Cuba, Avión, CIA
Detrás de los hechos, ¿estuvo la CIA?
Al filo del diferendo Cuba-EEUU, el complejo y complicado expediente judicial del crimen de Barbados se redujo al pleito en torno a documentos desclasificados de la CIA y del FBI
Otro aniversario redondo de la voladura del avión cubano en Barbados arrastra las mismas alegaciones atizadas por la toma de partido, que corren desde el extremo castrista de la culpabilidad de la CIA hasta el extremo anticastrista de la inocencia de Posada Carriles.
En la despedida de duelo a las víctimas del crimen de Barbados, Castro aseveró: “Detrás de estos hechos está la CIA, [que] inventó ahora el tenebroso recurso de hacer estallar aviones civiles en pleno vuelo”. Se descarta de antemano que el exilio hiciera la guerra contra Castro también por cuenta propia y que la propia CIA notificara —el 13 de octubre de 1976— al FBI: We have no CIA traces of Hernán Ricardo and Freddy Lugo, además de precisar que su relación con Posada Carriles había terminado amigablemente en julio de 1967.
En su libro autobiográfico Los caminos del guerrero (1994), Posada Carriles alegó que la propia Dirección General de Inteligencia (DGI) castrista había volado el avión, pues así se lo habría confesado, “llorando copiosamente”, Ricardo “El Mono” Morales (página 232) e incluso ratificado un espía dentro de la embajada de Castro en Caracas (The Miami Herald, 17 de mayo de 2005).
El proceso
Una década de peripecias procesales dieron pábulo a la leyenda de la absolución de Posada Carriles. Lo cierto es que la causa penal se radicó inicialmente en tribunal civil y en agosto de 1977 se remitió al tribunal militar, que absolvió a los acusados en septiembre de 1980. Solo que el tribunal de apelaciones anuló este fallo y en enero de 1983 devolvió la causa al tribunal civil, que acabó resolviendo el caso en julio de 1987. Orlando Bosch salió absuelto por falta de pruebas y los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo, quienes había confesado el crimen al comisario de policía de Trinidad y Tobago, Dennis E. Ramdawar, encajaron sendas condenas de 20 años. La sentencia de Posada Carriles quedó pendiente: el 18 de agosto de 1985 se había fugado en su tercer intento.
El descargo extrajudicial
Posada Carriles alega en su precitada autobiografía: “En un juicio de narcóticos llamado ‘El caso tic tac’, porque los micrófonos que instalaron los agentes federales americanos estaban cercanos a un reloj y se oía su tic tac y en el cual ‘El Mono’ participó como testigo del Estado por el fiscal, ‘El Mono’, bajo juramento y habiéndosele concedido inmunidad, dijo que había sido el autor de la voladura del avión cubano y que ninguno de los procesados que se encontraban en prisión tenían nada que ver” (página 272).
Sin embargo, la declaración jurada de “El Mono” en aquel caso (Causa 81-17247, Estado de la Florida versus Alfredo Arias et al.), el 5 de abril de 1982, se ciñó tan solo a Bosch: He has no guilty whatsoever. He has nothing to do with it all. Sin referirse ni por asomo a los demás procesados, “El Mono” admitió haber tomado parte en el crimen con las misiones específicas de “vigilar los vuelos regulares [del DC-8 de Cubana de Aviación] y suministrar los explosivos a través de un tercero” (Deposición, Caso 81-17247, páginas 103-106).
Además, “El Mono” había declarado antes —en diciembre de 1981— al periodista Francisco Chao Hermida que la voladura del avión había sido acordada en la reunión fundacional de la Coordinadora de Organizaciones Revolucionarias (CORU), en la cual Bosch participó. Así pudo escucharse en el programa “En una hora” (GenTV, Miami) el sábado 22 de enero de 2011, a las cinco de la tarde, al rodarse la vieja cinta de la entrevista de Chao Hermida con “El Mono”.
Y, por si fuera poco, “El Mono” confió a su amigo Raúl Díaz, de visita en Caracas el 23 y 24 de octubre de 1976, que había planificado la voladura con Posada Carriles y otros dos exiliados: Frank Castro y Gustavo Castillo. Díaz era oficial de la Oficina contra el Crimen Organizado del Departamento de Seguridad Pública de Miami-Dade y pasó enseguida la información al FBI.
Las pruebas periciales
Al filo del diferendo Cuba-EEUU, el complejo y complicado expediente judicial del crimen de Barbados se redujo al pleito en torno a documentos desclasificados de la CIA y del FBI que cada bandería interpreta a su manera en vez de afinarse con el examen más objetivo de los dictámenes periciales.
La guardia costera de Barbados recogió de inmediato unos pocos cadáveres, equipajes y partes del fuselaje que salieron a flote. Al otro día de la voladura, el oficial de la Seguridad del Estado Mario Martínez estaba en la escena del crimen con un médico forense, dos buzos y otros especialistas. Enseguida llegó el grupo de Averías, Explosiones e Incendios (AVEXI) del MININT y el 9 de octubre se sumaron a la búsqueda cuatro barcos pesqueros cubanos con sus redes, la cual concluyó al determinarse que ya tenían pruebas suficientes para resolver el caso.
El gobierno de Barbados contrató al experto británico Eric Newton, quien trabajó del 10 al 16 de octubre con el perito venezolano Carlos Fabbri y llevó el material probatorio recogido al laboratorio de la Real Oficina de Investigación y Desarrollo de Armamento. De allí regresó de con un dossier de 31 páginas y 48 fotos para demostrar que había tenido lugar una sola explosión, en el compartimiento trasero de equipajes debajo del piso del avión. El explosivo era dinamita comercial (nitroglicerina) y no constaban trazas de C-4 u otro explosivo plástico.
El especialista principal de AVEXI, Julio Lara, sostuvo que habían ocurrido dos explosiones: una cerca de la séptima fila de asientos de la clase turista y otra en uno de los baños traseros. La fuerza letal de la primera explosión se acredita con las envolturas de caramelos incrustadas casi hasta el hueso en el muslo de un pasajero norcoreano. Todos los cadáveres recuperados fueron víctimas de esta explosión en la cabina de pasajeros. Un perno incrustado en puerta interior revela que hubo una segunda explosión dentro del baño a baja altura, que dañó el sistema de control de la aeronave y provocó su caída al mar. El Laboratorio Central de Criminalística (MININT) detectó trazas del explosivo plástico C-4 en los restos de un asiento de pasajeros.
Coda
Los dictámenes periciales cubano y británico colisionan sin remedio, pero Lara supera a Newton en el sentido de que su verdad forense concuerda mejor tanto con las confesiones de Ricardo y Lugo ante Ramdawar, como con el aviso de fuente confidencial que el 9 de octubre de 1976 recibió Joseph Leo, legal attaché (cobertura diplomática del FBI) de la embajada americana en Caracas, que los dos venezolanos detenidos en Trinidad estaban implicados en el sabotaje, que había salido mal porque la bomba debió explotar con el avión en tierra y al parecer no se ajustó bien el mecanismo de tiempo. ¿Estuvo la CIA detrás de todo esto?
© cubaencuentro
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