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Actualizado: 13/05/2024 23:57

Cine

Un mirada contemplativa

'Iré Habana-Ni Fresa ni Chocolate' y otras desesperanzas, de la mano de Vitier y Perugorría.

Dicen que tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe, y ciertamente, en los últimos años la producción de discos, películas, documentales y vídeo clips, inspirados en el hechizo que produce a propios, y sobre todo a extraños, la ciudad de La Habana, ha provocado una suerte de avalancha de monografías que interesadas en explotar ese rico filón comercial, han terminado por saturar la oferta del mercado audiovisual referida a la Villa de San Cristóbal.

Tal estampida ha causado en el público una sensación de hastío, lindante ya con la indiferencia. Hay que admitir que en el caso cubano concurren toda una serie de factores materiales y de naturaleza subjetiva, que provocan que los isleños, y particularmente los habaneros, se sientan el ombligo del mundo, cuando realmente existen muchos más motivos para la reflexión que para el autobombo.

Recientemente ha salido al mercado otra obra audiovisual que, seducida por tales estímulos, figura en las estanterías de todas las tiendas de discos. Iré Habana-Ni Fresa ni Chocolate, corresponden al CD musical y al DVD que recoge el trabajo con la cámara, respectivamente.

Esta obra, dirigida por José María Vitier en la parte musical y por Jorge Perugorría en la sección fílmica, rinde especial tributo a la ciudad encantada. En el mismo participan acompañando al pianista Vitier la cantante lírica Bárbara Llanes, el bajista Jorge Reyes y el percusionista Yaroldi Abreu. Por la parte cinematográfica, junto con Perugorría, asume el rol de codirector el fotógrafo Ángel Alderete. El proyecto fue financiado por la SGAE bajo el sello de Iberautor Promociones Culturales.

En este disco el cuarteto antedicho recrea melodías tradicionales del cancionero cubano tales como Quiéreme mucho, La Comparsa y otras, así como tres temas de la inspiración del prolífico compositor. Más allá del demostrado mérito y versatilidad de este creador (sus discos Salmo de las Américas, Misa Cubana y Canciones del Buen Amor, así lo demuestran), la mayor virtud de la música que últimamente ha salido de la factoría Vitier, reside en la fusión orgánica de la lírica cubana con la vibrante y poderosa percusión de raigambre africana, que nutre el corpus de la música popular.

De tal suerte, Vitier consigue sintetizar las esencias distintivas de "lo cubano", muestra de lo cual se percibe sobre todo en su disco de 2000, Cuba dentro de un piano. En este álbum, el talentoso pianista parecía haber explotado al máximo la veta de su inspiración lírico-popular.

La mayoría de los temas que componen el CD y que a la vez son objeto de recreación fílmica en el DVD, son canciones del repertorio tradicional cubano y a pesar de estar "tocadas" por la especial sensibilidad poética del maestro Vitier, no proporcionan nuevo aliento más allá del formidable trabajo realizado en aquel disco de 2000.

Llegados a este punto, cabría recordar que una de las primeras propuestas de la música de Vitier fue la fusión de la música barroca —de cámara— con la música popular, plasmada en aquella pequeña obra maestra llamada Barrock, entre otras, lo cual demuestra la notable capacidad creativa de este compositor.

Habana petrificada

Con respecto al DVD realizado por el actor Jorge Perugorría y el fotógrafo Ángel Alderete, cabe señalar que la obra destaca por su excelente fotografía, tanto en los espacios cerrados durante la grabación en estudio, como al captar la exuberante policromía de la ciudad y de sus habitantes; de su luz cegadora y de su húmeda penumbra.

Asimismo, las técnicas de transposición de imágenes consiguen ofrecer una imagen del habanero empastado orgánicamente con sus casas, sus guaguas, sus plazas, con el entorno que lo acoge, vivencias que la edición se encarga de vincular sincrónicamente con la música interpretada por Llanes y el clásico trío instrumental.

Resulta evidente que la intención de los realizadores de acompañar la entrega musical del CD con las imágenes de esa ciudad a la que se rinde tributo, no pasaba por valorar las causas de por qué la capital está como está, sino simplemente "describir" cómo palpita la urbe en un día cualquiera. Sin embargo, en el caso de La Habana y considerando la situación en que se encuentra desde hace décadas, retratar la ciudad implicaba asumir una actitud política.

Los realizadores no encararon este reto y adoptaron la actitud de ser políticamente correctos y de abstraerse de cuestionamientos de tal naturaleza. Si bien es cierto que se retratan paisajes citadinos como el del puerto, que es la viva estampa de la desolación, o los trabajos que pasa Reyes para llevar su contrabajo dentro de un "camello" atestado, o el pedal que debe echar Yaroldi con sus tumbadoras a golpe de bici —¿ardid efectista del realizador por cuanto esos músicos cobran en dólares por trabajos como éste y podrían alquilar un taxi o un botero para transportar sus instrumentos?—, la imagen predominante en el DVD es la de una ciudad donde su actividad cotidiana se desarrolla con normalidad, como en cualquier otra del mundo.

Empero, el semblante de agobio y hastío que llevan los pasajeros en el camello, en particular una muchacha en quien la cámara se detiene, expresa elocuentemente que para los habitantes de esa ciudad desenvolver su vida en ella resulta cuanto menos penoso.

En resumen, el DVD Ni Fresa ni Chocolate pasea su mirada contemplativa por una Habana petrificada, con gentes desesperanzadas para quienes subirse a un transporte público ha dejado de ser una necesidad normal y cotidiana para convertirse en una auténtica agonía, aunque en ningún momento se cuestionan las causas de esta anómala situación.

El DVD pretende ofrecer exclusivamente un soporte fílmico a un homenaje musical dedicado a una ciudad excepcional, o sea, no es un documento político. Pero ¿se puede ser apolítico ante semejante espectáculo de degradación de una ciudad y de una sociedad?

© cubaencuentro

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