimiento. Policías uniformados no se ven.

Tampoco se ha hecho alborozo. Nada en la prensa y la propia marquesina anuncia El Código da Vinci. Sólo un papel desplegado en el cristal del frontis informa sobre el festival en formato de vídeo.

Los debates han estado ausentes. ¿Censura? No, algo más prosaico. La falta de luminarias en el local destinado a las proyecciones.

Vaqueros y refritos

"Lo que más me gustó fue la película de los vaqueros", dice Rey, un ventiañero que trabaja en el laboratorio de una policlínica. Viajó desde un pueblo de las afueras para no perdérsela. Se arrebola cuando añade: "¡Qué cosa tan sublime, no entiendo por qué no la ponen en la televisión!".

El bombazo del certamen fue ciertamente Brokeback Mountain, del taiwanés Ang Lee. El amor entre dos cowboys en la Norteamérica de los sesenta, premiada por la Academia de Hollywood en 2006, también tuvo sus parabienes en críticos de la Isla.

" Brokeback Mountain se convirtió en pocos meses en un suceso más que fílmico o artístico, sociológico: su discurso libre, sin ataduras a guetos ni a tendencias de tipo alguno: su única toma de partido fue por los sentimientos, por el amor puro y grande (…) entre cualquiera que lo sienta", escribió el crítico y profesor de cine Frank Padrón.

El resto del programa es un refrito. La mala educación, La ley del deseo y Todo sobre mi madre, del español Pedro Almodóvar —además de Fresa y Chocolate, de los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío—, aparecen entre otros filmes de menor importancia.

"Son películas en las que se tocan temas como autoestima, asertividad, comunicación, problemas de pareja, sociales y familiares y su relación con el sida. Asuntos cruciales para los HSH, uno de los grupos poblacionales más vulnerables a esta epidemia", explica De Armas.

HSH es el acrónimo para denominar a los hombres que tienen sexo con otros hombres, sin ser necesariamente de confesión homosexual. Se trata de un término comportamental.

Esa nomenclatura surgida en ONU-SIDA, una agencia de Naciones Unidas para enfrentar la pandemia que ya padecen más de cuarenta millones de personas en el mundo, da nombre a un proyecto oficial cubano que pretende agrupar a la grey masculina practicante, al menos para difundir literatura sobre la enfermedad vírica que en la Isla padece estadísticamente el 0,03 por ciento de la población.
"Este proyecto comenzó en el año 2000 y pertenece al Ministerio de Salud Pública, hay uno nacional, uno en cada provincia y en cada uno de los municipios", dice Rubén de Armas.

Los integrantes de la iniciativa son promotores voluntarios. "Personas que reciben un curso de una semana y comienzan a trabajar en la calle. Utilizamos la educación de pares, es decir, de iguales. Formamos HSH que tengan buena comunicación, que le guste el tema del VIH/SIDA, y que le guste a ayudar a otros".

Sin lugar de reunión

Uno de ellos es Gerardo Alberto. Tiene cerca de sesenta años y lleva un crucifijo de madera al pecho. Se declara gay. Estuvo preso poco más de un año a fines de los sesenta por bañarse desnudo en Santa María del Mar, una playa del este habanero.

"Hay que ayudar a la gente a que conozca los peligros y que goce de la sexualidad que prefiera", manifiesta a la salida del cine. "Lo único a lo que no podemos renunciar es a la felicidad", dice con placidez.
Para Leonardo Chacón, del Centro Nacional de Prevención de Infecciones de Transmisión Sexual, las acciones preventivas enfrentan la desestructuración social de estas minorías.

"Algunas limitaciones para este tipo de trabajo se refieren a la fluctuación de lugares de reunión, al horario en que existe mayor asistencia —muchas veces es tarde en la noche o en la madrugada— y al número restringido de HSH que reciben la intervención", puntualiza.

Sin mencionarlo, Chacón alude a la falta de una representación gay en Cuba. No hay gremios, ni oficinas, ni voces parlamentarias, ni medios de prensa, y las zonas donde suelen congregarse —llamadas pateras— sufren de nomadismo, toda vez que en algún momento rebasan los niveles de la tolerancia oficial.

Nadie espere un mapa gay de La Habana. "Antes era Coppelia, luego nos fuimos para el Malecón, donde estaba la Fiat, después La Arcada, en La Rampa. También hemos estado en 23 y P, la Fuente de la Juventud y en Prado", enumera Pancho al preguntársele sobre los sitios de reunión de gays, lesbianas y transformistas en la capital.

Apodado por sus amigos "el maniquí", por su porte de dandy, reconoce que buscar un espacio de autorreconocimiento "siempre es un lío… También muchos alborotan la cosa y entonces nos cae la policía".

"No conozco lo del HSH. ¿Qué es eso? Hombres que… Para mí no hay diferencias. Todos somos marineros y en la mar andamos", añade burlón.

El especialista Leonardo Chacón insiste en la dispersión de los grupos homosexuales al tener que bregar territorialmente. "Las instituciones y espacios formales son más rígidos y conservadores en el abordaje de la sexualidad y su educación".

¿Apertura controlada?

Para la mayoría de los HSH cubanos que rebasan los cuarenta y cincuenta años, la situación actual goza de una apertura controlada, aunque todavía falta para la asimilación social de las minorías sexuales. "Nadie quiere que su hijo sea maricón", espeta el laboratorista Rey.

"Eso era la prehistoria", opina Gerardo Alberto al evocar las purgas homofóbicas de los años sesenta y setenta. "Todavía en los ochenta te botaban de la universidad si te consideraban afeminado o que salías sospechosamente con muchachos", recuerda este activista.

El mundo gay en la Isla ve con buenos ojos que una de sus principales defensoras sea la master en Ciencias Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional para la Educación Sexual (CENESEX).
La hija del ahora "presidente en funciones", Raúl Castro, es también la directora de la revista Sexología y Sociedad, que desde hace más de una década publica trabajos al respecto, con rigor científico y lejos de la retórica política.

Sus apariciones públicas son escasas. En programas de televisión no ha vacilado en tomar partido por la diversidad sexual y en contra de la secularidad machista cubana.

"Dicen que ella gestiona una ley en la Asamblea [Nacional del Poder Popular] para consentir los casamientos entre nosotros", aventura Gerardo Alberto. "No sé, me parece muy fuerte eso… tal vez un día nos sorprendan, aunque sea con algo menos divino".

© cubaencuentro

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