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Cambios, Reformas, Intelectuales

Dos intelectuales hablan desde los intereses del poder en Cuba: ¿la Nación?

Rafael Hernández, director de la revista Temas y el Dr. Arturo López Levy nos persuaden de la paciencia que hay que tener con el gobierno cubano

En un vídeo que circula por estos días en Youtube, con el título el Futuro del sistema político cubano estos dos intelectuales se posicionan desde los intereses del poder político cubano para orientarnos en “el largo y tortuoso camino”, como dirían los Beatles, de una transición a la que temen ponerle apellidos.

El posmarxista Stuart Hall nos hablaba de la necesidad de “posicionarse” como investigador frente a la realidad, algo que no explicitan los dos intelectuales pero que se descubre en sus análisis respectivos. ¿Desde dónde hablan Rafael Hernández y Arturo López Levy?: desde el poder. No importa si sus filiaciones ideológicas sean marxista y liberal respectivamente, ambos coinciden en pautar la realidad de acuerdo a los intereses del gobierno cubano, que efectivamente hacen coincidir con los intereses de la nación. Y todo esto desde una supuesta “imparcialidad académica”.

Pedir imparcialidad en “las ciencias”, cualquiera que esta sea, es algo irrisorio luego de la discusión epistemológica de la década de los 80 del siglo pasado. Los discursos pueden estar más o menos elaborados y sincerados con sus respectivos lenguajes técnicos, pero detrás de cada elaboración teórica existen los seres humanos que expresan sus intereses, valores y hasta opciones políticas. De lo que se trata es que estos queden evidentes en cualquier elaboración académica para ser verificados, controlados, por sus pares del campo académico y por los lectores. Los paradigmas y referentes no son “inocuos”.

Rafael Hernández

En su intervención en el video, Hernández nos informa de la composición demográfica con las variables de edad, sexo y color de piel de los distintos órganos de dirección política y estatal del sistema político cubano. Constata que hay muchas semejanzas entre esa composición y la respectiva de la población cubana en la Isla. Ante la pregunta de un participante sobre las opciones ideológicas y políticas de esos dirigentes, Hernández esquiva la pregunta porque no sabe la respuesta o no quiere tocar el tema.

Remarca —eso sí— que los militares tienen una sobrerrepresentación en el Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC), pero en el “relevo generacional” (los dirigentes provinciales del Partido y el Estado son insignificantes). Es decir, estamos en presencia de un gobierno militar, pero no tanto.

Con el interés de remarcar la importancia del número de militantes del Partido y la UJC —las fuerzas políticas del único partido— nos menciona algo más de un millón, cifra inferior a los que no votaron, anularon boletas, votaron en blanco o votaron en contra en las últimas elecciones generales del país.

Es decir, que es mayor el número de los que no consideran legítimo el actual gobierno, por abstención o voto en contra, al número de afiliados a las organizaciones políticas del país. A no ser que se lea la abstención como todos “querían ir a la playa ese domingo”, algo usual, cuando no se pueden obtener datos complementarios sobre las elecciones.

Hernández plantea que para dilucidar qué instituciones queremos tener, hay que partir de la situación actual, el monopartidismo, el poder popular, etc., y precisar cuáles deben estar en su lugar. Sin esperar respuesta, señala que las actuales deben perfeccionarse, mejorarse, hacerles cambios, pero su posición es que son “las realmente existentes”[1] de manera tal, que con un supuesto pragmatismo político nos convida a seguir con las mismas. No importa si no representan los intereses de la población, ni tampoco si han demostrado su incapacidad para resolver la crisis desde hace 24 años. El supuesto pragmatismo nos convida a la ley de gravedad, en este caso política: se cambiarán por “ley natural” y al paso del tiempo.

Para destacar su posición nos señala que los países como China y Vietnam tienen un único partido pero tienen opiniones diferentes dentro del partido y gobierno y se discute. Para Hernández, esto es rasgo suficiente para contentarse con las estructuras actuales y tener como referente estos dos gobiernos autoritarios y cuasi totalitarios por el control represivo contra los discrepantes civiles y políticos.

Arturo López Levy

El intelectual en el video nos explica su mirada sobre el futuro del sistema político cubano. Parte de la importancia e impacto de los cambios económicos en otras áreas sociales y culturales y nos convoca igualmente a esta especie de ley de gravedad política que supone que primero los cambios económicos y luego la “liberalización democrática”, en un contradictorio análisis que alude al marxismo para ver esos cambios interrelacionados, y luego separarlos, para convidar a los cambios económicos como los primeros que irradiarán, con el tiempo, otras aperturas. Cita dos autores para enfatizar que no se puede hacer una liberalización a “destiempo” con lo cual, propone a su auditorio ajustarse al paso de tortuga de la actual dirección del país en una sugerencia que sería: “Hay que esperar que las élites decidan”.

Considerar que los cambios actuales y futuros de la economía cubana llevarán a una mayor “liberalización democrática” a largo plazo y de manera automática y lógica en el país, contrasta con los referentes chino y vietnamitas que luego de 35 años de reformas no han liberalizado más que la economía. El menosprecio a la necesidad democrática en estos dos intelectuales es más que evidente.

En su lenguaje politológico, López Levy nos describe tres desafíos del gobierno cubano: el éxito de la reforma económica, la incorporación de la Isla al mercado mundial y el cambio generacional en el poder que incluya una revisión de las relaciones civiles y militares en las instituciones de poder porque los militares no son solo la representación en el Buró Político del PCC, si no su poder real en la economía, en “la formación de cuadros” y en las decisiones.

Bajo una supuesta posición de realismo político, ambos intelectuales imbuidos del miedo a un supuesto cambio “no ordenado”, nos convocan a “la paciencia infinita” con relación a los cambios en Cuba. Ninguno de los dos propone un nuevo diseño de las instituciones sino que sus intervenciones apuntalan el statu quo explicando —eso sí— que el debate es importante pero el cambio solo es función del gobierno cubano, al que no hay que tocar ni con “el pétalo de una rosa”, no vaya a ser que se atrinchere aún más. “El futuro del sistema político cubano” en este video, se diluye en la constatación y respaldo del orden vigente y al ritmo octogenario.

En realidad, leyendo los comentarios de la página digital Granma.cu, observo que los planteos de los comentaristas son mucho menos conservadores que las intervenciones de estos dos académicos. La noticia de la discusión de los problemas económicos actuales del país, en la próxima reunión del parlamento, hizo que varios comentaristas pidieran abiertamente que las discusiones sean televisadas en vivo para toda la nación —ya no soportan los resúmenes manipulados posteriores con los cuales no se enteran de nada—, porque no entienden que los mismos problemas de ineficiencia económica se discutan de una sesión del parlamento a otra, sin solución para la difícil vida cotidiana de la población, y luego de tantos años de “actualización”. ¿Qué hacen los diputados “inasibles” que nunca han presentado un programa frente a quienes lo eligen?, ¿Qué hacen los diputados con los incumplidores de los planes? Posiciones más avanzadas, pragmáticas y democráticas, que las propuestas de los investigadores Rafael Hernández y Arturo López Levy.


© cubaencuentro

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