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Actualizado: 15/05/2024 1:03

Juegos Centroamericanos

La lección de Cartagena

¿Se van terminando los días en que el deporte centroamericano era fácilmente dominado por los atletas cubanos?

Con su participación en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Cartagena de Indias (15 al 30 de julio de 2006), Cuba regresó a la competencia regional más antigua del planeta, después de ausentarse de los celebrados en San Salvador durante el verano del año 2002, aduciendo falta de seguridad para sus representados.

El pretexto fue bastante desdeñable, puesto que las sedes de los eventos múltiples deben responsabilizarse con la integridad de los participantes y, según indica la historia, el gobierno cubano nunca se ha inquietado mucho por la seguridad de sus ciudadanos: no se inquietó cuando en 1961 envió a niños y adolescentes a alfabetizar a recónditas regiones del país que para aquella fecha eran escenario de una cruenta contienda civil, no le preocupó la seguridad de los cubanos cuando en octubre de 1962 colocó al mundo al borde de una conflagración nuclear, en la cual la Isla iba a ser el primer blanco.

Poco le importó al gobierno la seguridad de los atletas que en 1966 se presentaron en San Juan Puerto Rico para participar, a su cuenta y riesgo, en los X Juegos Centroamericanos y del Caribe, sin el permiso de las autoridades locales y enfrentando un ambiente ciertamente hostil; tampoco le tembló la mano para dejar, en octubre de 1983, a cientos de indefensos constructores a merced de la 82 División Aerotransportada del Ejército norteamericano que se disponía a ocupar la isla caribeña de Granada, en aquel momento estremecida por un conflicto político interno.

No hay que ser muy aguzado para discernir que la ausencia cubana a la cita de San Salvador 2002 estuvo motivada por el propósito de evitar una previsible oleada de "deserciones" y, sobre todo, de sabotear los juegos que organizaba el gobierno del presidente Francisco Flores, a la sazón, la única persona que se ha atrevido a decirle a Fidel Castro en su cara lo que muchos piensan de él.

Doce días de susto

El caso es que en esta edición de Cartagena 2006, Cuba —tradicional vedete de los Juegos— regresó al escenario centroamericano, pero para sorpresa de muchos el evento no constituyó el acostumbrado paseo de ediciones anteriores. Sólo después de 12 jornadas de competencia la representación de la mayor de las Antillas pudo escalar al primer lugar de la tabla general de medallas, gracias al aporte, sobre todo, de los deportes de combate y sin la holgada ventaja que había ostentado en ediciones anteriores.

Vale recordar que en su última incursión en Maracaibo 1998 la representación cubana obtuvo 191 títulos, y México, 71 preseas, lo que le valió el segundo lugar.

Esta vez, Cuba —a pesar de asistir a la cita con sus principales figuras en todos los deportes y de la cantada superioridad de su sistema, basado en el total patrocinio gubernamental de la actividad deportiva— no pudo arrasar desde el comienzo con la mayoría de los premios en disputa, amén de que se hizo evidente que la calidad y maestría deportiva de los atletas de la región ha aumentado considerablemente.

Esto contrasta con el retroceso evidente que registró la delegación cubana en varios deportes en los que anteriormente había ejercido hegemonía indiscutible o conseguido apreciables resultados. Baste señalar que al entrar los Juegos en su novena jornada de competencias la cosecha era de 57 títulos menos que en la cita de Maracaibo 1998, y al iniciarse la décima jornada México todavía superaba a Cuba con 14 preseas de oro y 55 en total.

Ante el inesperado devenir de la contienda, las justificaciones de autoridades y voceros de la Isla no se hicieron esperar, para asegurar que los deportes de combate eran el fuerte de la delegación y serían los encargados de catapultar a Cuba al lugar cimero de la competencia.

Como, por suerte, la memoria histórica de los aficionados y especialistas imparciales no está tan seriamente afectada como el espíritu crítico y la honestidad de los dirigentes deportivos y sus despistados heraldos, es fácil recordar que hasta ahora el escenario centroamericano era amplia y fácilmente dominado por los representantes de la Isla y los pocos deportes que escapaban a su indiscutible supremacía en nada podían afectar una superioridad fuera de todo cuestionamiento.

Es imposible esconder el hecho de que en esta edición de los Juegos varios deportes tradicionales ganadores, incluso en el área panamericana (levantamiento de pesas, gimnasia artística, gimnasia rítmica, tiro deportivo, remo, por sólo citar algunos), vieron ostensiblemente disminuida su cosecha —37 medallas de oro menos que las obtenidas en Maracaibo 1998—.

Algunos hasta se fueron sin obtener un título. Ampliamente comentado fue el declive de la natación, que después de haber obtenido el primer lugar en la cita venezolana de hace ocho años —con nueve medallas de oro y más de una veintena en total—, esta vez sólo alcanzó una presea de bronce.

Una victoria agónica

La debacle llegó al punto de que el balonmano, otrora participante en juegos olímpicos y campeonatos mundiales, y el voleibol femenino, uno de los deportes más laureados de la historia en Cuba (ostenta tres títulos olímpicos), fueron relegados al segundo lugar por las representaciones de República Dominicana.

Aun contando los 13 títulos alcanzados en deportes que no fueron convocados en la edición de Maracaibo 1998 (clavados, canotaje, balonmano), la cosecha dorada de la delegación cubana se redujo considerablemente. No es necesario abrumar con estadísticas, las cifras frías hablan por sí solas: en los números, una victoria agónica, en la realidad, un retroceso que ni los más escépticos pudimos imaginar en tal dimensión.

Hace ahora dos años, en un artículo publicado por Encuentro en la Red, apunté: "El gobierno cubano con sus mermados recursos económicos no puede mantener el control absoluto de la actividad deportiva y enfrentar los retos de la creciente competencia, nuestros valiosos atletas serán incapaces de regalar buenos resultados si están, por fuerza mayor, privados del fogueo y los estímulos que por su abnegado esfuerzo necesitan".

"Si las autoridades políticas y deportivas de nuestro país, que son las mismas por cierto, no se deciden a marchar al ritmo de los tiempos y persisten en maniatar las potencialidades de los atletas cubanos, los próximos eventos internacionales serán escenario de la decadencia manifiesta de nuestro movimiento deportivo".

Como cubano y aficionado, lamento profundamente que mis vaticinios se hagan realidad de esta manera y que la entrega y sacrificio de los atletas de la Isla rindan cada día peores resultados.

Por otra parte, dudo mucho que las autoridades estén dispuestas a sustituir sus acostumbrados triunfalismos y justificaciones por el análisis objetivo y consecuente que los lleve a reconocer las causas de un declive que puede alcanzar dimensiones catastróficas en los próximos Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007 y en los Olímpicos de Pekín 2008.

Acumulación de factores

El férreo monopolio estatal sobre toda actividad deportiva, la politización chovinista, el forzado alejamiento de muchos atletas de alto rendimiento del muy necesario fogueo competitivo, que sólo garantizan los más encumbrados circuitos profesionales, en contraste con la indiscriminada exportación de entrenadores, técnicos y profesores, se hacen sentir en el rendimiento de los atletas cubanos, que a sus excepcionales condiciones naturales unen una voluntad y entrega a toda prueba.

También, la prolongada crisis económica se hace sentir significativamente en toda la actividad deportiva. Tantos años de dificultades e insuficiencias han resentido el trabajo en las bases y las divisiones inferiores, y la calidad, el mantenimiento y la renovación de las instalaciones, así como la disponibilidad de implementos.

Todo esto se agrava por el voluntarismo caprichoso e incontestable del alto liderazgo del país, que se empeña en impedir el acceso de los atletas de la Isla a los escenarios que pueden reportar apreciables beneficios económicos, o se ufana de su costoso y subutilizado laboratorio antidoping. Mientras, las carencias han llegado al punto de tener que suspender encuentros de las series provinciales de béisbol por falta de pelotas —créalo o no—, o de ver en un reportaje televisivo a un entrenador de alto rendimiento de un deporte de tantos resultados como la esgrima admitir: "tenemos pocas armas".

Por otra parte, en cada evento internacional se aprecia cómo el somatotipo, la calidad técnica y la maestría deportiva de los adversarios crecen por día, lo cual explica por qué competidores de algunos países de la región discuten a Cuba —con posibilidades y creciente éxito— la supremacía en diversas disciplinas, a pesar de que varios buenos atletas de otras naciones eventualmente se abstienen de participar, según sus diseños competitivos e intereses particulares.

Está por ver si La Habana es capaz de hacer el análisis profundo y consecuente que requieren los magros resultados obtenidos en la cita de Cartagena para atajar las causas de tan pobre actuación. La vigésima edición de los Juegos Centroamericanos y del Caribe ya es historia, y ese resultado, una señal que las autoridades de La Habana no deben despreciar si aspiran a mantener los logros alcanzados durante varias décadas en la arena deportiva internacional.

© cubaencuentro

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