La Biblioteca de Babel, Literatura, Lectura
La Biblioteca de Babel
Armando Lucas Correa confiesa que acostumbra leer por la mañana. Como autor, uno de sus hábitos es que, antes de escribir, debe leer por lo menos una hora. Es, afirma, su manera de calentar el cerebro, de activarlo
Es realmente merecedora de admiración la trayectoria profesional que Armando Lucas Correa ha sido capaz de labrarse. Quien firma estas líneas lo recuerda cuando era estudiante de Teatrología en el Instituto Superior de Arte, de La Habana. Era un joven de carácter tranquilo, de trato amable y poco dado a llamar la atención. Tras graduarse, pasó a laborar como redactor en la revista Tablas, en la que publicó críticas sobre teatro y danza. Incursionó, asimismo, en la escritura teatral y con su obra Examen Final (1985) ganó el Premio 13 de Marzo, que convocaba la Universidad de La Habana.
En busca de un porvenir mejor, en 1991 se fue a Estados Unidos. Allí trabajó como reportero en El Nuevo Herald, en Miami. Fue el comienzo de su actividad en el campo periodístico, que después continuó en People en Español, revistas por la cual fue contratado en 1997. En 2007 pasó a ser su director editorial, cargo que desempeñó hasta febrero del 2022. Durante las más de dos décadas en las que se dedicó al periodismo, Correa recibió varios reconocimientos, entre ellos los otorgados por la National Association of the Hispanic Jornalists y la Society of Professional Journalists.
Bajo el prestigioso sello de Harper Collins, apareció publicado su estreno como escritor: En busca de Emma: Dos padres, una hija y el sueño de una familia (2009). Cuando llevaba varios años en Estados Unidos, se le despertó un sueño que llevaba enterrado desde Cuba: ser padre. A partir de entonces, nada lo frenó, pese a saber que su familia no sería la clásica y tradicional. Luego de una extensa investigación de todas las posibilidades, optó por la subrogación. Fue un método largo, arduo y costoso, con pruebas, trámites y decisiones que parecían interminables. Pero con la ayuda de la ciencia, una donante de óvulos, una madre gestacional, muchísima paciencia y el apoyo incondicional de Gonzalo Hernández, su pareja, y de su familia, finalmente llegó su hija Emma.
En 2016, Atria, una división de Simon & Schuster, publicó en español y en inglés su primera novela, La niña alemana. Para escribirla, partió de un hecho real poco conocido: la negativa de Cuba y otros países a recibir a los judíos que huían de la Alemania nazi a bordo del transatlántico St. Louis. Tuvo una acogida entre los lectores, y eso dio lugar a que se haya traducido a dieciséis idiomas y editado en más de treinta países. Con La niña alemana, Correa inició una trilogía que completan La hija olvidada (2019) y La viajera nocturna (2023), todas las cuales tienen como personajes centrales a mujeres.
El éxito comercial que han tenido esos tres títulos llevó a Correa a dejar su trabajo en People en Español y dedicarse a escribir a tiempo completo. Tiene ya algunas novelas finalizadas, entre ellas una en la cual por primera vez los protagonistas serán masculinos. Y de otra, un thriller cuyo personaje principal vuelve a ser una mujer, han adquirido los derechos para llevarla al cine.
Entre su trabajo y sus obligaciones como padre, Correa ha tenido la amabilidad de hacer un hueco para contestar nuestro cuestionario. Comparte así con los lectores y lectoras de este diario algunos de los entresijos de su biblioteca y confiesa algunos de sus hábitos como lector.
1-¿Cuántos libros tiene tu biblioteca?
Diría que unos mil libros. Mis hijos asegurarían que más. Vivo en la ciudad de Nueva York y como se sabe aquí el espacio es muy limitado. En el apartamento hay como unos 300 libros, luego en la casa que tenemos en las afueras de la ciudad, unos 500 ejemplares. En Miami Beach debo tener unos 200 libros, que son, más bien, de los autores que leía en los 80. Muchos de esos libros eran de mi biblioteca de La Habana, que mi madre me fue enviando poco a poco cuando salí de Cuba en 1991. En Miami están todos los libros de Rine Leal, que era mi maestro, y los de Yourcenar, Mishima, Cavafy, Kundera, que eran mis obsesiones en La Habana. También tengo allí la colección de la revista Tablas de la época en que trabajé y una colección bastante completa de la revista El Público, dirigida por nuestro querido Moisés Pérez Coterillo.
2-¿Cómo los tienes organizados: por autor, por temas, por áreas lingüísticas o indiscriminadamente?
Realmente los libros los tengo muy desorganizados en el apartamento de Nueva York, que es donde escribo todos los días. A mi alcance están las obras de referencias, los libros que estoy leyendo o que estoy por leer. A los que están en inglés les toca otro estante. Diría que la organización es por idioma, si son de ficción o no ficción. Los autores cubanos los tengo separados, luego los hispanoamericanos y después las traducciones.
Lo que sí he logrado comenzar a hacer es escanear el código de los libros en Libid, una aplicación que tengo en el iPhone, donde puedes organizar tus libros de forma virtual. Es la manera de saber qué libros tienes y así no volverlos a comprar.
3-¿Qué criterio sigues para comprar: un criterio racional, la recomendación de un amigo, las críticas que se publican o te dejas llevar por el impulso?
De los autores que sigo o que me gustan, siempre compro sus nuevos libros. Tengo también la suerte de que muchas editoriales me envían libros. Leo la sección de libros de The New Yorker,The New York Times, El País. Me gusta saber qué hay de nuevo en ficción. Me llama la atención ver qué obras literarias se convierten en éxito de público.
Recuerdo que una editorial me había enviado Tan poca vida, de Hanya Yanagihara cuando salió, así como su primera novela, La gente en los árboles. Son libros de más de 900 páginas cada uno y los tenía en el fondo del librero donde están los títulos que no he leído o que quizás nunca vaya a leer. No fue sino hasta que tropecé con el perfil que le hicieron a la autora en The New Yorker por la salida de su nueva novela To Paradise que me lancé a Tan poca vida, y fue uno de los mejores libros que leí el año pasado. Pasé a La gente en los árboles, pero terminó siendo demasiado perturbador para mí. Enseguida que salió To Paradise, salí a comprarlo y cuando esté lista la traducción lo leeré también en español. Y sí, también me dejo llevar por recomendaciones de amigos.
4-¿Qué haces para controlar la superpoblación, la cantidad excesiva de volúmenes?
Yo tengo cierto control, pero mis tres hijos leen o Gonzalo y yo promovemos que lean, así que todos los meses van a la librería y vienen cargados. Una tiene 17 años y los mellizos, 13. Así que hay libros por doquier. Los libros de mis hijos tendemos a regalarlos o a donarlos cuando van creciendo, aunque a ellos les pasa lo que a mí. A veces es difícil desprenderse de los libros que uno ha leído, así que vamos amontonándolos, aunque sé que un día nos van a terminar sepultando.
5-¿Cuál es el ejemplar más valioso que posees?
Tengo varios, no solo valiosos por su contenido, sino porque son irreemplazables. La primera edición de Paradiso, de José Lezama Lima, de 1966; Contrabando, de Enrique Serpa, de 1938 y firmada por él; Heimatlos auf hoher See, el diario del capitán del MS Saint Louis, Gustav Shroeder, de 1949. Tenía una edición de ese diario firmada por el capitán, pero la doné al pequeño museo del holocausto que está en el Centro Sefardí de La Habana, en el Vedado. Uno de mis favoritos, es la única edición de Biografía de una isla, de Emil Ludwig, de 1948, cuyo último capítulo es una oda a Fulgencio Batista, y las tres primeras ediciones de Paradojas, Piedras y Leyes y Respuesta… de Batista.
6-¿Cuál es el libro que más veces has releído?
No soy lector de Stephen King, debo reconocer que nunca he leído ninguna de sus novelas. Pero desde que descubrí su On Writing (Mientras escribo), lo puse en un pedestal. Es un libro que revisito de vez en vez. Lo he releído en español, no en inglés, por supuesto ignorando la primera parte que es autobiográfica.
Hay un libro que siempre tengo cerca, Light Years (Años luz), de James Salter, uno de mis autores norteamericanos favoritos. Siempre he preferido Años luz, antes que A Sport and Past Time, que es su novela más conocida y que en español titularon Juego y distracción. Años luz es de esos libros que también he releído en español, no en inglés. Aunque no soy de releer libros, soy más bien de volver a ciertos capítulos o secciones.
7-¿Hay títulos de los cuales tienes más de una edición?
Tengo varias ediciones de Madame Bovary. Esa novela la leí en Cuba a los doce años. Fue como una obsesión de juventud y por eso tengo diferentes traducciones al español. También unas cuantas ediciones del Quijote, y casi siempre adquiero el mismo libro en inglés y en español. Me interesa saber cómo se sienten en español las novelas que me gustan. Estoy esperando con ansiedad Trust, de Hernán Díaz, un libro que salió el año pasado, que adoré y que ya pronto será publicado en nuestro idioma con el título de Fortuna. Su primera novela A lo lejos, también la leí antes en inglés. Como te darás cuenta, Hernán es otro de mis autores favoritos.
8-¿Tienes un lugar específico para los libros escritos o editados por ti, eso que podríamos llamar la egoteca?
En la casa del campo están todas las ediciones en diferentes idiomas, ya sea en tapa dura o blanda, de mis libros. No los tengo exhibidos, están más bien almacenados.
9-¿Lees solo libros impresos o también electrónicos?
Leo principalmente los libros impresos, pero también compro libros electrónicos que leo cuando estoy viajando. Por ejemplo, este fin de semana fui a un festival del libro en Tucson, Arizona. Llevaba Cuál es tu tormento, la última novela de Sigrid Nunez, y la terminé en medio del vuelo. Cuando hice escala en Dallas me compré El malogrado, de Thomas Bernhard, en ebook y lo terminé en el avión al regreso.
10-¿Acostumbras prestar libros a tus amistades?
Rara vez presto libros y si los presto termino regalándolos, ya sea porque no me interesa conservarlos o porque los tengo repetidos. Prestar libros es un peligro.
11-¿Devuelves los libros que te prestan?
No acostumbro pedir libros prestados. Pero sí, si algún día lo hiciera, los devolvería, aunque a veces a uno la memoria lo traiciona.
12-¿Tienes un lugar y un horario fijos para leer?
Leo mucho por la mañana. Uno de los hábitos que tengo al escribir, es que antes debo leer por lo menos una hora. Es mi manera de calentar el cerebro, de activarlo. Me gusta leer en mi mesa de trabajo. En la noche también leo, pero a esas horas siempre te enfrentas a muchas distracciones, principalmente televisivas. Adelanto mucho en mis lecturas cuando viajo.
13-¿Sueles subrayar y anotar los libros que lees?
Tiendo casi a destruir los libros. Muchos están llenos de anotaciones, de ideas que se me ocurren cuando leo, incluso preguntas. A mí me gustan los libros usados, incluso como huelen, como se sienten. Un libro nuevo es un libro abandonado. Últimamente me estoy portando mejor y tengo los bookmarks de colores que pego en las oraciones, en los párrafos. Es una manera de maltratarlos menos.
14-¿Eres monógamo o lees más de un libro a la vez?
Siempre estoy leyendo varios libros a la vez. Depende siempre del estado de ánimo. Los tengo en mi mesita de noche y en uno de esos libreros verticales con divisiones para grupos de libros, uno encima del otro. Es mi Tsundoku, como llaman los japoneses a la montaña de libros que no se han leído y que quizás nunca se lleguen a leer. También hay libros que te hacen monógamo, que empiezas y no puedes dejar de leerlos.
15-¿Qué libro estás leyendo ahora?
Va a parecer masoquista lo que voy a decir, pero estoy terminando de leer Condenados de Condado, de Norberto Fuentes, en su edición del Premio Casa de las Américas de 1968, que aún no sé por qué conservo. Es que vi recientemente El caso Padilla, de Pavel Giroud, y para mí fue como estar frente a un thriller, una película de terror: me quitó el sueño, me dio pesadillas. De ahí me puse a leer a toda esa generación diabólica, como la llamó Néstor Díaz de Villegas, y volví, incluso, a tu Antón Arrufat. Autorretrato sin enmiendas.
Esta noche le pongo punto y final a los “diabólicos” y comienzo (bueno, he leído ya varias páginas mientras estaba con Condenados…) Forbiden Notebook (El cuaderno prohibido) de Alba de Céspedes, la nieta de nuestro Carlos Manuel de Céspedes. Ese libro se publicó en italiano en 1952 y siete décadas más tarde mi agente literaria lo ha rescatado del olvido en Estados Unidos. Ahora se ha convertido en una verdadera sensación y hasta The New York Times le ha dedicado una reseña muy favorable.
16-Por último, si alguien quisiera iniciarse en la lectura y te pidiese ayuda, ¿qué diez títulos le recomendarías leer?
Es una pregunta difícil, todo depende de quien sea. Para responderte voy a usar a mi hija Emma, que como dije tiene 17 años. Ya dejó la etapa de los interminables Harry Potter, El señor de los anillos, Warrior. Nos llenó la casa de series, entre más largas, mejor para ella. Emma lee en inglés y no le gusta que uno le recomiende libros. Yo lo que hago es que los compro y se los dejo en el cuarto. De ahí me he ido dando cuenta que a la larga sí termina leyéndolos. No pretendo que ella lea lo que yo leía a su edad. Primero, porque son épocas distintas; segundo, porque ella quiere ser ingeniera y no escritora.
Emma ya pasó por los rusos: disfrutó Dostoievski, con su Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov y Anna Karenina. De ahí pasó a Tolstoi con Guerra y paz y ahora vi que andaba a cuestas con Almas muertas, de Gógol. Me confesó que Gógol la aburre; la pobre, yo la entiendo. Durante la pandemia le compré Cien años de soledad y al final del encierro lo había leído. Le pasé Tan poca vida y aunque puede parecer inadecuado o violento para ella, me parece que es un libro importante, que debe leerlo y más aún ahora que se va en el verano para la universidad. Le he pasado a Flaubert, a Zola. Vi que tiene en su buró El nombre de la rosa y El maestro y Margarita. Por supuesto ya se ha leído a Shakespeare, pero eso es parte del currículo de su escuela. Ahora me he propuesto comprarle una buena traducción al inglés del Quijote. Conociéndola, creo que se va a divertir mucho con Cervantes.
© cubaencuentro
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