Posada, Fidel Castro, Atentados
Posada vs. Castro: ¿duelo histórico?
Muchos de los que pensaron matar a Fidel Castro también querían ver el entierro
Casi nadie se avergonzó en Miami de que Fidel Castro muriera de viejo. Hay jolgorio porque falleció en cama tras haber gobernado el país como le vino en ganas y hacerlo leña sin que nadie pudiera impedirlo. Entre los pocos que declararon alegrarse al principio, “pero después no”, está Luis Posada Carriles, quien “lamenta que la muerte de Fidel llegara tan tarde” (El Nuevo Herald, 26 de noviembre de 2016), aunque considera que, a pesar de todo, es “un triunfo”.
Posada Carriles había soltado ya en agosto de 2015, hospitalizado por accidente de tránsito, que para ganar su partida frente a Castro solo necesitaba quedar vivo tras morir este, como si los desenlaces naturales de la biografía redimieran de los fracasos en la historia. Ahora planteó que “Castro buscaba la oportunidad para matarme a mí y yo para matarlo a él”, como si ambos compartieran el mismo fracaso histórico. Paradójicamente, el propio Posada Carriles había confesado antes a Juan Manuel Cao (“El Espejo”, América TeVé, 1ro. de enero de 2014) que debía su vida por partida a doble a Fidel:
- En sus años mozos como estudiante universitario, al persuadir Castro a Guillermo “Billiken” García, otro pistolero de su pandilla Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR), de que no matara a “Posadita”
- Al ordenar Fidel que no lo mataran, según Norberto Fuentes, tras informar el seguroso Tony de la Guardia que habían detectado a Posada Carriles en Centroamérica
A este último respecto, el marco temporal corre desde la fuga de Posada Carriles (agosto de 1985) hasta la detención de Tony de la Guardia (junio de 1989) y entonces se resiente la alegación de Posada Carriles en sus memorias Los caminos del guerrero (1994): que el atentado contra él en Tegucigalpa, el 28 de febrero de 1990, había sido ordenado por Castro*.
El casco y la mala idea castristas achacan este atentado a no se sabe qué arreglo de cuentas por narcotráfico, como si la guerra civil en Guatemala no hubiera generado pistoleros de sobra con el prurito izquierdista de hacerle a Castro un regalo envuelto en mortaja. Sin embargo, la alegación de Posada Carriles tampoco descansa en pruebas ni tiene sentido que Castro haya cambiado de parecer tras el episodio con De la Guardia. Por el contrario, los agentes del FBI que viajaron en junio de 1998 a Cuba —para investigar las explosiones de 1997— vieron un video de vigilancia del G-2 en El Salvador y se cayó de la mata que, antes de liquidarlo, Castro prefería filmar a Posada Carriles. No por gusto Hugo Chávez mandó a rodar hasta una película: Alias Bambi C-4.
Uno de los agentes del FBI explicó a la periodista Ann Louise Bardach: “They’ll never get better propaganda than Luis Posada”. Así es. Antes de buscar oportunidades para matarlo, Castro redobló con Posada Carriles por todo el mundo en campañas de agitprop que fueron más allá de presentarlo como fugitivo de la justicia, por la voladura del avión cubano en Barbados, o como mastermind de las explosiones del 97, para endilgarle planes de sabotear la plataforma de prospección petrolera Scarabeo 9 frente a La Habana, prenderle candela a la agencia de viajes de Vivian Fuentes-Lage [Manerud] en Coral Gables y hasta organizar atentados contra Chávez y Nicolás Maduro.
Solo que Posada Carriles tampoco puede vanagloriarse mucho de haber buscado oportunidades para matar a Castro. A tal efecto viajó a Panamá y cayó preso a poco de aterrizar Castro, el 17 de noviembre de 2000, quien ya sabía hasta el celular que usaba Posada Carriles. Más ilustrativo aún es otro intento malogrado. Tras el fiasco de ultimar a Castro en Santiago de Chile con un arma escondida en cámara de televisión, Antonio Veciana planificó matarlo al hacer escala el avión de Castro en Quito y consiguió el fusil con que Posada Carriles debía pegarle un tiro en la cabeza. Sin embargo, el francotirador exigió vía segura de escape y al cabo ni viajó a Ecuador. Así confirmó, junto con muchos otros, la regla cubiche de cómo ganarle la partida a Castro: quienes se dispusieron a matarlo querían también ver el entierro**.
Y es así como, definitivamente, tras haber celebrado la sirimba intestinal de 2006, Miami celebra la muerte de Castro el Viejo sin reparar qué nos deja como legado: muerto Raúl, “¡detrás de él vendrá otro, y detrás otro, y detrás otro y detrás otro!“.
* Posada Carriles fue atacado por tres lados a la salida de su apartamento, pero tiró el carro encima de quien disparaba enfrente y salió a la avenida principal, ya con su Beretta en la mano, perseguido por una camioneta con dos hombres que tiroteaban desde la cama. Pisó el freno, abrió la puerta más lejana y liquidó a la pareja, pero recibió sendos balazos en el brazo izquierdo, la mandíbula y el pecho. Así y todo, manejó hasta una gasolinera, desde donde sería trasladado al hospital.
** Después de “noticiarse” la construcción de un mausoleo con marmolitos rosados para Fidel Castro en Santa Ifigenia, todo parece indicar que será inhumado en el Panteón de los Mártires del 26 de julio, restaurado en mármol rosado mucho antes de darse la “noticia”.
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