Ir al menú | Ir al contenido

Actualizado: 15/05/2024 1:03

Literatura

Premios devaluados

El escándalo en torno a la 'baja calidad' de las obras laureadas en la última edición del Planeta, acrecienta la polémica desatada este año por el Rómulo Gallegos y el Alfaguara de novela.

Mientras celebramos —picosa paradoja— el aniversario 400 de la primera parte de El Quijote, resulta que las principales editoriales de habla hispana están acusadas de publicar chatarras. La certeza corría desde hace años, pero en este relampaguean las evidencias, las tristes pruebas de un delito contra la cultura.

El más reciente escándalo involucra al Premio Planeta de Novela, conmociona al mundo cultural hispano. Nada menos que Juan Marsé acaba de denunciar en Barcelona los contubernios del más suculento (601.000 euros) galardón que se otorga y de renunciar a su condición de jurado permanente. Marsé argumenta la caída en picada de la calidad literaria que ha experimentado el Planeta y fortifica la gruesa polémica que incluye al Premio Alfaguara y al Rómulo Gallegos a novelas inéditas, los otros integrantes del trío de estrellas en la narrativa del idioma.

El reconocido autor de novelas como Últimas tardes con Teresa es demoledor: "Desde el punto de vista comercial el Planeta funciona, pero desde la óptica literaria es más que dudoso". Luego de dolerse del "bajo nivel" de las obras presentadas este año, declara: "No dudo de las buenas intenciones de los autores y les deseo lo mejor en próximas aventuras, pero las buenas intenciones no tienen nada que ver con la buena literatura".

En la parte más fuerte de sus declaraciones afirma que la literatura actual "se asemeja cada vez más al mundo del prét-á-porter" y que el verdadero reto para un autor "no es entrar en ese mundo, sino ser capaz de rechazarlo", con lo que de paso condena a la mallorquina María de la Pau Janer, la ganadora de este año con Pasiones romanas, y al finalista, el peruano Jaime Bayly con Y de repente un ángel.

"No he votado por ninguno porque las obras no están logradas", afirma Marsé en su valiente renuncia.

Algo parecido ocurrió a principios de este año con el Premio Alfaguara de Novela, cuando un jurado le otorgó el galardón a El turno del escriba, escrita por dos argentinas: Graciela Montes y Ema Wolf, donde se recrea —siguiendo la moda de novelas de ambiente "histórico"— la Génova del siglo XIII. En cuanto apareció se sucedieron las críticas negativas, los calificativos de "fatigosa", los comentarios de que las señoras autoras "se habían equivocado de género" y el jurado de lo que una novela debe de ser.

Hace apenas unos meses le tocó el devaluador turno al XIV Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, que se concede en Venezuela cada dos años. Aquí la causa no fue comercial, sino política. Un conocido escritor venezolano, Gustavo Guerrero, denunció la componenda desde las páginas de El País, el 15 de julio. Premio y mención fueron justamente depreciados, no sólo por la mediocridad del jurado —el peor en la historia del otrora descollante concurso— sino por la grosería que implicó al gobierno venezolano, muy interesado en que se concediera a un autor adicto, que no fuera a declarar contra Hugo Chávez, como ocurriera con el colombiano Fernando Vallejo, en 2003, tras ganarlo en limpia lid con su novela El desbarrancadero.

El Rómulo Gallegos, que había premiado novelas como La casa verde (1967), de Mario Vargas Llosa, Cien años de soledad (1971), de Gabriel García Márquez, y Terra Nostra (1977), de Carlos Fuentes —entre otras obras decisivas en la narrativa de habla hispana actual—, este año cometía la pifia literaria de dárselo al sevillano Isaac Rosa por El vano ayer. Novela donde se denuncian los 40 años de dictadura franquista, mientras el novelista aplaude los 46 de la castrista, porque —como sólo saben los de la "izquierda hipócrita"— hay dictaduras buenas y malas, penas de muerte justas e injustas, derechos humanos sólo para los adictos, amnistía para los militantes del propio partido…

Se iniciaba así la etapa sectaria del Rómulo Gallegos, ensuciando a la vez la memoria del autor de Canaima, hombre que fuera víctima de dos tiranías y que siempre condenó la intromisión de la política en las valoraciones artísticas, en los juicios estéticos.

Huele diferente, pero apesta igual

En suma: Planeta, Alfaguara y Rómulo Gallegos se encuentran ante el tribunal de los lectores, de aquellos que no se dejan confundir por la publicidad o el lujo de las ediciones, por el populismo o los virus políticos. Y desde luego que sólo muestran la cumbre —el piquito— de un tétrico fenómeno donde la trivialización se lleva las medallas de oro, plata y bronce. Aunque al rayarlas aparezca hierro, ni siquiera puro.

La crisis de los premios afecta, desde luego, a la formación de lectores, al circuito literario en su conjunto y al deprimido mercado del libro. Las consecuencias educativas, artísticas y sanamente económicas son nefastas. Las expectativas no pueden ser peores.

¿Cómo pretender que haya más y sobre todo mejores lectores cuando el caos valorativo impera en las librerías? ¿Quién orienta el gusto literario, si jurados y críticos subordinan sus juicios al bolsillo o a la ideología? ¿Cuál canon puede formarse progresivamente, sobre todo para las jóvenes promociones, si ven que la fugacidad —el no tener que pensar— es el signo de éxito?

Y si la devaluación caracteriza el inundado mercado en el género más popular, ¿qué esperar de aquellos que apenas tienen un pequeño sitio, como la poesía, el cuento, el ensayo y la literatura dramática? ÀCómo hallar sentido, rumbo? ¿Acaso el hecho de que muchas ediciones —quizás a excepción de la novela— sean pagadas por el propio autor, por alguna universidad o fundación, hace más sospechosa la calidad que cuando alguna gran editora es la que promociona el nuevo volumen?

En este caos, sin embargo, hay paliativos… El más obvio es reconocer lo inevitable, sin chacoloteos pesimistas, con un escepticismo apoyado en datos históricos: En los insalubres mercados del Madrid de Lope de Vega, se vendía lo que hoy llamamos literatura de cordel —hojas colgadas de un cordel— y en ellas alternaban Góngora y Quevedo con poetas más o tan mediocres como la plaga que hoy ataca el idioma. Menos del 20 por ciento de la población de habla hispana sabía leer y escribir hace apenas un siglo.

¿No meditaba Octavio Paz que "en 1886, Verlaine publicó la segunda edición de uno de sus libros más famosos: Fetes Galantes. La edición fue de seiscientos ejemplares y de ellos cien destinados al autor y a la prensa. El hecho es revelador, pues en 1886 Verlaine ya era un poeta célebre y no únicamente en Francia: lo leían ávidas minorías en toda Europa y lo veneraban en Buenos Aires y en México"?

Sin exagerar ni minimizar los problemas inherentes a los círculos de lectores, lo cierto es que noticias como las concernientes a los premios literarios empobrecen las perspectivas, desaniman a los jóvenes escritores y enrarecen la atmósfera cultural del planeta, gracias al Planeta.

Si referimos esta crisis al ámbito cubano, las observaciones son, por supuesto, más sombrías. Hoy los burócratas de la dictadura podrán manipular a cándidos y ávidos con el espejo de la subordinación de la calidad a los índices de venta. Exaltar el fenómeno para minimizar el peor demérito: el que subordina el arte a una política sectaria, a una ideología excluyente.

Pero cuando Marsé aludía al verdadero reto para un autor ("no es entrar en ese mundo, sino ser capaz de rechazarlo") no creo que excluyera de "ese mundo" a los amanuenses que cambian párrafos, declaraciones o silencios por ediciones y viajes, por dolaritos mensuales del Ministerio de Cultura y premios nacionales de literatura. La devaluación huele diferente, pero apesta igual.

© cubaencuentro

En esta sección

Con pasado y sin futuro

Roberto Madrigal , Cincinnati | 15/04/2022

Comentarios


La niebla de Miladis Hernández Acosta

Félix Luis Viera , Miami | 11/04/2022

Comentarios


Fornet a medias

Alejandro Armengol , Miami | 08/04/2022

Comentarios


Mujeres detrás de la cámara (II)

Carlos Espinosa Domínguez , Aranjuez | 08/04/2022


Juegos peligrosos

Roberto Madrigal , Cincinnati | 08/04/2022

Comentarios




Mujeres detrás de la cámara (I)

Carlos Espinosa Domínguez , Aranjuez | 01/04/2022


La prisión del «Moro» Sambra

Félix Luis Viera , Miami | 25/03/2022

Comentarios


Rompedora en forma y en contenido

Carlos Espinosa Domínguez , Aranjuez | 25/03/2022


Predicciones de los óscares

Roberto Madrigal , Cincinnati | 25/03/2022

Comentarios


Subir