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Opinión

La otra película

Caso Kennedy: ¿Tiene valor la teoría de La Habana si una vez más la Seguridad del Estado hace de juez y parte?

La rocambolesca urdimbre del asesinato de Kennedy tejida por Granma y los panelistas de la Mesa Redonda Informativa (Cubavisión, 18-01-2006) adereza los ingredientes típicos de la trama de un filme de espionaje, con el libre juego especulativo de la más desaforada conspirología moderna.

De entrada, la tesis oficial cubana está viciada de un grave defecto de origen. La defensa viene de muy cerca: la Seguridad del Estado y los medios de difusión de Fidel Castro, o sea, justamente los presuntos instigadores puestos en evidencia por el documental Cita con la muerte, del alemán Wilfried Huismann.

Tanto los articulistas de Granma, quienes han dedicado un montón de cuartillas al tema, como los invitados a la Mesa Redonda (Gabriel Molina y Lázaro Barredo, directores, respectivamente, de la edición escrita y digital del mencionado órgano de del Partido Comunista de Cuba, y el inefable comunicador oficial Reinaldo Taladrid, los mismos que firman los artículos del periódico), se ciñen al pie de la letra al guión trazado en 1963: El complot. Objetivos Kennedy y Fidel por el general de División Fabián Escalante.

El general es, al mismo tiempo, pieza clave en la versión de Huismann y, a la vez, testigo de descargo de Castro. Objeción invalidante que, en contraste, no se le puede hacer al largometraje alemán, donde, si bien con predominio de los primeros, alternan los testimonios a favor y en contra.

El dato de que el lanzamiento del libro de Escalante coincidiera con el estreno de Cita con la muerte, cuya realización duró cinco años e incluyó entrevistas con personajes afines al régimen en Ciudad México, plaza fuerte de las andanzas de agentes y compañeros de viaje del castrismo, da pie para creer que la Seguridad del Estado debe haber estado al corriente de las imputaciones contra La Habana.

Cabe inferir, por tanto, que hayan decidido poner el parche antes de que saliera la llaga, con una contraversión pulida y puesta al día. Aquí, para cumplir el último de los tres requisitos, entran en acción los solícitos apologistas de Granma. Conociendo el paño, se deduce que habrán tenido tiempo de sobra para aprenderse de memoria el manuscrito de Escalante.

Collage conspirológico

Para no abusar de la paciencia del lector, que puede leer en Internet los artículos de Granma (www.granma.cu) y ver el vídeo de la Mesa Redonda Informativa (www.mesaredonda.cu), nos limitaremos a decir que han elaborado un guión digno de Oliver Stone: arranca con el abuelo de Bush, compromete al padre y al hijo, pasa por las intrigas de la CIA-FBI, la vendetta personal de la cosa nostra contra Kennedy, las frustraciones de los "batistianos" (Félix Rodríguez, Mas Canosa, Orlando Bosch, Posada Carriles, etcétera), lanza una novedosa versión de los motivos de Richard Nixon en Watergate y, por último, mete de contrabando en su impresionante collage conspirológico a la canciller federal alemana Angela Merkel.
Según su siempre unánime criterio, Lee Harvey Oswald era un agente norteamericano al que la CIA —por medio de maniobras diversionistas como sus contactos con el KGW en la URSS, su activismo procastrista en Estados Unidos y, sobre todo, su visita a la Embajada de Cuba en México— habría fabricado laboriosamente una cobertura izquierdista con el doble fin de utilizarlo para eliminar a Kennedy y, de paso, servirle en bandeja de plata a su sucesor Lyndon B. Johnson un casus belli contra la Isla.

Ahora bien, al menos tres interrogantes no encuentran acomodo en esta tesis. Primero, si, en efecto, como ellos mismos admiten, detrás de su planeada política de entendimiento con la Isla, Kennedy escondía bajo la manga la carta de la eliminación física de Fidel, ¿qué razones podían tener sus ahijados cubanos, a quienes dio fehacientes muestras de solidaridad en público, para deshacerse de él, corriendo el riesgo de ser descubiertos y, para regocijo de La Habana, achicharrados en la silla eléctrica en medio del aplauso de medio mundo? Raro, pues los cubanos solemos ser temerarios, pero no tenemos vocación de kamikazes.

Segundo, ¿con quién o quiénes contaban en la administración entrante o en el Senado, que según la Constitución de ese país es el único autorizado a declarar la guerra, para estar tan seguros de que éste y aquél iban a hacer lo que a la hora de la verdad impidieron por todos los medios?

No hay indicios de que Robert Kennedy, doliente carnal y verdadero cerebro detrás del avieso plan cubano de su hermano, admitiera jamás la mera posibilidad de que los exiliados cubanos fueran ejecutores o instigadores del crimen. Ni siquiera había que preocuparse por el voto de la comunidad cubana en la Florida, habida cuenta de que de por sí ésta votaba en bloque por los republicanos y aún no era tan influyente como hoy en día.

De haberse olido semejante conjura, nada obstaba para que, siendo secretario de Justicia, un hombre de su talla y probada valentía política hubiese aplicado todo el peso de la ley a una manga de facinerosos de segunda categoría —así los describe Granma en esencia— que, sobre haber asesinado a su hermano del alma, eran casi todos extranjeros.

Desde este ángulo, parece más plausible la tesis de Huismann sobre la mala conciencia de Robert Kennedy y el temor del presidente Johnson a embarcarse en una acción militar en gran escala contra la Isla que habría podido reeditar las aún frescas jornadas de zozobra nuclear durante la Crisis de Octubre.

Francotiradores y fotos

Tercero, entre la laxa amalgama de verdades, medias verdades y francas mentiras aducidas por la prensa oficial cubana, resalta una novedad ante la cual realmente hay que quitarse el sombrero: la misión de los plomeros de Watergate era, según Frank Sturgis, el agente de la CIA citado por Granma y uno de los "tres" francotiradores de Dallas, "parar las filtraciones de noticias relacionadas con las fotos" que probaban el "rol" de varios veteranos de Bahía de Cochinos en el magnicidio de Dallas. Nos desayunamos con eso.

En esas fotos comprometedoras aparece un exiliado cubano "con una sombrilla en alto, como señal, al lado de la limousine del presidente, justo donde Kennedy fue baleado…". "Hunt —otro agente de la CIA vinculado a la "mafia" cubana de Miami— y Sturgis, le dispararon a JFK desde el montecito de hierba. Ellos fueron, fotografiados, y vistos por 15 testigos".

Y bien, siendo ese el objetivo real de la incursión clandestina en la sede demócrata en Washington, cuyo fiasco le costó la presidencia a Richard Nixon, sólo cabe conjeturar que, o este había sido mal informado y los demócratas no andaban detrás de ese secreto como él suponía, o bien la información era cierta y, en efecto, los demócratas se proponían revelarla.

Lo cierto es que, pese a los más de dos años transcurridos entre el destape del escándalo de Watergate (17 de junio de 1972) y la dimisión de Nixon (9 de agosto de 1974), interludio en que en que el presidente abusó a discreción de sus poderes, sus adversarios, si poseían tales fotos, se abstuvieron de darle el tiro de gracia con ellas. Ni siquiera lo hicieron cuando su sucesor republicano en la Casa Blanca, Gerard Ford, exoneró sin más a Nixon de todos los delitos cometidos durante su mandato.

Teoría descartada

La tesis de la existencia de otros dos francotiradores parapetados detrás de un seto del que algunos testigos alegan haber visto salir humo, ha sido descartada, entre otras cosas, porque los fusiles de precisión modernos no echan humo, como no lo echó tampoco el de Oswald. El humo, si lo hubo, bien pudo haber salido igual de algún habano de estraperlo en el mercado negro local. Es la única conexión cubana imaginable con el tal "montecito de hierba".

Por lo demás, el uso de una sombrilla (no estaba lloviendo en Dallas) como señal, mueve a risa: ¿cómo se las habrían arreglado los francotiradores, especialmente los que se hallaban detrás del seto, o sea, más o menos a ras de tierra, para verla de lejos, ya que es de suponer que no hayan disparado a corta distancia?

¿El cubano encargado de marcar el blanco móvil abrió la sombrilla antes o justo en el momento de los disparos? ¿Para qué les hacía falta una sombrilla a los francotiradores, si ellos mismos podían ver perfectamente el descapotable presidencial? ¿Y si a otros curiosos se les hubiera ocurrido protegerse del sol con una sombrilla?

Pero los "periodistas" de Granma van más allá, describiendo con lujo de detalles cómo "casualmente" —repiten una y otra vez el adverbio— los mencionados conspiradores fueron incluso pillados in fraganti, arrestados y enseguida puestos en libertad.

Por si fuera poco, Gabriel Molina deja caer (www.granma.cu, 19-01-2005) que la actual canciller federal alemana, cuya primera visita oficial a Washington habría coincidido, también "casualmente" con el estreno del documental de Huismann, tiene arte y parte en la conjura. Pero ¿cómo iba a saber Angela Merkel a fines del año 2000, fecha del encargo de ARD a Huismann, que ella iba a conquistar la cancillería federal en 2005, cargo que, como se sabe, estuvo a punto de escapársele de entre las uñas a última hora?

Este último aporte del director de Granma Internacional se da de narices con su propia cita anterior de las palabras del [sic.] "Viceministro de Relaciones Exteriores de Alemania", Helmut Schaefer. En efecto, Schaefer, haciéndose eco de lo que le dijo su amigo Fidel Castro en la Isla, en el año 1987, declaró a la Agencia de Prensa Alemana (DPA) que "carece de toda lógica política que el Servicio Secreto cubano y el Presidente cubano hayan organizado el atentado al mandatario estadounidense". ¿Cómo puede estar tan seguro, siendo el presunto instigador su única fuente? Cuestión de fe.

Pifias y ausencias

En fin, que se sepa, hasta la fecha ni la cancillería federal ni el Bundestag (Cámara Baja) han desmentido ni confirmado la tesis de Huismann. Por lo demás, ¿sobre qué bases podría inmiscuirse un Estado democrático en semejante asunto histórico? Asunto sensible aquí, por lo demás, si se tiene en cuenta que Kennedy es todo un icono en Alemania, donde se recuerda aún con emoción su celebre frase de aliento en Berlín Occidental (26-05-1963): "Ich bin ein Berliner" ("Yo soy un berlinés").

Granma incurre en un anacronismo en lo que concierne al cargo de Schaefer: este político liberal fungió como secretario de Estado del Exterior del gobierno liberal-cristiano de su tocayo Helmut Kohl, en 1987 y 1998 (consulten, por favor, el compañero Molina y adláteres con sus colegas del MINREX).

Los liberales se hallan en la oposición desde el ascenso de Gerhard Schroeder en 1998. Se desprende que el veterano Helmut Schaefer sólo pudo haber hablado a título personal, ni siquiera a nombre de su Partido Liberal Demócrata (FDP), donde lleva hoy la batuta una nueva generación, encabezada por Guido Westerwelle y Wolfgang Gerhardt.

Hagamos ahora un par de objeciones de carácter más general sobre la intensa contraofensiva mediática desatada por las autoridades de la Isla contra la tesis de Cita con la muerte:

-Los principales medios de difusión del país dedican un gran despliegue publicitario contra un largometraje extranjero que, como de costumbre, no ha sido previamente exhibido al público de la Isla.

-Tanto los artículos de Granma como la Mesa Redonda Informativa, transmitida por Cubavisión el 18 de enero, sobresalen por otro rasgo totalitario concomitante: la unanimidad de criterios sin resquicios entre Seguridad del Estado, testigos, moderadores y periodistas, donde los últimos tres rizan el rizo tejido por la primera, que es quien lleva la voz cantante.

-Lejos de reconocer las credenciales de izquierda de un cineasta asiduo en Cuba y hasta hace apenas cinco años partidario de la llamada "solidaridad crítica" de los simpatizantes activos del castrismo en Europa Occidental, se le descalifica sin más como "instrumento a sueldo" de la Agencia Central de Inteligencia, insinuando que los fondos para la producción del documental del canal público alemán ARD provinieron de los 39 millones de dólares asignados por el Congreso para la transición democrática en Cuba. Granma recurre sistemáticamente a argumentos ad personae contra los testigos de Huismann y el sinfín de personajes tenebrosos, involucrados en su versión maniquea.

-Invención de un complot internacional que atribuye el destape alemán de la conexión cubana al múltiple propósito de desviar la atención del proceso contra los cinco espías cubanos, de la creciente impopularidad de Bush a causa la guerra de Irak y sus desencuentros con el Congreso, de la "excelente salud" de la economía cubana y, cómo no, del giro a la izquierda en Sudamérica con la investidura de Evo Morales.

Nótese que, salvo el ya gastado alegato de que en el fondo se busca "acabar con la revolución cubana", se esgrimen aquí argumentos a posteriori, puesto que cinco años atrás, cuando ARD le encargó a Huismann la realización del documental, no existían ninguna de esas situaciones.
Huismann vuelve por sus fueros

A todas estas, Huismann se mantiene en sus trece: Oswald mató en Dallas "por encargo de la Seguridad del Estado de Cuba". Escuchémoslo: "Y Johnson llegó muy pronto a la conclusión de que Cuba estaba detrás […] Testigos de su entorno inmediato, entre ellos su viejo amigo [el general] Alexander Haig o Joseph Califano, su principal asesor, me confirmaron ante las cámaras que Johnson estaba convencido de que Kennedy quería matar a Castro y que Castro got him first [se le adelantó]". No es poco decir.

Cerremos con una ficha del cineasta alemán, para conocerlos mejor a él y su obra. Wilfried Huismann nació en 1951 en Godensholt, una aldea de Renania del Norte-Westfalia. Graduado en Historia y Ciencias Sociales, publicó como periodista libre sus Reportajes sobre Chile (1981), a los que siguieron otros libros y documentales radiofónicos.

Con ayuda de colegas palestinos, fue uno de los investigadores del documental Se busca el secreto del atentado a la Olimpiada de 1972. Desde 1987 trabaja para la Televisión Pública alemana. Ha ganado tres veces el Premio "Adolf Grimme", el más prestigioso de la pantalla chica en su país, además del "Herbert Quandt" para los Medios y el "Friedrich-Vogel" de periodismo económico.

Entre sus películas figuran Franca Magnani – Un retrato (1988), La cámara oculta (1990), Bremen-Bagdad: carga letal (1991), ¿Corazón frío? Birgit Breuel, presidenta de la fiduciaria (1992), Raymond, el chico con cara de ángel (1993), La nave de los muertos (1994), Oposición en Cuba, jugando con el poder (1998), Muerte del faraón: Anwar al-Sadat y los santos guerreros (1998), El reino de Biedermann: El servicio internacional de rastreo y las víctimas de los nazis (1999) y Querido Fidel: la historia de Marita (2000).

Como se ve, ha abordado más de un tema tabú. Es consciente de los riesgos que corre. De hecho, ya lo sabe por experiencia propia: en una ocasión, tras haber puesto al descubierto los manejos nada ortodoxos de una firma, la gerencia pagó diez mil marcos a un matón para que lo "dejara inválido". Escapó ileso por, al decir suyo, "una circunstancia feliz". Obviamente, con Cita con la muerte ha vuelto por sus fueros.

© cubaencuentro

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