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Actualizado: 18/04/2024 23:36

Kosinski, Cine, Arte 7

Ninguna bajeza humana le fue ajena

El director checo Vaclav Marhoul decidió adaptar la controversial novela homónima del escritor polaco Jerzy Kosinski y lo hace con una gran visión cinematográfica

En sus 169 minutos de duración, The Painted Bird, se encarga de pasar revista, a través de las experiencias de su protagonista, Joska, un niño de unos 9 años, a todas las formas de depravación sexual y moral, desde la pederastia, pasando por la zoofilia y hasta la ninfomanía distorsionada, además del sadismo, el abuso físico, el bullying, la crueldad contra los animales y el desprecio superchero. Todo esto lo sufre por ser diferente e inexplicable.

Dividida en nueve capítulos nombrados por los personajes que Joska va encontrando en su camino, la cinta comienza en un villorrio remoto de Europa del este, durante la Segunda Guerra Mundial. Un descampado agreste e indefinido. Sus padres han dejado a Joska al cuidado de una anciana, Marta, mientras ellos buscan huir de la persecución. Por las fotos, podemos suponer que es una familia judía.

Marta se encarga de enseñar disciplina a Joska, lo supervisa en sus prácticas de piano y lo alimenta, mientras los otros niños de los alrededores lo atormentan, ya que Joska es un forastero, de tez y pelo oscuros. Le llaman gitano. Una noche Marta muere, Joska la descubre al día siguiente y por accidente quema la casa y sus pocas posesiones personales. El fuego devora su memoria y la cuestión es si ha devorado también su identidad.

A partir de este momento, Joska deambula de un villorrio a otro, cae en manos de una hechicera que lo declara vampiro, pero le salva la vida, de una familia atroz de quienes escapa de milagro, vive con un individuo que se dedica a atrapar y revender pájaros, un grupo de nazis, uno de los cuales lo deja escapar, un sacerdote bienintencionado que sin saber, lo entrega a un pederasta, una morbosa sexual y un soldado soviético de dudosas intenciones.

Donde quiera que llega, Joska es mirado con recelo por ser diferente. El, por su parte, no habla, sobre todo después de haber sido lanzado al estiércol de una letrina, lo cual lo hace impenetrable a los demás. El título del filme se explica en una cruel pero hermosa secuencia en la cual el cazador de pájaros pinta las alas de uno y lo lanza a una bandada de su propia raza y estos, al no reconocerlo por sus colores, lo atacan sin piedad hasta aniquilarlo.

Esto marca todo el filme. El rechazo a la diferencia, la incapacidad humana de reconocerse en el otro. La característica innata de las personas y los animales a agredir a lo que no se comprende, a lo que les enfrenta a cuestionarse su propia identidad. La traducción va mucho más allá del racismo. Incluye odios y temores ancestrales que se convierten en tradiciones, rituales y costumbres de vida.

La narrativa es cruda y no ahorra situaciones perturbadoras. Hay muy poca esperanza a lo largo del filme, pues en esos tiempos estaba escasa. Es una realidad ominosa. Las desgracias se suceden sin pausa y hay muy pocos personajes redimibles. Son las excepciones que confirman la regla y Joska es la excepción de las excepciones. Es un filme del holocausto en el cual no se ve el holocausto, pero no hace falta.

Fotografiada en blanco y negro, en 35 mm, por el veterano Vladimir Smutny (Kolya. Dark Blue World), los encuadres de las secuencias, sobre todo en las tomas largas, son de una belleza sobrecogedora que acentúa lo desesperado de la situación de Joska. La fotografía se convierte en un elemento narrativo fundamental, sobre todo en una obra en la cual las explicaciones y los referentes de pueblos y creencias, vienen dados visualmente: la forma en que se persignan los habitantes de una región a diferencia de otra, la manera en la cual disponen las casas, detalles en paredes y bosques.

En su tercer largometraje, el director checo Vaclav Marhoul (Praga, 1960), que debutó con una adaptación de historias de Raymond Chandler (Smart Philip) y cuya obra no había sido estrenada más allá de las fronteras checas y eslovacas, decidió adaptar la controversial novela homónima del escritor polaco Jerzy Kosinski y lo hace con una gran visión cinematográfica. Mientras Kosinski repetía que su protagonista no representaba a nadie más que a sí mismo, Marhoul se atreve a darle una dimensión más trascendental, al hacer que sus personajes hablen en una suerte de esperanto eslavo, combinando dialectos de varias regiones de Europa del este, sobre todo de Polonia y Ucrania, derribando así las fronteras nacionales y tribales. Globalizando las actitudes.

La novela de Kosinski, publicada originalmente en inglés, en 1965, resultó objeto de disputas y polémicas, pues primero, Kosinski la presentó como autobiográfica y luego se supo que eso era falso. Se atribuyó, por un tiempo, que representaba la infancia de su amigo el cineasta Roman Polanski, que sí vivió una odisea similar, y luego, que era el producto del resumen de muchas vidas. Incluso se le acusó de plagio, pues decían que su inglés en aquella época era pobre y que tuvo que haber sido escrita por sus asistentes o por su traductor de polaco, quien en un momento dado reclamó la paternidad de la obra.

Kosinski, en la vida real fue un ser de muchas máscaras y disfraces. Nacido en Polonia en 1933, de origen judío, fue francotirador del ejército polaco, se graduó de historia y sociología en la Universidad de Lodz, realizó estudios en la difunta Unión Soviética y emigró a los Estados Unidos en 1957, donde también estudió en la Universidad de Columbia. Llegó a codearse con la elite social neoyorquina, con cineastas y con intelectuales. Se casó primero con una millonaria americana y luego con una descendiente de la nobleza alemana y ofreció conferencias sobre literatura en las universidades más prestigiosas de Estados Unidos.

Era más personaje que los personajes de sus novelas (Being There, Blind Date), encantaba y engañaba, su talento era indudable, tanto como escritor que como seductor social. Tanto fue su vida un carnaval que, quizá cansado de ello, terminó suicidándose en Manhattan, en 1991, un mes antes de cumplir 58 años. Pero independientemente del origen de su trama, The Painted Bird es una novela extraordinaria, magistralmente escrita y con una gran fuerza temática, de impacto universal. Además, tiene la licencia de la ficción, aunque se mantiene fiel al espíritu de la época que representa, no importa que altere la letra.

La actuación de Petr Kotlar, nacido en 2007, es extraordinaria. Sin decir más de quince palabras, apareciendo en casi todas las secuencias, es capaz de expresar con su mirada y su lenguaje corporal, todas las emociones por las que pasa Joska. La película se filmó en un periodo de dos años para seguir el crecimiento natural de Petr. Las actuaciones secundarias son sólidas, destacándose Julia Laventova como la depravada Labina. También aparecen brevemente actores internacionalmente reconocidos como Udo Kier, Harvey Keitel, Stellan Skarsgard y Julian Sands.

A pesar de ahondar en lo más tenebroso de las conductas, actitudes y sentimientos humanos, y de ser un filme que en su cuestionamiento no ofrece soluciones (como debe ser), que evita el didactismo y la condescendencia, que muestra el lado árido de la existencia, no es necesariamente un filme pesimista. Marhoul compone un canto a la identidad personal, algo que Joska nunca pierde, siempre sabe quien es, porque hasta el final, nunca olvida su nombre. Es la única posibilidad de libertad.

The Painted Bird (Chequia/Eslovaquia/Ucrania, 2019) Dirección: Vaclav Marhoul. Guion: Vaclav Marhoul basado en la novela homónima de Jerzy Kosinski. Director de fotografía: Vladimir Smutny. Con: Petr Kotlar, Julia Laventova, Udo Kier, Harvey Keitel, Julian Sands y Alla Sokolova. De estreno en los cines alternativos de algunas ciudades de Estados Unidos. Y a través de los estrenos virtuales en coordinación con dichas salas. También está disponible en los sitios OnDemand de Comcast y Spectrum, y en Amazon Prime Video.

© cubaencuentro

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